Por: Nelson Castro. Milei dejó una buena impresión en su visita a la Casa Blanca, mientras que la saga de sus nombramientos muestra amateurismo.
El punto más alto de la agenda presidencial de la agitada semana que pasó, fue la reunión que Javier Milei tuvo con el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. Esta reunión representó un hecho excepcional en la historia de la relación de los Estados Unidos y la Argentina, ya que fue la primera vez que un presidente electo fue recibido en la Casa Blanca y nada menos que por un funcionario de primerísimo rango. El encuentro, que se desarrolló en el Edificio de Oficinas Ejecutivas Eisenhower, ubicado en el ala oeste de la residencia, se concretó por una decisión del mismísimo Joe Biden, quien ese día no se encontraba en Washington porque había viajado al estado de Georgia para asistir a los funerales de Rosalyn Carter. Quien también tuvo un rol muy importante en la concreción del viaje fue el embajador estadounidense, Marc Stanley. Stanley es un hombre muy activo que tiene una muy buena relación con toda la dirigencia política vernácula y una cabal comprensión de su funcionamiento. Su desprecio hacia Donald Trump es conocido por quienes lo frecuentan y gozan de su confianza.
Los objetivos principales de la administración Biden para recibir a Milei en Washington –en donde su cercanía con Trump preocupa–, fueron, en esencia, tres: el primero, conocerlo en persona y ver si el presidente electo seguía siendo el personaje irascible y rocambolesco que se vio en la campaña; el segundo, escuchar de su propia voz sus planes de gobierno y la forma en que piensa llevarlos a cabo; y el tercero, hacerle saber que el respeto de los derechos humanos, de las instituciones y de la pluralidad junto con el cuidado del medio ambiente son temas prioritarios en la agenda del presidente Biden.
“La impresión que dejó Milei fue muy buena. Se vio a alguien desempeñándose no como candidato sino como el presidente electo de la Argentina” señalaba en el frío atardecer del martes una voz de la Casa Blanca que sabe toda la trama de ese encuentro histórico desde su génesis hasta el después. La duda que persiste está referida a cuán factible será la implementación de varias de las medidas sobre las que se explayó Milei. Causó impacto escucharlo hablar de su inamovible decisión de llevar adelante el ajuste del que habló a lo largo de toda la campaña. El plan inicial implica un recorte en los gastos, aún mayor al que piden EE.UU. y el FMI.
Un punto que también es importante para el gobierno norteamericano es el nuevo tipo de relación que el presidente electo pretende mantener con China. Aclarado ya que no va a haber ruptura con el régimen de XI Jinping, la visión compartida acerca de la necesidad de poner un freno a la expansión de China en la región es algo muy apreciado en Washington.
Así como la administración Biden ayudó al gobierno saliente, así lo hará también con el gobierno entrante. Por eso, el designado ministro de Economía, Luis Caputo, permaneció un día en la capital estadounidense con el fin de avanzar con las tratativas para un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hay que recordar que los Estados Unidos ocupa el segundo cargo directivo del organismo internacional y, por otra parte, la presidencia del Banco Mundial. Por supuesto que no todo es una fiesta con alfombra roja. En Washington necesitan ver concretados los primeros pasos del plan de ajuste de Milei antes de aprobar cualquier desembolso de dinero para nuestro país. El paquete inicial apunta a moderar el gasto público eliminando subsidios a las tarifas, desenchufando la obra pública y recortando las jubilaciones de privilegio.
Por supuesto, acompañado de una devaluación programada y una fuerte desregulación de diferentes sectores de la economía. “Si el Estado no interviene, se abren las puertas a la competencia” –sostienen. A mediados de semana, volvió a aparecer con fuerza el nombre de Federico Sturzenegger. El Presidente electo lo elogió en público y en privado. Lo quiere en su staff desde que le hizo llegar un sólido y kilométrico plan para eliminar de un plumazo más de 3 mil regulaciones entre leyes que se superponen y comunicaciones redundantes.
La forma en la que Luis Caputo se mueve, ha puesto en alerta a algunos dirigentes de La Libertad Avanza. Desde su llegada, se anotó la salida de Emilio Ocampo como hombre fuerte del Central –postergación de la dolarización incluida–, al tiempo que digita con asertividad la arquitectura para rodearse de sus amigos. Toda la saga de nombramientos ha sido el talón de Aquiles de los primeros pasos del gobierno electo. El caso de Carolina Píparo en Anses sirvió apenas como una muestra. El mismo destrato lo sufrieron otros dirigentes como el diputado Omar De Marchi, a quien le aseguraron que sería secretario de Educación bajo la estructura de Sandra Pettovello y al cabo de unos días no le atendieron más el teléfono. Falta de cintura política y de buenos modales. Algo similar ocurrió con el tridente de asesores económicos, encabezado por Carlos Rodríguez quien optó por tomar una prudente distancia ante tantos movimientos teñidos de amateurismo.
En los últimos días reapareció la figura de Pancho Cabrera, exministro de Producción de Cambiemos. Luis Caputo quiere contar con hombres allegados a él en el área de Industria.
La novedad le pega de lleno a Federico Ovejero, exvicepresidente de General Motors, quien trabajaba con su equipo dentro de ese ámbito del armado libertario. Es difícil de creer que todo este movimiento no tan subterráneo no cuenta con el visto bueno de Mauricio Macri. Sea como fuere, el futuro titular de la cartera económica continúa concentrando poder.
Mientras tanto, se conoció una decisión vergonzosa del todavía presidente Alberto Fernández. A pesar de su intrascendencia todavía le queda capacidad de daño. Mediante el DNU 647 del 30 de noviembre, a sólo diez días del cambio de mandato, el Gobierno aumentó el Presupuesto 2023 en $ 1,87 billones.
La justificación que aparece en los considerandos es irrisoria y muy poco creíble: “corresponde adecuar el Presupuesto vigente de diversas Jurisdicciones y Entidades del Sector Público Nacional, con el objeto de afrontar gastos impostergables para su normal funcionamiento”. La Navidad se adelantó y Fernández se calzó el gorro de Papá Noel antes de volver al llano. Esta actitud, contraria a la necesidad de ahorro y financiamiento que el Estado necesita, no peca sólo de carencia de lógica, es una ofensa directa a la voluntad popular que mediante su voto eligió terminar con el despilfarro en las cuentas públicas apostando por un modelo de conducción diametralmente opuesto al actual.
La democracia ejercida con responsabilidad es un concepto que el kirchnerismo nunca quiso asimilar.
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