En el Frente de Todos existía coincidencia en marcar la gran elección que hizo Lula, al llegar en primera vuelta al 48,5%. Pero también admitían la preocupación por la consolidación de un espacio de ultraderecha, una novedad en la política de la región. Para explorar las posibles consecuencia en la campaña argentina, aconsejaban esperar ver lo que quedaba de campaña y el resultado del segundo turno del 30 de octubre.
En el Frente de Todos coincidían en remarcar la muy buena elección que había hecho Luiz Inácio Lula da Silva el domingo en Brasil, por más que no consiguiera ganar en la primera vuelta. El otro dato, más sorpresivo, era la preocupante consolidación de un voto de ultraderecha con Jair Bolsonaro como principal referente, comandando el principal grupo legislativo y gobiernos estaduales. Se trata de un dato nuevo para la región, que muchos buscarán copiar como Patricia Bullrich - que el fin de semana encabezó una marcha contra los mapuches en el sur- y Javier Milei -quien en Tucumán salió a poner en duda el número de desaparecidos en la dictadura-. Las dudas pasaban por cómo responder desde los sectores progresistas a esa derecha de odio, si con una moderación del mensaje para atraer al votante de centro o, por el contrario, afirmarse desde las posiciones de izquierda. "Veremos qué hace Lula para la segunda vuelta", se atajaban antes de dar una conclusión.
Las encuestas confundieron porque habilitaron la ilusión de un triunfo de Lula en primera vuelta, además de un Bolsonaro con un porcentaje mediocre. Ni Lula ni Dilma Rousseff ganaron nunca en primera vuelta, así que menos habría que haberse ilusionado con esa idea luego de la formidable campaña de demonización llevada adelante durante años contra el líder del PT, que incluyó 580 días de cárcel. "El 48,5% de Lula es extraordinario, se lo naturalizó porque lo anticipaban las encuestas pero no dejar de ser una elección impresionante", comentaba un dirigente del Frente de Todos que trabaja en los temas de la región y mantiene contacto frecuente con varios líderes y ex presidentes.
Pero casi tan impactante como eso era la cosecha de Bolsonaro, a caballo de un discurso primitivo, se diría que de otro siglo. Esto sucede luego de una bochornosa gestión, con una pésima administración de la pandemia, lo que habla de un voto jugado a las ideas de ultraderecha. Como sucede en Estados Unidos con Donald Trump, en Francia con Marine Le Pen o recientemente en Italia con Giorgia Meloni, ahora tenemos un elector de este tendencia afincado en el país más importante de la región.
"Lo que sucedió en Brasil nos tiene que preocupar. Si seguimos con este gobierno indefinido, que no le encuentra la vuelta a los problemas, es muy probable que nos pase lo mismo", adelantaba un dirigente oficialista con responsabilidades diplomáticas. Reclamaba una gestión mucho más resuelta, que claramente trabaje para recomponer el poder adquisitivo de los salarios y se entrometa en la fijación de los precios. Más controvertido, también sostenía que debían dejarse de lado reclamos que supuestamente sólo interesan a pequeños sectores de la clase media, como, por ejemplo, la agenda de género. "Hay insatisfacción social y desde el campo nacional y popular parecería que no tenemos una respuesta. La ultraderecha tiene un discurso espantoso: habla contra los inmigrantes, de meterle bala a quienes delinquen, de terminar con el sindicalismo, pero ofrece una especie de respuesta que la gente empieza a comprar", continuaba el análisis.
Mucho se habló en los meses previos acerca de que el triunfo de Lula habilitaría el camino para la consagración de Cristina Kirchner para un tercer mandato en 2023. Pasó la primera vuelta y en el Frente de Todos existía la plena certeza de que Lula ganará la segunda ronda el 30 de octubre, pero ya no estaba tan claro qué consecuencias tendría para la política argentina, más allá de la recuperación de un aliado regional fundamental. "Yo creo que hay que esperar ver el discurso de Lula para esta parte de la campaña porque ya avisó que iría a buscar a los que estaban indecisos. Lleva de vice a un dirigente de derecha y si modera todavía más su mensaje será complicado de capitalizar para nosotros", analizaba un legislador del Frente de Todos. Ni qué hablar respecto a cómo transcurriría el primer tramo de la hipotética gestión lulista, con un Congreso en contra y mayoría de gobernadores opositores, obligado a negociar cada medida. Nadie esperaba un Lula con el ímpetu transformador de sus primeros años.
"Cada uno le va a interpretar la elección como la pensaba desde antes: el que está en contra de que se presente Cristina va a argumentar que hay que hacer una alianza amplia como lo hizo Lula y los que estaban a favor dirán que Lula forzó en su campaña un discurso de izquierda. Lo que queda claro es que los liderazgos no se construyen con ingenios en el Tik Tok", explicó el consultor Alfredo Serrano Mancilla, titular del Celag, en El Destape Radio. Según Serrano Mancilla, hay un fenómeno a nivel mundial que es el vaciamiento del espacio del centro político, como ya se había visto en las últimas elecciones en Colombia, Perú y Chile, que se ratificó este domingo en Brasil. Lo que se verifica es una "derechización de la derecha" y una conducta mayoritaria por ir a votar "en contra de". Si eso beneficia o perjudica las chances de Cristina como candidata, bueno, aconsejaban esperar un poco más todavía. Al menos hasta conocer el veredicto del próximo 30 de octubre para saber con qué mensaje y con qué respaldos vuelve Lula al Palacio del Planalto.
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