El riojano asegura que para que la elección sea viable y transparente, debe haber cerca de 30.000. Cristina Kirchner considera que con 6500 se puede organizar sin problemas
Por Joaquín Múgica Díaz
Esta tarde, a las 18:30, la junta electoral del PJ Nacional empezará a darle forma a la elección que protagonizarán Cristina Kirchner y Ricardo Quintela el 17 de noviembre. Cuando faltan 23 días, para que se lleven adelante los comicios, la discusión interna está centrada en la organización, la logística, la financiación y los centros de votación.
Desde que se presentaron las listas, en el quintelismo expresaron su disconformidad con la organización de la elección. “Hace meses saben que hay una elección y no coordinaron nada”, se quejaron cerca del Gobernador, poniendo el foco en la junta electoral, que preside el formoseño Armando Cabrera, un afil de Gildo Insfrán.
Es por eso que las acusaciones atraviesan al órgano partidario y llegan hasta el campamento kirchnerista, ya que aseguran que, en su mayoría, los dirigentes que componen la junta responden al mundo K. “En términos de tiempo, no hay forma de hacer esta elección bien. Salvo que quieran entregarle el partido a Cristina. Tal vez quieren eso”, sentenciaron en el espacio del riojano.
Desde el Instituto Patria se desmarcaron de las acusaciones. “Es una mentira que la junta electoral está copada por el kirchnerismo. Incluso fuimos nosotros los que pedimos flexibilizaciones para que acepten la lista de Quintela”, advirtieron. La referencia tiene que ver con la solicitud de Cristina Kirchner para que la junta acepte la lista rival más allá de una serie de irregularidades marcadas por sus apoderados. Fue un centro envenenado.
Quintela durante su recorrida de campaña en Córdoba
La cancha electoral está completamente embarrada. Es como si en los últimos cinco días hubiesen llovido 400 milímetros de agua sobre el descampado donde se se van a cruzar CFK y el “Gitano”. Se acusan con avales falsos, se reprochan sus mezquindades y se chicanean por deporte. En el medio de esa disputa uno de los temas centrales es la cantidad de urnas que se necesitan para realizar la elección nacional.
La falta de acuerdo reside en un punto central. Entre la cantidad de urnas que el kirchnerismo y el quintelismo consideran que debe haber, hay una diferencia de 24.000. Una distancia insalbable que anticipa un debate caliente y una hilera de reproches inagotables. Esta tarde los apoderados de Quintela le enviarán a los integrantes de la junta electoral una carta con una serie de solicitudes, dudas y sugerencias. Entre esos puntos figurará el tema de las urnas.
El gobierno nacional le otorgó 3200 urnas al PJ. Unas 3000 más serían aportadas por varios gremios del país que están inmiscuidos en la discusión interna del peronismo. Con ese total para el kirchnerismo alcanza y sobra. El partido tiene un padrón de 3.500.000 millones de afiliados. Estiman que puede votar cerca de un 10%. Serían 350.000 afiliados divido en 6000 urnas, lo que da un total promedio de 58 afiliados por urna. Esa es la cuenta que hacen en el subsuelo K.
En el quintelismo aseguran que para que la elección sea transparente y viable, debe haber unas 30.000 urnas. Entienden que de esa forma los comicios serán más abarcativos y puede haber urnas en ciudadades más chicas del país. Sino quedará todo supeditado a los grandes centros urbanos. Por eso consideran que es “irrelevante” el número de seis mil y que no se puede hacer una elección con legitimidad si solo se cuenta con esa cantidad.
Esta semana comenzó una campaña fuerte del kirchnerismo para respaldar la candidatura de CFK al PJ
“Tenemos la certeza de que a mayor cantidad de votantes, más posibilidades tiene Quintela de ganar la elección. Y los votantes del Gitano son los que están distribuidos en todo el país, no los que se concentran en el conurbano, donde es fuerte La Cámpora”, analizó uno de los dirigentes más cercanos al gobernador riojano.
En el entorno de Quintela consideran que el peronismo del interior hace tiempo que quiere participar de una elección del PJ, que siente un fuerte rechazo frente al kirchnerismo y que se movilizará en esta discusión de poder que tiene como eje central a Cristina Kirchner. “Vamos a tratar de que haya urnas en todos lados. Que no quede un afiliado, detrás de un cerro, sin poder votar”, sostuvo uno de los apoderados del mandatario norteño. Es una batalla épica que intentan alimentar todos los días.
Desde el kirchnerismo duro mostraron los dientes. Creen que el bando opositor solo quiere dilatar las elecciones porque siempre jugaron a que la ex mandataria se bajara de la contienda. “¿Hacen 5 meses están recorriendo el país y ahora dicen que no se puede hacer la elección? O son poco serios o tienen miedo. O las dos cosas”, sentenció una voz de peso dentro de La Cámpora.
En las últimas 48 horas Ricardo Quintela estuvo de gira en Córdoba. Allí volvió a apuntar contra el liderazgo de la ex presidenta. La confronta con sutileza y sin nombrarla. “Buscamos conducir los destinos del peronismo porque vimos un vacío de conducción muy fuerte que generó una desidia entre los compañeros, fundamentalmente entre aquellos que tienen responsabilidades de conducir los destinos de sus provincias”, señaló.
En el quintelismo destacan que su vocación es que se vote pero que ven muchas deficiencias en la organización del proceso electoral. Hacen hincapié, principalmente, en el corto plazo para realizar la impresión de boletas, el traslado de las urnas y la contratación de un sistema que pueda contabilizar la cantidad de votos y procesar la información con cierta rapidez.
“Hay que trasladar urnas, abrir escuelas y clubes. No hay que transportar un reactor nuclear. Si el peronismo no puede organizar una elección partidaria en un mes, entonces no puede ser una opción de poder en la Argentina”, fue la definición, cargada de ironía, que utilizó un nombre propio muy cercano a CFK para remarcar que la elección se tiene que realizar y que postergarla hasta marzo, como quieren algunos dentro del esquema de Quintela, podría abrir la puerta a una nueva intervención. Un escenario posible que nadie quiere.
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