A un día de que Arabia Saudita ejecutara a un clérigo chiíta opositor y que manifestantes atacaran las embajadas en Irán e Irak, el presidente iraní calificó de "injustificable" el asalto, mientras el Ayatollah, Ali Jamenei, prometió "un castigo divino" por la muerte del clérigo.
La explosión de ira más importante se vivió en Irán, en donde cientos de manifestantes incendiaron la embajada saudita en Teherán y atacaron uno de sus consulados en la ciudad de Mashhad durante la madrugada, según informó la agencia de noticias EFE.
El presidente iraní, Hasan Rohani, calificó de "injustificable" el asalto y pidió castigar a los responsables, sin embargo, el Ayatollah, Ali Jamenei, la máxima autoridad de la teocracia que gobierna con mano de hierro el país desde 1979, condenó la ejecución de Al Nimr y prometió "un castigo divino" para la monarquía saudita.
La ejecución de al Nimr fue un "error político del gobierno saudí", concluyó el máximo dirigente de la República Islámica, la potencia regional chiita que desde los años 80 disputa el liderazgo religioso y geopolítico de la región con la monarquía sunnita más poderosa de Medio Oriente, Arabia Saudita.
Pese a las más de 40 detenciones y al cordón policial que Rohani, un dirigente moderado, ordenó colocar alrededor de la embajada saudita en Teherán, cientos de manifestantes volvieron a concentrarse frente a la sede diplomática, forcejearon con las fuerzas de seguridad y pidieron "venganza".
La tensión escaló a tal punto que tanto Estados Unidos como la Unión Europea intermediaron entre Arabia Saudita e Irán para calmar la situación y evitar un nuevo conflicto, que tiene el potencial de arrastrar a toda la región.
En un hecho inesperado, la monarquía conservadora sunnita de Arabia Saudita ejecutó ayer a 47 condenados a muerte de forma simultánea con sables y fusiles. Las víctimas eran principalmente extremistas sunnitas, muchos de ellos miembros de Al Qaeda, pero también incluyeron a cuatro disidentes chiitas, entre ellos Al Nimr.
El jeque chiita fue una de las caras visibles de las protestas antigubernamentales de 2011 y 2012, inspiradas en los levantamientos conocidos como la Primavera Árabe, que por entonces sacudían a muchos de los países vecinos, inclusive derrocando a longevos gobernantes autoritarios.
Las autoridades sauditas acusaron al jeque Al Nimr de "lanzar una guerra contra Dios" a través de sus críticas feroces a una monarquía que gobierna desde los años 30 uno de los países más ricos en petróleo del mundo y uno de los aliados más incondicionales de Estados Unidos en Medio Oriente.
Al Nimr se convirtió en los últimos años en un símbolo de lucha para muchos chiitas en Medio Oriente. Por eso la otra reacción más fuerte se sintió en Irak, el otro país de la región en donde esta rama del islam es mayoría.
Varios jeques, gobernantes y líderes chiitas iraquíes condenaron hoy la ejecución del clérigo opositor saudita, apenas horas después de que la embajada saudita en Bagdad fuera atacada, replicando el asalto en Irán.
En un tono mucho más moderado que su par iraní, el Ayatollah Ali al Sistani, la máxima autoridad chiita de Irak, calificó la ejecución de Al Nimr de "injusticia y agresión" y envió su pésame a las familias de los 47 personas que murieron ayer a manos del Estado en doce localidades de Arabia Saudita.
En la misma línea se pronunció el primer ministro iraquí, Haidar al Abadi.
Dijo que recibió con "completo pesar y gran sorpresa" la ejecución del clérigo chiita y advirtió a sus vecinos sauditas que "tapar bocas y liquidar a los opositores va a traer más destrucción a los gobiernos y los pueblos".
Otros referentes de la comunidad chiita local, en cambio, no fueron tan moderados ni cautelosos y llamaron a tomar represalias.
El grupo Asaib Ahl al Haq (Liga de los Justos) pidió públicamente al gobierno iraquí que ejecute a los sauditas y extranjeros condenados por delitos de terrorismo en el país, mientras el conocido lider chiita y uno de jefes milicianos más importantes de la resistencia durante la ocupación de Estados Unidos, Muqtada al Sadr, instó al Al Abadi a que suspenda la reciente reapertura de la embajada saudita en Bagdad.
Tras 25 años de estar cerrada, Riad reabrió su embajada en la capital iraquí, en un gesto de los esfuerzos de ambos países de mejorar sus relaciones, un proceso impulsado y mediado en todo momento por un aliado de ambos gobiernos, Estados Unidos.
Otra voz chiita que se hizo escuchar hoy fue la del movimiento islamista armado, Hezbollah.
Desde Líbano, el líder del grupo político Hassan Nasrallah, acusó a Riad de haber mostrado su "verdadera cara despótica, criminal, terrorista y takfirí (sunnita radical)" en un discurso difundido por el canal de televisión del movimiento, Al Manar.
"La ejecución de Al Nimr es un crimen grave cometido por la familia de los Saud (reinantes en Arabia Saudita) y tendrá repercusiones en el mundo y más allá", pronosticó el líder de uno de los grupos armados chiitas más activos de Medio Oriente.
El repudio y la ira chiita también se sintió en Bahrein, un pequeño país en donde la comunidad chiita es sistemáticamente discriminada y reprimida por la monarquía sunnita en el poder.
Pese a las advertencias del gobierno, cientos de chiitas salieron a las calles del sur de la capital, Manama, al grito de "Al Nimr es nuestro martir" y fueron reprimidos por la policía con camiones hidrantes.
Comentá la nota