El 20 de junio de 2015 era la fecha límite para que los partidos políticos presenten la lista de precandidatos para las elecciones ejecutivas de aquel año. Ya era 21, habían pasado varios minutos de la medianoche, y en el Frente Renovador todo era incertidumbre.
Durante varios meses, Sergio Massa había ungido como candidato y referente en Mar del Plata a su amigo personal Javier Faroni, un dirigente nuevo en la política, pero con mucha exposición mediática por ser uno de los productores teatrales más importantes de la Argentina. Sin embargo, siempre había sobrevolado el rumor de que el actual diputado no completaría la carrera por la Intendencia. Y esa noche, pasadas las doce, se bajó. El nombre natural que surgía para la postulación era el de Cristian Azcona, por entonces jefe de la bancada de concejales. Sin embargo, el exdefensor del Pueblo tampoco fue. Lucas Fiorini, que había ganado su banca de concejal dos años antes con perfil bajo, se convirtió en el precandidato del massismo en Mar del Plata, cuando nadie apostaba dos pesos por aquella candidatura.
Desde aquel entonces hasta el conflicto que estalló en las últimas horas el Frente Renovador de Mar del Plata jamás tuvo un jefe claro. Massa intentó sumar voluntades, incorporar caras nuevas (y conocidas), pero no le dio la responsabilidad de conducción a ningún dirigente. Fue un error, y hoy lo está pagando.
Con la campaña a intendente, Fiorini, consciente de que no tenía ninguna chance de ganar, quiso hacer experiencia e instalar su nombre, que estaba lejos de ser de los más conocidos entre los marplatenses, de cara a 2019. Hoy sigue con ese padecimiento: su nombre no aparece entre los dirigentes con mayor nivel de conocimiento. Él y su entorno, no obstante, consideran que hicieron los méritos suficientes para que Massa les dé un voto de confianza, que nunca les dio y a juzgar por los últimos acontecimientos nunca les dará.
Fiorini tiene un equipo de trabajo consolidado, junto al concejal Alejandro Carrancio, Martín Abonjo y algunos otros (pocos) con los que vienen de la agrupación Crear desde hace años. Esa estructura es “demasiado cerrada” y les provocó ganarse la antipatía de opositores y, fundamentalmente, de dirigentes dentro del propio Frente Renovador.
Tiene, además, relación con varios dirigentes provinciales y nacionales. Allí aparece Joaquín De la Torre, actual ministro de Gobierno de María Eugenia Vidal y el funcionario elegido para “ordenar” los municipios complicados, entre ellos Mar del Plata.
El desembarco y ascenso de De la Torre en el vidalismo le dio a Fiorini una vía de escape del massismo, lugar en el que no estaba cómodo y en el que tampoco lo querían demasiado. Desde principios del año pasado, Massa está tentando a Ariel Ciano para que forme parte del espacio. Sin tomar una definición concreta, el expresidente del Concejo Deliberante dio varias señales de que está más cerca del FR que de cualquier otro espacio.
Mientras se dilataba la indefinición de Ciano, Massa sumó a Juan Curuchet, un ultrasciolista que prometió seguir al exgobernador siempre, pero que en 2015 decidió cambiar de rumbo por sentirse destratado.
A ellos dos, se les sumó en las últimas horas el posible desembarco de Héctor Rosso, un histórico pultista hoy enfrentado con el exintendente. Es cierto que Rosso no tiene intenciones de ser intendente, como sí las tienen Ciano y Curuchet (más el primero que el segundo), pero es otro nombre que se incorpora y podría relegar aún más a Fiorini. A ellos se les suma el ya mencionado Faroni, la gastronómica Mercedes Morro, los senadores Patricio Hogan, de Miramar, y Gabriel Pampín, que llegó de la mano de Juan Garivoto, el armador en la sección de la primera etapa del Frente Renovador en 2013.
“Nosotros pusimos la cara en muchos momentos y a veces estábamos detrás de todos ellos”, señalaron desde el entorno de Fiorini.
Si bien no se conoce una estrategia real para gestar el pase del massismo a Cambiemos, Fiorini empezó a tender lazos en las últimas semanas al facilitarle al oficialismo la aprobación de algunos proyectos claves. El primero fue el Código de Publicidad y el último jueves fue clave en tres: aumento de boleto de colectivo, la prórroga de la emergencia económicay el aumento de tasas.
Desde su entorno argumentan que en todos impulsó modificaciones a partir de las cuales decidió acompañar con su voto y el de Carrancio. Desde la vereda de enfrente lo acusan de “traidor”. “Desde hace tiempo le vengo avisando a Sergio cómo es este muchacho. Y nunca quiso escuchar. Ahora que se joda”, confió un dirigente massista a este medio.
Fiorini ve en Cambiemos una oportunidad: busca, casi con desesperación, un candidato que no tiene. Pero lo cierto es que Fiorini no aparece en los primeros puestos de ninguna encuesta y por ende no puede autoimponerse como “el” candidato.
Además, Cambiemos tampoco tiene un panorama sencillo: Agrupación Atlántica, dos sectores del Pro, al menos dos sectores del radicalismo y la Coalición Cívica. Sumarse a ese espacio puede traerle más dolores de cabeza que satisfacciones.
Fiorini está en La Pampa y por ahora no habló de su salida como jefe de bloque massista y la suspensión de representación que anunció, en duros términos, Graciela Camaño, una de las principales dirigentes del espacio. Carrancio anticipó que el lunes harán una declaración pública. Por el momento no se sabe qué decisión tomarán aunque parece difícil que sigan dentro del espacio, después de la conferencia del último martes.
Estos días los utilizarán para analizar los pasos a seguir. La jugada de Massa, porque nadie duda de que el diputado nacional dio la orden, fue clara: antes de que se vayan y nos acusen de perder más dirigentes, los echamos. Sin embargo, el líder del Frente Renovador deberá asumir la responsabilidad no ya para reducir el daño, sino para convertir a su espacio en una opción real de poder en Mar del Plata.
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