Casi toda la oposición evitó quedar pegado a La Cámpora. Los nuevos socios del Gobierno.
Mauricio Macri supo esta mañana que casi todo el arco opositor de la Cámara de Diputados por fuera del kirchnerismo había acompañado su oferta a los holdouts, un respaldo que de consolidarse le evitaría depender de Sergio Massa para aprobar proyectos en la Cámara baja y hasta para gobernar por decreto.
“Si nos hubiéramos animado a jugar sin Massa le quitábamos poder”, se lamentaba uno de los referentes del PRO en diálogo con LPO, tras aprobar la oferta a los buitres con 165 votos, 36 por encima de la mayoría simple.
Desde diciembre, Massa le hizo sentir a Macri su condición de árbitro en Diputados y ahora en el Gobierno creen que llegó la hora de empezar a recortar esa dependencia.
Aunque una máxima parlamentaria indica que es preferible llegar con votos de sobra para que nadie se crea dueño del quórum, en el oficialismo sostienen que minimizar el peso político de Massa en Diputados hubiera robustecido al Gobierno tanto o más que haber roto el bloque Frente para la Victoria.
Desde diciembre, Massa hizo sentir de tal manera su condición de árbitro en Diputados que hasta obligó a Macri a corregir decretos de necesidad y urgencia, cuya vigencia sólo es posible si ambas Cámaras del Congreso no lo rechazan.
Pero hoy en el Gobierno sacaban cuentas y sostenían que Massa aportó un poco más de 20 diputados y tres de ellos se fueron al momento de votar: el siempre rebelde Felipe Solá y los sindicalistas Facundo Moyano y Héctor Daher.
Sus seis aliados cercanos a José De la Sota y los dos de Mario Das Neves supieron diferenciarse: entraron a dar quórum temprano, cuando el líder del Frente Renovador hacía sentir su ausencia.
Sin embargo, el plan del macrismo tiene una pata floja: la provincia de Buenos Aires. Massa tiene un control casi absoluto de las dos cámaras de la Legislatura bonaerense y sin colaboración, María Eugenia Vidal prácticamente no podría gobernar. No había que descartar que un maltrato de la Casa Rosada termine golpeando a La Plata, en un peligroso boomerang para el Gobierno nacional.
Los nuevos ¿socios?
Los primeros cien días de Gobierno le sirvieron al PRO para persuadir a bloques menores. No debería sorprender, porque además de cooptar a gobernadores e intendentes, los oficialismos tienen armas de sobra para tentar a legisladores sin jefes visibles.
El cambio de época sembraba dudas, pero fueron saldadas. Cambiemos consolidó un frente de base (85, entre 42 UCR y PRO y 4 CC) y sumó además un visible apoyo del Frente Cívico de Santiago del Estero (6 diputados), el Partido Socialista (4), los 3 puntanos de Compromiso Federal, los 2 del Movimiento Popular Neuquino, los 2 del bloque de Darío Giustozzi (Eduardo Fabiani no votó) y 12 variados monobloques.
Entre estos últimos hay figuras bien disímiles como Margarita Stolbizer, el ex aliado de Pino Solanos Julio Raffo, el camionero chubutense Jorge Taboada y el excéntrico salteño Alfredo Olmedo.
Todos encontraron un motivo para apoyar al Gobierno y no quedar junto al kirchnerismo. Al igual que los delasotistas y dasnevistas, se sentaron temprano en sus bancas para darle tranquilidad a PRO. De eso se trata ser aliado.
Otro respaldo inesperado llegó de cinco diputados del FpV, que profundizaron así la diáspora kirchnerista: tres misioneros (Maurice Closs, Silvia Risko y Jorge Franco), la tucumana Miriam Gallardo y la sanjuanina Graciela Caselles, quien armó un monobloque para negociar cómoda con el Gobierno.
La Casa Rosada se entusiasmó con el apoyo de algunos gobernadores peronistas que anudó Frigerio, pero la solidez de esos acuerdos se verá en el Senado, donde el oficialismo está en absoluta minoría.
La colaboración de los gobernadores Hugo Passalacqua (Misiones) y el tucumano Juan Manzur (que jugó a medias, porque Mirta Soraite votó en contra) no fue la única: los diputados de Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Sergio Uñac (San Juan) rondaron las bancas antes de que haya quórum, dispuestos a sentarse si hacía falta. Nadie duda que un día lo harán.
Fue un gesto a Rogelio Frigerio, su nexo con el Gobierno nacional y encargados de exigirles un voto cuando haga falta. Ayer se pegó una vuelta por Diputados pero su poder de fuego con los gobernadores se verá en el Senado, donde Cambiemos no puede aprobar leyes sin ayuda de un puñado de votos del FpV.
El nuevo recinto de Diputados sin mayorías consolidadas levantó el precio de los 17 del bloque peronista que lidera Diego Bossio. Son 14 escindidos del FpV y 3 peronistas alejados hace tiempo del kirchnerismo. Tuvieron tanto poder como Massa para cambiar el proyecto.
Como símbolo de la nueva era, ambos bloques se situaron el centro del hemiciclo, junto al resto de los aliados de Cambiemos. Al ala izquierda se mudó el Frente para la Victoria, reducido al grito de camporistas y kirchneristas puros como Juliana di Tulio, Diana Conti y Héctor Recalde.
Son esa minoría que levantó la voz dentro del peronismo tras la victoria de Cristina Kirchner en 2011 y ayer finalmente quedaron solos, porque muy pocos votaron con ellos por fuera de sus aliados Carlos Heller, el metalúrgico Oscar Martínez y el cordobés Juan Pereyra.
El rechazo al pago a lo holdouts lo completaron los 4 del FIT, los 3 de Libres de Sur, Alcira Argumedo y Omar Plaini, tal vez la única marca de Daniel Scioli en el Congreso junto a Cristina Álvarez Rodríguez.
Los diputados de izquierda se cuidan de no mezclarse con La Cámpora. Ni bien empezó la sesión se negaron a acompañar un pedido de Recalde para llamar a una consulta popular sobre la deuda. “Siempre lo pedimos y durante 12 años se negaron”, los atacó Pitrola. Y se abstuvieron.
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