Anunció que será padre a los 60, pero su ex pareja dice que él le pidió que abortara. Especialistas consultados hablan de una personalidad omnipotente y narcisista. Tenía previsto un mitín K en San Martín, pero fue cancelado.
Daniel Scioli debe ser uno de los políticos más entrenados para responder preguntas. Acostumbrado a montar un mensaje de positivismo al cuadrado, ha llegado incluso a contestar respondiendo sobre otro tema, con la habilidad de ni siquiera ruborizarse. “Con fe, con esperanza”, supo repetir en medio de la campaña a presidente, una piedra basal discursiva que lo hizo convertirse en una caricatura de sí mismo, aunque también le sirvió como escudo para ganarse el mote del político al que nunca le entraban las balas.
Sin embargo, esta semana los disparos llegaron en forma de ráfaga, y si bien los que saben de política afirman que su carrera no está acabada –“lo de ahora es una foto solamente, y esto se trata de una película”, grafican–, el ex gobernador atraviesa su peor momento luego de concerse por boca de su pareja Gisela Berger– una modelo 31 años menor– que él le pidió que interrumpiera su embarazo de tres meses.
Digno de un culebrón, esta semana Scioli pasó por todos los estados. El primer off side fue cuando Berger mostró una serie de chats subidos de tono que él había mantenido con otra mujer, Sofía Clerici. Scioli no pudo negarlos, aunque los minimizó diciendo que se trataba de una amiga. El miércoles eligió a Jorge Rial para reafirmar esta hipótesis y contrarrestar el hecho con la feliz noticia –así lo vendió en cámara– de que será padre a los 60 años. La imagen de Scioli volvió a estabilizarse, aunque la escalada duró sólo 15 minutos: fue ése el tiempo que tardó Berger en salir a decir que el político le había pedido que no tuviera a ese hijo, que estaba separada de él y que ni lo quería ver.
“Primero se quedó callado, serio. Después me dijo: ‘Esto es una cagada’, con esas palabras, de esa manera. Yo callada, obviamente. Esperaba otra reacción de parte de él”, contó la modelo cordobesa, que, siempre según su relato, estuvo tres meses sin decir nada del embarazo por pedido del ex gobernador. Por ahora, desde el entorno de Scioli no dicen nada. Ayer, el ex candidato iba a estar en un acto en San Martín y a último momento se suspendió.
La vida privada de Scioli estuvo siempre acompañada de exabruptos. Los ejemplos van desde su hija extramatrimonial, Lorena, a quien el ex motonauta tardó 15 años en reconocer, hasta su relación con Karina Rabolini, la mujer que lo acompañó gran parte de su vida, incluso en el momento final de la campaña a presidente, cuando ya se sabía que la relación estaba terminada.
“Hombres como él, llenos de compromisos y responsabilidades, están más acostumbrados a obtener beneficios de la vida pública que llevan adelante que de la privada”, comienza analizado Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo. “Es complicado vivir así, tenés que ser transparente e inteligente, tener por lo menos cierta habilidad para mantener una coherencia entre tu vida pública y la privada. El no cumple con este requisito, por eso no pudo mantener el relato”, aporta Harry Campos Cervera, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
La gran pregunta que se hacen los especialistas es: ¿qué lleva a Scioli a postular el aborto? “Ante la noticia de un hijo, lo primero que piensan es cómo su vida se vería modificada en menos, sin poner en el otro plato de la balanza la suma de beneficios. Parece una paradoja que personalidades que lidian diariamente con problemas de toda índole y tienen que tomar decisiones que repercuten en grupos humanos se vean tan vulnerables e inseguras frente a un suceso que impacta en su vida privada”, analiza Ghedin. “Algo tiene con la paternidad. Es lo que llamamos ‘compulsión a la repetición’, y se da cuando tenés un elemento neurótico interno que vas repitiendo; en este caso, asumir la paternidad, algo que seguramente le costó con la otra hija, que no reconoció durante varios años”, agrega Campos Cervera.
Pablo Wizenberg, sexólogo, dice que es de suponer que Scioli tenga un perfil narcisista, con rasgos psicopáticos. “En la edad a la que podría ser abuelo, es altamente probable que quiera someter a las personas a situaciones que en principio no alteren su ritmo, sus deseos y sus costumbres”, explica.
En coincidencia con Wizenber, la doctora Mirtha Goldstein, vicepresidenta de la APA, sostiene que el poder y la sexualidad están asociados. “Hay una satisfacción sexual en el poder que hace que se use la sexualidad para generar más poder. Cuando se siente que éste disminuye se puede recurrir a muchos caminos para reinstalarlo. No todos esos caminos son morales, aunque todos están al servicio de la satisfacción narcisista que da el poder”, sostiene Goldstein.
La licenciada Rosalía Alvarez, psicoanalista especialista en vínculos, sostiene que en un caso como el de Scioli se tiende a solidificar las omnipotencias y las tendencias a las desmentidas. “Todo está permitido, no se pagan costos”, dice recapitulando a continuación la relación con su hija Lorena y su ex, Rabolini. “Nos encontramos primero con una mujer que debió luchar para que una hija, que es su más vivo retrato, fuera reconocida. Luego nos topamos con la construcción imaginaria de un vínculo matrimonial inexistente. Un disfraz”, grafica Alvarez. Y concluye: “Omnipotencia, desmentida, aparente juventud, virilidad. Capacidad de poder. Bellas, jóvenes que lo acompañan. ¿Qué le ofrece a su imagen?, ¿cuál es su necesidad?, ¿qué debilidad de sí mismo oculta?, ¿sólo la sabe él? No sé si lo sabe conscientemente. Quizás aún lo ignora, pues saber aquello que le falta podría provocarle un dolor inmenso y hacerlo bajar de continuar corriendo en su lancha como si aquella castración no hubiese tenido lugar”.
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