La Argentina será la anfitriona del encuentro con mayores fricciones desde la crisis financiera global, sobre todo en comercio y clima; ante la dificultad de un consenso final, las reuniones bilaterales serán claves
Esta semana, la Argentina tendrá la suerte de acoger la Cumbre del G-20más importante desde la crisis financiera de 2008. Pero, rehén de populistas y autócratas, también quizá sea la más peligrosa y la que obtenga menos consenso. Incluso hasta podría verse obligada a terminar este cónclave histórico sin comunicado final.
Pero ¿acaso eso sería demasiado grave? Es verdad, los países del G-20 representan un peso económico dominante en el mundo: en su conjunto totalizan 85% del PBI global, dos tercios de la población del planeta, 75% del comercio y 80% de la inversión. Pero ese grupo informal, aunque institucionalizado, no es un gobierno planetario.
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Creado en 1999, el G-20 imprimió su marca sobre todo en noviembre de 2008, cuando propuso una respuesta a la crisis financiera más grave que había conocido el mundo desde 1930. Aquella respuesta fue sin duda insuficiente, pero tuvo al menos la virtud de crear un Consejo de Estabilidad Financiera encargado de coordinar el trabajo de reguladores financieros a nivel internacional. El G-20 funcionó entonces como un foro de cooperación económica. Pero pudo ser así porque el pánico era violento y el mundo tenía la voluntad de hacer un frente común.
Hoy nada es igual. Es difícil recordar otro momento en el que el G-20 se haya reunido en un marco internacional más dividido, enfrentado y amenazado por fracturas de todo tipo. Y sobre todo económicas. En 2008, China y Estados Unidos prometieron solemnemente "renunciar a toda medida de protección comercial". Ahora, un año y medio después de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, aquel espíritu de cooperación que parecía animarlos se evaporó como por arte de magia.
Lo mismo sucede con la coyuntura mundial. La guerra comercial desatada por Trumposcurece las perspectivas de crecimiento, provoca tensiones entre Estados Unidos y China, y también entre norteamericanos y sus principales aliados occidentales, sobre todo Europa y Canadá.
En el terreno político, el avance de los populismos en el corazón de Europa, Estados Unidos y América Latina, así como el fortalecimiento de las autocracias en Rusia, China, Turquía o Arabia Saudita, todos con sus sempiternas tentaciones aislacionistas, no permiten presagiar ningún atisbo de cooperación. Es en ese contexto de desconfianza y confrontación que se hará el G-20 en Buenos Aires. Colmo de la ironía, la Argentina del presidente Mauricio Macri , ferviente adepto de una economía liberal, vive en este momento una nueva crisis. Desde el punto de vista económico y político, es el país más vulnerable del grupo.
Por suerte, como país organizador la Argentina pudo escoger los temas que juzgaba prioritarios. Y -en el contexto de división global- tuvo además la inteligencia de dar la prioridad a los más consensuales. En la agenda oficial: los temas ligados al futuro del empleo y la educación en la era digital; la financiación de proyectos de infraestructura a favor del desarrollo, y la agricultura sustentable.
En otras palabras, el Gobierno intentó evitar posiciones intransigentes como el proteccionismo, la concertación sobre políticas monetarias o la lucha contra el calentamiento climático. Cada uno de esos temas tienen la virtud de sacar de quicio a Trump. Por esa razón, lo más importante en este G-20 serán las reuniones organizadas al margen de la agenda oficial. Se prevé que, en ese marco, se tratará lo relacionado con las paralizadas negociaciones sobre el tratado de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur; también la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Un elemento suplementario distingue a este G-20 de los anteriores: el sensible desapego popular a sistemas democráticos en los países occidentales, cuyos líderes ponían su peso en la balanza desde hace 20 años para hacer avanzar la cooperación internacional.
