Wang Wei, el representante chino en Buenos Aires, fue convocado desde su país. Viaja mañana y no regresaría hasta enero. Mientras, la referencia diplomática argentina en Beijing quedó a cargo de una secretaria, la menor categoría en la historia. Malestar y advertencias. La interna entre Diana Mondino y Luis Caputo.
Pablo Ibáñez
La decisión de congelar el swap de US$6.500 millones que tomó la administración de Xi Jimping tendrá, en estas horas, otro episodio de alto impacto diplomático: Wang Wei, el embajador chino en Buenos Aires, viajará a Beijing luego de ser llamado por su gobierno para presentar un informe sobre cómo se proyecta la relación con el presidente Javier Milei, a quien la prensa china presenta como una versión sureña de Donald Trump, y sobre cómo será la relación económica y política entre Argentina y China.
Wang Wei viajará este miércoles con posible fecha de regreso para el mes de enero. En paralelo, la representación de Milei en Beijing está a cargo de una diplomática con rango de secretaria, Valeria Varone, un categoría muy baja para la importancia comercial y estratégica de China.
Es el primer destino de Varone, que llegó a la sede luego que la dejó vacante Sabino Vaca Narvaja. El dato tiene una traducción adicional de impacto político: Milei ya designó embajador en Estados Unidos, Brasil, Gran Bretaña y, entre otros destinos, Israel, pero todavía no dio ninguna señal sobre Beijing. Se menciona para ese lugar a Marcelo Gabriel Suárez Salvia, un diplomático de carrera que está ahora en Trinidad y Tobago. Fuentes diplomáticas deslizan que la designación de un nuevo embajador se produciría recién en marzo o abril.
La omisión de Milei a la hora de priorizar designaciones diplomáticas generó malestar del gobierno chino, según fuentes con vínculo estrecho con la administración de Xi. Se suma a una serie de desplantes y declaraciones públicas ofensivas para el gobierno chino que, por el contrario, había tenido al inicio de la gestión de Milei una serie de gestos amables: por caso, envió a Buenos Aires a Wu Weihua, vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China, el tercero en la línea de poder que, además, entregó una carta protocolar elogiosa de Xi.
La respuesta de la Casa Rosada fue escueta: la difusión, con una referencia cálida, de esa carta. En el mientras tanto, ocurrió algo más: Luis Caputo se reunió con Wu y le trasmitió lo que fue, hasta acá, el mensaje de mayor peso político: le anunció que no está en los planes del gobierno eliminar el Banco Central, una garantía determinante para que el swap pueda seguir activo entre ambas instituciones. En paralelo, Caputo había constatado lo obvio: sin señales claras del FMI ni de los fondos privados, otra vez Argentina volvería a depender de China en términos de crédito.
El congelamiento del swap golpea esa previsión y generó una incipiente tensión entre Caputo, el presidente del BCRA Santiago Bausili, y la canciller Diana Mondino que como máxima autoridad diplomática emitió una serie de duras afirmaciones contra el gobierno chino. Deslizó, por caso, que habría oscuridades respecto al swap cuando se trata de acuerdos de confidencialidad que son habituales entre los países. La postura de Mondino profundizó la frialdad porque diez días antes del balotaje, el gobierno chino había puesto en stand by la extensión del swap porque advertían de los riesgos que podía suponer un gobierno de Milei, que entre otras declaraciones había hablado de romper relaciones con China, a los que incluyó como gobiernos comunistas.
Hay una serie de derivadas que pueden dificultar todavía más la relación entre China y Argentina. Xi fue uno de los presidentes que apoyó la demanda del gobierno argentino, que explicitó Alberto Fernández, para el ingreso del país a los BRICS. Formalmente, desde el 1° de enero Argentina estará integrada a ese bloque. Salir del BRICS, como propuso Mondino, requiere de una nota firmada por Milei a cada uno de los países miembros del BRICS. ¿Puede hacerlo? Si. ¿Puede, eso, tener consecuencias geopolíticas y económicas? También.
A simple vista, la posición de Mondino —que es economista y está haciendo sus primeras armas en la diplomacia— parece excesivamente dogmática. Frente a la escalada de gestos de tensión, o de frialdad por parte del gobierno chino, la solución parece sólo una: que Milei planifique un viaje a Beijing para un encuentro bilateral con Xi para, luego de una negociación, reactivar el swap de US$6.500 millones que estuvo destinado para operaciones comerciales entre Argentina, China y Brasil.
A juzgar por la experiencia reciente, esos acuerdos solo son posibles cuando hay una bilateral presencial entre las máximas autoridades, en este caso Xi y Milei. En la medida, claro, que el presidente libertario tenga entre sus objetivos retomar la relación diplomática con el país que es uno de los principales mercados para Argentina. No sería un trámite sencillo porque hay un menú de cuestiones que están en discusión y en revisión. Por caso, lo referido a las obras que Milei quiere paralizar y afectarían, en algunos aspectos, a empresas chinas que, como se sabe, son del Estado chino.
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