Por Jorge Fontevecchia.
“Así es como se resuelven los resultados de las elecciones en una república bananera, no en nuestra democracia”, dijo el ex presidente norteamericano George Bush, un republicano que precisamente no tiene fama de sofisticado. Guatemala es el mayor productor de bananas de Centroamérica, ejemplo recurrente del chiste políticamente incorrecto de Guatemala a Guatepeor.
El 21 de noviembre Guatemala fue tapa de varios diarios del mundo cuando quienes protestaban contra la aprobación de un presupuesto que beneficiaba a amigos del presidente ingresaron al Congreso Nacional y prendieron fuego. También en noviembre Argentina fue tapa de los diarios de todo el mundo cuando barras bravas del fútbol ingresaron a la Casa Rosada durante el velatorio de Maradona. Quizás George Bush, en su dicotomía mundo bananero y civilizado, hasta confundió ambos hechos porque tanto los manifestantes que incendiaron el Congreso guatemalteco como quienes en Argentina protestaban porque no los dejaban despedir a Maradona agitaban los mismos colores ya que ambos países tienen banderas muy similares.
Con la estrechez de una visión provinciana (fue gobernador de Texas), Bush usó la expresión bananera, pero la verdadera analogía trasciende a sus estéticas tropicales, y la verdadera comparación es con los autoritarismos que se dan en mayor proporción en Asia y Europa del este que en Latinoamérica.
La televisión de Rusia y la de China repitieron sin cesar las imágenes de los trumpistas ocupando el Capitolio, al igual que todas la televisoras del mundo, pero en estos dos países como una confirmación de la definitiva pérdida de liderazgo mundial de Estados Unidos y del giro del epicentro del planeta nuevamente hacia Asia después de cinco siglos de liderazgo occidental. China llegó a comparar el asalto al Capitolio con la incursión de manifestantes a favor de la democracia en el Consejo Legislativo de Hong Kong en 2019 justificando la represión china a los hongkoneses. Y la cancillería rusa citó el texto de la académica norteamericana Jill Dougherty, experta en Rusia y ex jefa de la oficina de CNN en Moscú, diciendo: “Estados Unidos nunca más podrá decirle al mundo que somos un modelo de democracia”.
Los líderes autoritarios en todo el mundo se sintieron legitimados. Erdogan en Turquía comunicó que “seguía los acontecimientos en Estados Unidos con preocupación” y se dio el lujo de recomendar a “los líderes norteamericanos que mantengan la moderación y la prudencia”. Venezuela es otro ejemplo paradigmático, su cancillería difundió un comunicado diciendo: “Venezuela condena la polarización política y la espiral de violencia que no hace sino reflejar la profunda crisis por la que actualmente atraviesa el sistema político y social de los Estados Unidos.
Con este lamentable episodio, Estados Unidos padece lo mismo que ha generado en otros países con sus políticas de agresión. Venezuela aspira a que en breve cesen los hechos de violencia y el pueblo estadounidense pueda finalmente abrirse un nuevo camino hacia la estabilidad y la justicia social”. Y el verborrágico Diosdado Cabello, al mismo nivel de Maduro en el chavismo y quien cada tanto amenaza a Alberto Fernández, tuiteó “Seré breve: Estados Unidos, qué lío. ¡Ganaremos!”.
No perdió solo Estados Unidos, sino la democracia mundial. Que Trump esté analizando la posibilidad de autoindultarse antes de dejar el gobierno (como hicieron los militares argentinos con su fallida autoamnistía) permite a Putin justificar la autoamnistía de los presidentes rusos, él y su ex jefe de Gabinete Dmitri Medvédev, quien para disimular lo sucedió un período entre 2008 y 2012, y los cambios constitucionales que le permitirán poder reelegirse en 2024, cuando concluya su último mandato. China ya había eliminado la prohibición de reelección de sus presidentes, permitiéndole a Xi Jinping tener el mismo estatus permanente de Mao Tse-Tung, algo que en el siglo XXI parecía ya inaceptable.
En la época de la ex Unión Soviética y China con economía no capitalista se consideraba a los movimientos revolucionarios tropicales variantes silvestres de modelo “científico” creado por la ex URSS adecuadas a países aun en un estadio adolescente, bananeros, tanto sean latinoamericanos o africanos. Cuba ahora con la unificación de su moneda promoviendo al mismo tiempo competitividad e inversión extranjera busca seguir el modelo de Vietnam, que sigue gobernado por el Partido Comunista pero dejó atrás la economía estatal, imitando a China, solo que en la escala de un país no continental. Quizás hasta Venezuela desee seguir el mismo ejemplo: el gobierno de Maduro propicia la progresiva dolarización de su economía, que ya alcanzó el 18% del total de las transacciones internas.
La propia Cristina Kirchner quedará “reivindicada” de las críticas por no participar de la ceremonia de traspaso de poder cuando asumió Macri en 2015 al no concurrir Trump a la entrega del mando a Biden el 20 de enero.
Las tapas de ayer en las centenas de diarios que se publican en Estados Unidos coincidían en una protagonista: la jefa de la Cámara de Diputados Nancy Pelosi y el concepto que ella impulsa: impeachment, buscando hacerle pasar a Donald Trump el escarnio que le generó al Congreso al ser removido del cargo. Le queda a Estados Unidos reparar parcialmente su reputación: si no puede evitar que en su país sucedan ataques como el derrumbe de la Torres Gemelas o la vandalización de su Congreso (simbólicamente otro 11 de septiembre), que la diferencia con democracias menos sólidas sea que después los responsables reciban su castigo.
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