Pocas semanas transcurrieron desde el momento en que Marcos Peña asumió como jefe de Gabinete del presidente Mauricio Macri, y el momento en que terminó de nombrar al deshonesto número de dieciocho familiares en cargos de importancia dentro del gobierno. Número que crece exponencialmente si se tiene en cuenta, además, a aquellos beneficiados por vínculos societarios.
Es que la familia Peña-Braun se encuentra íntimamente ligada al poder. Tan cercana es su relación con quienes toman las decisiones más importantes, que resultan ser los beneficiarios directos de la enorme mayoría de sus medidas. Una caricaturesca monarquía en la que padre, hermanos, tíos, primos, cuñados, cónyuges y socios por igual, dirigen en la mesa familiar de los domingos el destino del país.
Desde que Mauricio Braun, el primero de los familiares de Marcos Peña en pisar suelo argentino, se encargó de exterminar al pueblo originario de los Selknam para quedarse con sus tierras en la Patagonia, una costumbre fagocitaria y sedienta de poder se instaló en la sangre familiar. Fue en la tierra robada a los nativos que los Peña-Braun instalaron la red de supermercados La Anónima, la misma que durante el desastre natural y humano provocado por los aludes en Comodoro Rivadavia, decidió aumentar el precio del agua, el pan y la leche. De allí extendieron los negocios hacia el Banco Galicia (del cual son socios), la ganadería, la hotelería y, finalmente, la política.
Además del exterminio y los negocios, otro arte de la familia Peña-Braun es el nepotismo. Es que Marcos Peña ha sabido ubicar, en primer lugar, a sus hermanos. Ignacio Peña es el actual asesor del ministerio de Innovación de la ciudad de Buenos Aires, y Andrés Peña es subsecretario de Desarrollo Institucional Productivo de la Nación. Julián, otro hermano, no tiene un cargo pero es socio de Marcos Patrón Costas, que estuvo a cargo de gestionar el suculento Fondo de Garantía de Sustentabilidad del Anses y es, además, sobrino Pedro Blaquier, dueño de Ledesma, que estuvo buscado por la Justicia y fugado en su yate anclado en Mónaco durante un buen tiempo.
Claro está, la relación de la familia de Marcos Peña con el poder no es exclusiva suya ni mucho menos nació con su generación. Ya en la dictadura que asoló al país entre los años 1974 y 1983, su tío, Eduardo Braun, estuvo implicado en el caso Austral. En aquel tórrido episodio, los principales accionistas de la empresa aerolínea, entre los que se encontraban Federico, Pablo y EduardoBraun, fundieron a la empresa para luego, en connivencia con las Fuerzas Armadas, lograr que el Estado la compre por buena, pagándoles a los mismos accionistas una verdadera fortuna. El tío del actual jefe de Gabinete lo logró a través de sus muchos vínculos con los militares, que alimentó a través de su cargo en la UIA.
No es ésta la única vinculación de la familia a los oscuros episodios de la dictadura. Su prima Magdalena es suegra de Alejandro Massot. Fue el mismo Vicente Massot quien continúa acusado de ser coautor de los asesinatos de los obreros gráficos de Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola en 1976. Al que crea que la unión entre los Massot y Marcos Peña es muy lejana, le bastará con saber que es justamente el hermano de Massot, Nicolás, quien fue elegido por Peña como jefe del bloque macrista en la cámara de Diputados.
Su primo Gonzalo, dueño del coqueto hotel “Hub Porteño”, fue también designado por el jefe de Gabinete como director ejecutivo del Ente de Turismo de la ciudad de Buenos Aires. Su primo Eduardo fue asignado en Aeropuertos Argentina 2000 SA, donde ha hecho millones a través de las arcas del Estado.
Un capítulo aparte merece su primo Miguel. Marcos Peña presionó para que sea nombrado a cargo de la secretaría de Comercio. De este modo, la oficina que debe “velar por las relaciones comerciales equitativas y proteger los derechos del consumidor”, es gerenciada por el sobrino de FedericoBraun, dueño de la cadena de supermercados La Anónima. Un chiste.
El primo Mariano forma parte de otra increíble coincidencia. Es uno de los dueños de Cresta Roja, y Marcos Peña lo nombró vicepresidente del Instituto Nacional de Tecnologia Agropecuaria (INTA). La lista es francamente interminable. Nombró al primo Gabriel Sánchez Sorondo en la dirección general de Acción de Gobierno; a Juan Manuel como director nacional de Coordinación Pesquera; y al primo Pablo Bosch como presidente del directorio de Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio.
El primo Santiago es secretario de Culto en el ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. A Eduardo Nicolás Martelli, esposo de su prima Mónica, lo nombró secretario de Modernización Administrativa. Al esposo de la prima Paula, Maxi Barbiero, lo nombró secretario de Gestión Educativa en el ministerio de Educación y Deportes. Lo increíble es que Max, como le gusta que lo llamen, era coordinador general de Hogares de la fundación “Felices los Niños”, del pedófilo Julio César Grassi. En la familia de Marcos Peña el árbol genealógico se mezcla, en incontables oportunidades, con el prontuario policial.
La lista, aunque parezca mentira, sigue kilométricamente durante fojas y fojas de nombramientos, asociaciones y vinculaciones cuyo único objetivo es el de continuar la vieja tradición de enriquecerse a costa del Estado. Arcas repletas de dinero que el jefe de Gabinete observa con codicia y que pertenecen, ni más ni menos, que a todos los argentinos.
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