Oriente Medio. John Kerry dijo que Moscú debe dejar sus aviones en tierra para permitir la llegada de ayuda humanitaria.
Tras el fracaso en el que terminó la débil tregua impulsada la semana pasada en Siria, Estados Unidos y Rusia se enfrascaron en una dura pelea sobre las milicias a las que respaldan cada uno, un tema crucial para avanzar con el intento de encontrar una solución política a este conflicto de intereses cruzados en la región.
Ambas potencias cruzaron reproches de todo tipo, especialmente por las violaciones al alto el fuego y al grave ataque del lunes pasado a un convoy humanitario de la Media Luna Roja que llevaba medicamentos y víveres.
En esta tensa disputa, que fue escalando en los últimos días, el canciller estadounidense John Kerry le pidió a Rusia que deje de lanzar bombardeos y que mantenga sus aviones en tierra. “Debemos inmediatamente ordenar que aterricen todos los aviones que vuelan en esas áreas, para desescalar la situación y dar una oportunidad a que la ayuda humanitaria pueda llegar”, afirmó. Moscú le respondió enviando un poderoso portaaviones a la zona en conflicto.
Washington culpó a los rusos y a sus aliados sirios por el ataque al convoy humanitario. “Este ataque ha asestado un golpe muy duro a nuestros esfuerzos para llevar la paz en Siria y plantea profundas dudas sobre si Rusia y el régimen de Bashar al Assad podrán cumplir con las obligaciones que aceptaron” en las últimas discusiones en Ginebra, dijo Kerry durante la Asamblea de Naciones Unidas.
Lavrov, por su parte, volvió a negar toda responsabilidad en el ataque –que según EE.UU. sólo pudieron perpetrar aviones rusos o sirios porque se lanzó desde el aire– y aseguró haber proporcionado toda la información que tiene sobre el incidente. “Insistimos en una investigación imparcial y a fondo del ataque”, dijo el ruso.
Poco después, el Ministerio de Defensa ruso aseguró que un dron estadounidense con capacidad de efectuar bombardeos aéreos fue detectado el lunes en la zona del ataque al convoy humanitario de la ONU, en el que murieron unos 20 civiles, sugiriendo que podrían ser los norteamericanos los autores del hecho.
El ataque se suma a la tensión provocada por el bombardeo del último fin de semana de la coalición liderada por EE.UU. contra una posición del Ejército sirio, por el que Washington se disculpó al asegurar que creía estar atacando al grupo yihadista ISIS.
Detrás de estas acciones, resabios de la Guerra Fría, hay una gran disputa entre las dos potencias sobre cómo se resolverá la transición política una vez que termine la guerra contra los yihadistas del ISIS. En este escenario surgen los problemas que hay con los grupos a los que apoya cada uno.
Uno de los temas más conflictivos es el del Frente al Nusra, una agrupación islámica que hace dos meses decidió romper con la red Al Qaeda y plegarse a los sectores rebeldes moderados apoyados por Washington, que buscan la caída de Al Assad. Moscú le exige a EE.UU. que divida esa coalición para así poder atacar a Al Nusra. Claro que no es una tarea fácil para el Pentágono en razón del caos que reina en el terreno.
Pese a todo, Rusia y EE.UU. coincidieron en la necesidad de retomar las conversaciones para restaurar la tregua. Aunque el canciller ruso, Serguei Lavrov, aclaró que deben hacerlo “sin condiciones previas” y “revisando la lista de grupos terroristas” identificados como tal por ambas potencias.
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