Entre esos dirigentes se encuentra el presidente francés, Emmanuel Macron , víctima de un creciente malestar popular y de uno de los niveles más bajos de opinión favorable de la Quinta República (29%). Angela Merkel, que hasta hace poco era la mujer más poderosa de Europa, llega tras haber anunciado el fin de su carrera política. La canciller alemana paga su coraje político en materia de inmigración enfrentada a las críticas incluso de sectores de su partido.
Cuando llegó al poder, muchos cuestionaron la capacidad de Justin Trudeau para convertirse en un auténtico líder. Hoy, esos mismos analistas consideran al premier canadiense como "la última esperanza democrática" del mundo.
A pesar de las turbulencias provocadas por su reciente acuerdo de Brexit con la Unión Europea (UE), Theresa May llegará con un sorprendente aumento de popularidad. En apenas una semana, la premier pasó de 30% a 40% de opiniones favorables, fruto de su determinación a hacer frente a los peores críticos del arco político británico.
Aunque nunca es fácil medir con exactitud el nivel de simpatía de los autócratas, en ese bloque la popularidad no parece últimamente demasiado pródiga. El chino Xi Jinping , cuyo país empieza a sentir el impacto de la guerra comercial con Estados Unidos, no solo enfrenta una fuerte oposición interna y el recelo de la mayoría de sus vecinos, sino que tampoco consigue establecer alianzas con ninguna potencia occidental para romper su virtual aislamiento.
Otrora considerado un auténtico zar por los rusos, Vladimir Putin vive el momento de menor popularidad de su larga carrera. Según el centro Levada, tiene 56% de imagen positiva, la peor cifra en cinco años.
Hace seis meses, Recep Tayyip Erdogan era casi un sultán; hoy, la simpatía de sus administrados se desplomó junto con el desmoronamiento de la libra turca. Su actitud pública ante el reciente asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul le devolvió, sin embargo, un protagonismo que el líder turco piensa aprovechar en Buenos Aires.
Es posible, justamente, que Erdogan se reúna en la Argentina con Mohammed ben Salman, el príncipe heredero saudita a quien todos los servicios de inteligencia del mundo consideran comanditario del asesinato, y que Trump defiende con uñas y dientes.
En ese contexto de tensiones serán importantes -más que nunca- las reuniones bilaterales. Putin debe reunirse con Trump para analizar la intención de Washington de abandonar el tratado de eliminación de misiles nucleares de corto y medio alcance (INF), que el republicano considera "obsoleto". Pero la reunión más tensa de todas sería la de Trump con Xi. El chino pide que el comunicado final del G-20 ponga el acento en la defensa del multilateralismo, una alusión inadmisible para el norteamericano que, únicamente interesado en su frente interno, se niega a firmar ese tipo de proclamas en un documento internacional.
Los cara a cara más esperados
Trump-Xi: Ante la escalada de la guerra comercial entre EE.UU. y China, de impacto global, la reunión entre ambos es la que genera mayor expectativa; tras meses de fricciones, se vislumbra una posible resolución al conflicto en Buenos Aires
Macri-May: Se reunirán en un momento delicado para la premier, que negocia con dificultad el acuerdo con la UE por el Brexit; el Presidente quiere concretar un nuevo vuelo comercial entre la Argentina y las Islas Malvinas, un paso para relajar el vínculo bilateral
Trump-Putin: Pesos pesados del poder global, se volverán a ver las caras en una reunión bilateral tras el primer encuentro con buena sintonía en Helsinki, que llevó a los críticos de Trump a acusarlo de coquetear con el Kremlin; la intención de EE.UU. de abandonar un tratado de eliminación de misiles, eje de la agenda
Erdogan-Mohammed: El asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Estambul sacudió el tablero de Medio Oriente, una región inflamable; en ese contexto de alta tensión entre Riad y Ankara, el príncipe heredero saudita, sospechoso de haber instigado el crimen, pidió reunirse con ErdoganTrump-Xi Ante la escalada de la guerra comercial entre EE.UU. y China, de impacto global, la reunión entre ambos es la que genera mayor expectativa; tras meses de fricciones, se vislumbra una posible resolución al conflicto en Buenos Aires
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