A Massa le pasó en el arranque del año electoral, todo lo malo que le podía pasar. Por eso, el derrumbe de su armado no se debe a un solo factor, sino a una conjunción. En primer lugar, sus propios errores políticos. En busca de explicar su derrotero, la semana pasada el ex intendente de Tigre reconoció ante Jorge Lanata en Radio Mitre que había cometido errores, pero no blanqueó cuáles eran. “El día a día te consume y dejás de hablar de las cosas importantes. Uno es humano y comete errores. Me tiene que servir como aprendizaje”, dijo.
El primero fue aventurarse a la campaña más larga de la historia desde el regreso de la democracia. De dos años de duración, quedó formalmente inaugurada el 28 de octubre de 2013, al día siguiente de su triunfo en la provincia de Buenos Aires. Los seguidores de Massa se abrazaron a la idea de un viento de cola imperecedero que se agotó antes de la fecha señalada. La liga de intendentes –en su mayoría jóvenes- que comandó el triunfo de 2013 quedó opacada por la legión de sobrevivientes del menemismo, el duhaldismo y el kirchnerismo que se sumaron al barco renovador.
Massa esperó al peronismo oficialista sin éxito y fue a buscar al radicalismo pero Carrió, Mauricio Macri y Ernesto Sanz se interpusieron en esa construcción (los rivales también juegan).
A criterio del antikirchnerismo, Massa demoró sus críticas a La Cámpora y a la corrupción del gobierno. Sin embargo, durante 2014 el ex jefe de Gabinete acentúo su perfil manodurista con críticas al garantismo, una oposición férrea al Código Penal y alertas sobre la salida de delincuentes horrorosos a las calles. Aunque a Massa –como gran parte de la dirigencia política- habla de la muerte de las ideologías, lo cierto es que quedó a la derecha de Macri, que había enviado a Federico Pinedo a elaborar el anteproyecto de Reforma del Código Penal junto a Eugenio Zaffaroni y Ricardo Gil Lavedra. Se corrió de la ancha avenida y fue a pelear con Macri en su vereda.
“Sergio tiene que salir a negociar a los próximos días porque si no se le desbanda todo”, advierten. El optimismo es tanto que –según declaran- ya no le pueden ofrecer ni la gobernación bonaerense. “Eso era en marzo, ahora ya no”. Massa necesitaría una salida decorosa para bajarse de su candidatura presidencial pero hoy Macri no piensa en ofrecérsela. En todo caso, afirman a su lado, deberá ser el ex jefe de Gabinete el que la invente, algo que personalmente no piensa hacer. Las gestiones -y las operaciones- están en manos de De Narváez, pero el tiempo juega en contra de Massa.
La algarabía del macrismo sólo reconoce una contraindicación: en la provincia de Buenos Aires, salvo Cariglino, la mayoría de los dirigentes que se van del FR se acerca a Scioli. Sandro Guzmán, de Escobar, Giustozzi en Almirante Brown, Cacho y Juanjo Álvarez, en Avellaneda y Hurlingham. Se verá si sus votantes los siguen o no.
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