La elección más trascendente en 40 años

La elección más trascendente en 40 años

Por: Gustavo González. Esta noche se verá de nuevo cuál es la verdadera distancia entre lo que los sondeos pronosticaron y la realidad. Recién entonces sabremos la magnitud del salto que la sociedad argentina está dispuesta a dar.

Ninguna de las 28 encuestas conocidas en los 45 días previos a las PASO dio ganador a Javier Milei.

En 18 de ellas, ni siquiera llegaba a los 20 puntos y en las 10 restantes apenas los superaba. El ganador en 25 de los 28 sondeos era Juntos por el Cambio. Para los otros tres era Unión por la Patria.

Esas 28 encuestas corresponden a los consultores cuyos resultados y análisis suelen aparecer en los medios. Personas más o menos conocidas, más o menos respetadas. Sujetos supuestos de saber que no solo cumplen con el mito tribal de anticipar lo que va a suceder, sino que aportan un respaldo científico a la construcción de la opinión publicada.

Por eso, la opinión publicada pre-PASO era que Milei era un fenómeno que sería derrotado por las coaliciones tradicionales. Fallaron, como cuando en las pre-PASO de 2019 sostenían que Mauricio Macri sería reelecto.

El fin de los pronósticos. Desde que se conocieron los resultados de las primarias todo cambió. Se publicaron 38 encuestas para intentar pronosticar de nuevo el futuro. El resultado fue que los sondeos que antes no registraban la menor chance de triunfo de quien saldría primero, desde las PASO lo empezaron a mostrar como el claro ganador de estas elecciones generales. Eso al menos es lo que registraron 36 de los 38 sondeos.

Es cierto que las encuestas electorales hace tiempo que dejaron de servir para lo que fueron creadas y que, en muchos casos, no solo no logran anticipar el voto de la sociedad, sino que ni siquiera consiguen adivinar sus tendencias. Los encuestadores son conscientes del problema. Lo atribuyen al costo de los estudios presenciales y su reemplazo por otros virtuales, más baratos, que suelen ser respondidos por aquellos políticamente más intensos o de mayor edad. Cada vez les es más difícil hallar a personas dispuestas a contestar preguntas. También explican que no todos son errores, sino que hay encuestas distorsionadas a propósito para beneficiar a quien las paga.

La duda de fondo es si las cambiantes complejidades de las sociedades contemporáneas son posibles de ser anticipadas.

¿Qué encuestador hubiera sido capaz de pronosticar que un político que justifica la dictadura, insulta al Papa y cree ser asesorado por sus perros a través de comunicación extrasensorial encabezaría las encuestas para presidir la Nación?

No digo de pronosticarlo hace diez años, sino hace diez meses.

Referéndum. Si las encuestas ya venían en crisis, cómo pedirles que anticiparan este principio de ruptura con el sentido común aceptado desde el fin de la dictadura y que tan bien representan los votantes libertarios.

Hoy se conocerá la magnitud de ese malestar cuando se lean los resultados electorales como un referéndum entre los que creen que hay que romper todo y los que entienden que solo hay que romper lo que está mal.

Ese viraje social es el principal protagonista de estas elecciones. Gane quien gane. Porque ese cambio que ya se instaló va a generar nuevas alianzas sociales y de representación política.

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Gane o pierda Milei, el importante caudal de votos que habrá obtenido pretenderá un protagonismo distinto que pondrá en jaque el consenso social logrado desde la recuperación democrática.

Gane o pierda Massa, entrará en cuestión la relación de fuerzas entre los distintos peronismos y el rol que ocuparán Cristina Kirchner y su núcleo duro camporista.

Gane o pierda Bullrich, habrá un reacomodamiento similar en el que también se pondrá en debate el lugar del otro expresidente, fundador de ese espacio.

Las próximas rupturas. Dejando de lado a un presidenciable inesperado como el libertario, del que se podría decir que ya ganó, aunque pierda (y, si perdiera, quizá ganaría más que si debiera afrontar ahora el desafío de ser jefe de Estado), la atención de lo que viene estará puesta en las coaliciones oficialistas y opositoras.

El acto de esta semana encabezado por Massa y Kicillof podría ser un indicio de ese futuro. Ya sea porque ambos ganen sus elecciones o porque, en cualquier caso, pueden llegar a representar a una nueva generación de peronistas (el gobernador tiene 52 años, seis meses más que el ministro), heredero uno del peronismo más moderado y el otro del kirchnerismo no camporista. La chance de que eso ocurra estará, claro, en directa relación con el resultado de los comicios.

Por su parte, si Patricia Bullrich no terminara en la Casa Rosada, el fantasma de la ruptura sobrevolaría a Juntos por el Cambio. Porque esta alianza habría sido derrotada por un político sin estructura alguna y/o por el candidato de un gobierno con tres dígitos de inflación.

Si eso sucediera, el cuestionamiento sería razonable: ¿qué habrán hecho tan mal para no poder imponerse a tales contrincantes? ¿Todavía afecta tanto el recuerdo de la gestión de Macri? ¿Por qué no supieron ofrecerse como la oposición racional capaz de garantizar gobernabilidad frente a un anarco capitalista agresivo, sin estructura nacional y sin experiencia?

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Y un interrogante más: ¿cuánto tardaría en romperse JxC si quien triunfa es Milei y Macri decide apoyarlo como ya anticipó?

Un triunfo, en cambio, terminaría de cohesionar a la coalición, pero tampoco evitaría ciertos reacomodamientos. Con la ingrata experiencia de la líder de un espacio disputando poder con el Presidente, resulta difícil imaginar que un nuevo gobierno se exponga a replicar el mismo error. Eso significaría que, llegado a ese punto, Bullrich debería dar señales claras de que no será Macri quien gobierne a través de ella.

Que es la lección que Massa jura haber aprendido.

Oso, tigre, pato. En cualquier caso, lo que viene será muy distinto a lo conocido.

Porque si el futuro fuera anarco capitalista, para irse preparando les recomiendo leer con detenimiento el reportaje de hoy al Premio Pullitzer, Matthew Hongoltz-Hetling, autor del libro Cuando un libertario se encuentra con un oso. Allí investigó lo que ocurrió en un pueblo de los Estados Unidos cuando se aplicó ese modelo.

Y si el futuro fueran Massa o Bullrich, es posible que el modelo económico que venga con cualquiera de ellos sea más ortodoxo y restrictivo que el de los últimos años.

Aunque en la campaña electoral se hayan mostrado tan distintos, la diferencia de lo que ambos equipos proyectan no es tan lejana.

Esta noche se verá de nuevo cuál es la verdadera distancia entre lo que los sondeos pronosticaron y la realidad.

Recién entonces sabremos la magnitud del salto que la sociedad argentina está dispuesta a dar.

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