Un equipo sólido en las palabras, pero endeble en la práctica

Un equipo sólido en las palabras, pero endeble en la práctica

Mar del Plata Segura es una muestra de cómo Cambiemos trabaja en equipo, dijo Carlos Arroyo. A su lado, estaban los secretarios Alejandro Vicente (Gobierno), Gustavo Blanco (Salud), Vilma Baragiola (Desarrollo Social) y el jefe de la Policía Local Fernando Telpuk. El intendente hablaba no solo de su equipo de gestión, sino de la relación que mantiene con los gobiernos nacional y provincial.

 

El trabajo en equipo, en rigor, no fue el fuerte a lo largo del año y dos meses de la gestión del jefe comunal. Si algo caracterizó al intendente fue la dificultad que tuvo para armar su Gabinete. Es llamativa una de las primeras fotos que se sacó Arroyo como jefe comunal junto a su equipo la gobernadora María Eugenia Vidal y el vicegobernador Daniel Salvador. De aquella imagen con 18 funcionarios, 7 ya no están más. 

Vale la pena hacer un repaso para entender por qué a Arroyo se le hizo mucho más difícil de lo esperado consolidar un equipo de trabajo.

Poco antes de asumir como intendente, anunció que el único funcionario confirmado era José Reinaldo Cano como secretario de Hacienda, todos los demás nombres que sonaban no tenían un lugar asegurado. En aquella conferencia en el local que por entonces tenía Emiliano Giri en Belgrano e Yirigoyen enalteció al actual concejal. Hoy, la realidad los muestra distanciados, con Cano devuelto a su banca en el cuerpo legislativo cada vez más crítico de la gestión de Arroyo.

Pocos minutos después de asumir como intendente de General Pueyrredon, Arroyo se trasladó hasta el Teatro Colón donde le tomó juramente a todos sus funcionarios. Ese día, sin ponerse colorado, definió a Héctor “Toty” Flores como su “funcionario estrella”. El jefe comunal había pensado que el dirigente de La Matanza podría cambiar la compleja matriz social que tiene Mar del Plata, pero su paso por la secretaría de Desarrollo Productivo fue sencillamente penoso.

Luego padeció otras situaciones espinosas. Primero, tuvo que echar a Miguel Guzmán quien destrozó una camioneta oficial en un viaje personal e intentó ocultar lo sucedido. Al expresidente del Emvial Arroyo lo definió como un hijo, aunque admitió que lo que había ocurrido había sido grave.

El otro golpe fue más duro aún. Emiliano Giri, jefe de campaña de Arroyo, había recobrado un lugar de privilegio en el entorno del jefe comunal, que en los primeros meses parecía haber perdido. Y cuando avanzaba en el camino de ser el nuevo hombre fuerte del gabinete estalló el escándalo por su vinculación a la causa de los contratos truchos en el Astillero Río Santiago, de la que finalmente fue sobreseído por la Justicia.

En ese marco de desaires, el intendente se recluyó en su entorno más íntimo. A partir de allí, sus principales interlocutores fueron su hijo Guillermo, presidente del bloque de concejales, y su yerno Mauricio Loria, subsecretario de Relaciones Institucionales.

Tanto propios como ajenos comenzaron a hacer oír sus críticas por lo que consideraban un “encierro” de Arroyo. “Está muy desconfiado, solo habla con ellos dos. Es muy difícil acercarte a él, aconsejarlo”, repetían.

En aquellos tiempos, el Pro hizo su primer intento de intervención del gabinete. Por sugerencia de Horacio Rodríguez Larreta, llegó a Mar del Plata el joven Agustín Cinto. Sus modos jamás cayeron bien en Mar del Plata, pero sus contactos ayudaron a destrabar algunos planes y programas para la ciudad. Sin embargo, jamás logró “conectar” con la mayoría del gabinete y poco a poco fue perdiendo injerencia hasta que finalmente abandonó la ciudad.

En medio del desembarco del joven Pro también se produjo el “ascenso” de Gustavo Blanco: asumió como coordinador y se convirtió en el principal referente a la hora de responder todo. Al igual que al resto, el secretario de Salud tuvo su momento de gloria y luego fue “corrido” de las luces por diferencias con el intendente.

“Es muy difícil saber en quién confía y con quién se puede hablar”, cuentan altos funcionarios, quienes ensayan una teoría: “No es tonto, apenas alguien empieza a crecer lo baja”.

En ese marco de tantos cambios y movimientos, uno de los que permanece como un funcionario de confianza del jefe comunal es el secretario de Gobierno Alejandro Vicente, quien muchas veces asume el rol de vocero del Ejecutivo. A pesar de algunas polémicas en las que se vio envuelto podría considerarse que el dirigente de origen radical es el que más tiempo se mantuvo en un rol político relevante en la actual gestión. Hay un dato no menor: el cargo que ocupa es justamente el más político de todo el gabinete.

En los últimos meses, con mucho perfil bajo, el rol de ordenador lo asumió el ministro de Gobierno provincial, Joaquín De la Torre. Enviado por la propia María Eugenia Vidal para “ayudar” en la gestión, se convirtió en un hombre de referencia en la ciudad y, hasta el momento, sin mayores conflictos con el intendente y el resto del gabinete.

Los esfuerzos por sostener la gobernabilidad y que Mar del Plata salga adelante por parte de la Provincia y la Nación (con sus matices y claroscuros) son evidentes y desde ambos lugares lo repiten. “Te aseguro que no hay ninguna intención de soltarle la mano. Lo vamos a acompañar así tengamos que intervenirle todo…”, deslizó una alta fuente del gobierno provincial.

Cada uno de los dirigentes a los que Arroyo intentó empoderar terminó fuera del gabinete o en un rol secundario. En algunos casos por circunstancias ajenas, pero en la mayoría por malas decisiones suyas. A eso se le suma que el primer intento de intervención del Pro fracasó. El intendente afronta un año muy importante con la meta de que su afirmación sobre un equipo consolidado realmente se vea en los hechos.

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