Santilli y Ritondo se encaminan a una contienda que parece inevitable. Tensión en la mesa PRO, respaldos nacionales y lazos más allá de la política.
Por Pablo Lapuente
De una u otra forma, los 17 comensales que este jueves escucharon los argumentos políticos de Diego Santilli y de Cristian Ritondo en el hotel Howard Jonhson de La Plata esperaban un principio de acuerdo entre ambos para evitar una interna sangrienta y avanzar con una estrategia electoral conjunta, pero no hubo caso. Ni la amistad ininterrumpida de tres décadas, ni las trayectorias cruzadas en la función pública que hoy los lleva, incluso, a compartir bancas en la Cámara de Diputados, son suficientes para que uno de los dos desista de sus ambiciones. Los separa la convicción de que tienen lo que hay que tener para ganar la elección en la provincia del 38% del padrón electoral nacional. De ahí que se conviertan en enemigos íntimos arriba de un ring auspiciado por los cuatro principales líderes del PRO.
Al igual que la primera cumbre presencial del partido amarillo, que se realizó en la localidad de Sierras Bayas, en Olavarría, en este nuevo encuentro, a las afueras de La Plata, los candidatos repitieron sus razonamientos electorales, inclusive con un tono de tensión en sus voces propio del inicio de la campaña. El Colorado pidió “defender los intereses de los intendentes” y no armar internas locales, quizá confiado en que 12 de los 20 intendentes que tiene el PRO le ratificarán su apoyo, como lo hicieron hace unos días en las redes sociales durante su lanzamiento al estilo Crónica con placa roja. El Cabezón reclama garantizar una competencia plural para darle volumen a la alianza, tal como sucedió en 2021 y, a su vez, asegurarse de que habrá un candidato o candidata local dispuesta a cuidar su boleta.
Un experimentado dirigente amarillo lo sintetizó de esta forma: “El quilombo más grande que hay es que Cristian hoy no tiene cerrado a la mayoría de los intendentes y el Colorado sí, y por eso el planteo que hace el Colorado es no armar internas donde están los nuestros y el de Cristian, lo contrario, porque se pregunta quién le va a cuidar su boleta y la del candidato a presidente que lleve”.
El desequilibrio en los respaldos territoriales quedó expuesto también en el ring inclinado de la cumbre platense. De los 17 presentes que posaron para la fotografía, 13 respaldan a Santilli, uno se declara prescindente y el resto, aunque no lo admita, es muy probable que vitoree en los últimos rounds a favor de Ritondo.
Jorge Macri, Soledad Martínez, Julio Garro, Diego Valenzuela, Ezequiel Galli, Héctor Gay, Pablo Petrecca, Javier Martínez, Daniela Reich, Christian Gribaudo, Silvia Lospennato, Martiniano Molina y Ramiro Tagliaferro están con Santilli; Alejandro Rabinovich, al igual que su jefe político –Guillermo Montenegro–, no marca su postura; Néstor Grindetti y Adrián Urreli van detrás de un proyecto paralelo para entronar al lanusense, pero admiten que si no funciona unirán fuerzas con el exministro de Seguridad bonaerense. Florencia Retamoso se alínea como puede a lo que diga Patricia Bullrich, eso si se tiene en cuenta que en ningún momento de la reunión habló para defender los intereses de la jefa de los halcones, que con el viaje a caballo de Javier Iguacel a la Cordilleray el desplazamiento de Gerardo Milman de la toma de decisiones se quedó sin voz ni voto en la mesa política.
Aún así, Ritondo es consciente de que uno de sus principales fuertes no está en la base del partido, sino en su cúpula. Es que tiene el respaldo de tres de las cuatro cabezas: Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y -algo más enigmática en público- Patricia Bullrich. A su manera, el expresidente lo envuelve en elogios porque lo observa como una garantía de “transformación” y lo recibe de manera regular en sus oficinas del séptimo piso de las oficianas en avenida Libertador, el mismo lugar al que más de una vez también fue Alex Campbell, el armador territorial del ritondismo. Por ahora, algunos recuerdan que el Colorado no atravesó ese umbral para tomarse una fotografía con el ingeniero y de momento sólo cuenta con una tomada al pasar en Mar del Plata.
Por herencia casi natural, la exgobernadora le cedió no sólo su respaldo público sino también lo que quedó de su estructura en la provincia, mientras que Bullrich aguarda impaciente que se sume como su principal candidato a gobernador, pese a que hoy impulsa a otros tres: Grindetti, Iguacel y Joaquín de la Torre. De ahí que después del asado a puertas cerradas en la casa de Alejandro Finochiaro en Devoto a fines del año pasado hayan ordenado que se crucen sus equipos técnicos más de una vez. Uno de ellos se animó también a decir que están detrás de “una nueva foto de Ritondo y Bullrich”, pero, por ahora, nada confirmado.
Al otro extremo de estos tres líderes nacionales, se ubica Horacio Rodríguez Larreta, que le presta a Santilli no sólo la vidriera nacional de la ciudad más rica del país, sino también todos los dirigentes que están detrás de su iniciativa presidencialista.
De todos modos, pese a la tensión en el salón principal del Howard Jonhson o en el comedor del primer piso en Rincón Soñado, muchas de las definiciones que hoy no encuentran probablemente se alinearán en base a lo que digan las principales encuestas más adelante; en base a los números que arrojen los sondeos los líderes de la cúpula tomarían decisiones. Sus perfiles políticos –uno, más carismático y moderado para el diálogo de café; el otro, más barrial y cotidiano para el barro del conurbano– y sus orígenes en el justicialismo en territorio porteño son similares, casi tanto como sus intenciones de ir por todo para ocupar el sillón de Dardo Rocha.
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