por José Luis Jacobo
Fue señero al final del camino Emiliano Giri cuando planteó el ocaso del tiempo de Carlos Fernando Arroyo, y el inicio del de Guillermo Montenegro. Hoy, cohabitan incómodos una transición que debería ser plácida en tormentas fatuas que nada ayudan.
Al inicio fue todo bien. Una reunión en la que se dieron la mano, foto, y compromiso de trabajo conjunto. Horas después, un tweet puso todo patas para arriba, y la intrusión de Guillermo Arroyo, buscando un protagonismo que en nada beneficia su padre, hizo saltar las agujas del verbo por al aire.
Hay un mensaje de voz que Montenegro no quiere divulgar (por ahora, cuando menos) en el que “arroyito” —como se le suele mencionar— afirma que él, y solo él, tiene el poder, seguido de un farfullar incomprensible y amenazante que es lo que dinamitó todos los puentes.
Alejandro Rabinovich, de origen radical, porteño armador de la política de Montenegro en Mar del Plata, salió a expresar: «No vamos a regalar metros y metros de granza para que los amantes y las novias y los familiares queden en planta permanente de la Municipalidad». No es poca cosa tremenda afirmación.
Todos deberían advertir que forman parte de un mismo espacio socio cultural que, aunque se dio en formas separadas en las urnas, tiene líneas esenciales que recorren la sociedad de manera trasversal. Para Montenegro, la partida es compleja. Vidal perdió de modo aplastante en la provincia y la mesa de intendentes del PRO que se formó en estos días dice ciertamente que su condición de jefa primus iterpares está en el centro del debate.
En tanto aun no se define el gabinete, todos los días hay un desafío nuevo. No hay conversaciones políticas ni con Maxi Abad ni con Lucas Fiorini, sí con un sector del PRO local que trabajó fuerte en la campaña aún desde cargos en el municipio, lo que fue muy controversial durante todo el lapso de batalla política hasta las PASO.
La consigna de Montenegro es no dejarse apretar por actores locales a los que ven parte de un armado que sólo busca cargos y que no tiene compromiso con una gestión que deberá transitar los próximos cuatro años con la provincia gobernada por el peronismo en su versión Axel Kicillof, que no es peronista, aunque sí persona de toda la confianza de Cristina Elizabeth Fernández, vice presidenta electa de la nación.
Quien, precisamente a partir de una relación con la viuda de Néstor Kirchner, parece estar hallando el camino es Fernanda Montoto Raverta. Sería para ella el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, lo que implica, en la jerga de la política, “tener fierros” para trabajar el territorio y seguir construyendo imagen desde allí.
Alineados como patitos en fila están los desafíos de la gestión. El aumento que pretenden los guardavidas, que llevaría el monto de erogación a $63 millones en más para el ejercicio 2020, el ajuste del contrato de recolección de residuos, y una nueva tarifa plana de transporte publico.
Ahí Arroyo tiene la posibilidad de tender una mano al intendente electo. El ejecutivo tiene delegada la facultad de fijar la tarifa hasta el 2 de Diciembre. Si Arroyo usa esa atribución, Montenegro está dispuesto a compartir la foto en gesto de solidaridad política, evitando el factor de tener que soportar en pleno verano un debate por el boleto con un Concejo Deliberante que ya descuenta hostil.
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