Se tratan orgánicos e inorgánicos para su posterior comercialización. Durante la pandemia se redujo la actividad en un 70, un 80 %.
Por Mario Minervino.
La pandemia del coronavirus no hace distingos y también la recolección de residuos viene sufriendo el impacto de esta situación. Por eso la ecoplanta de General Daniel Cerri, donde se tratan residuos orgánicos e inorgánicos para su posterior comercialización, atraviesa este singular momento trabajando con una escasa capacidad operativa, parte del personal en aislamiento y un bajo tonelaje de material para recuperar: la merma es de entre el 70 y el 80 %, según indicó el presidente de la cooperativa Manos Argentinas que trabaja en el lugar.
El inicio de la cuarentena coincidió con una nueva cooperativa de trabajo a cargo de la planta y la idea de potenciar su funcionamiento sumando más barrios que aporten material para su tratamiento.
La ecoplanta fue puesta en marcha hace 20 años, con la idea de “mejorar la recuperación y disposición” de los residuos. Su génesis fundacional era posibilitar el tratamiento de la basura generada por los vecinos de General Daniel Cerri.
Recién en 2011 la municipalidad anunció un plan para enviar el producido de otros barrios –se inició una campaña de separación domiciliaria en Pacífico, Villa Libres del Sur, Villa Soldati, Villa Loreto, Barrio Obrero y Saladero--, iniciativa que nunca llegó a implementarse pero sirvió para ampliar la capacidad operativa de la planta, que hoy puede tratar hasta 70 toneladas cada día, aproximadamente un 15 % de los residuos generados en toda la ciudad. En distintas épocas se volvió a plantear la idea de sumar más barrios –Palihue, Altos del Palihue, La Falda, Ingeniero White--, aunque nunca se llegó a su implementación de manera continua.
“Cuando termine la pandemia vamos a avanzar con el proyecto de sumar al menos tres barrios, incrementando de manera importante el tonelaje a tratar”, señala el subsecretario de Gestión Ambiental, Matías Insausti.
Hoy la ecoplanta opera con material de Cerri, de los denominados puntos limpios y residuos clasificados aportados por las empresas Dow, Termoeléctrica Guillermo Brown, Transportadora Gas Sur, Correo Argentino y Bahía Blanca Plaza Shopping, entre otros.
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Desde marzo de este año su operatividad está a cargo de la cooperativa Manos Argentinas, agrupación que reemplazó a la cooperativa Eco Planta y que ocupa hoy 25 trabajadores.
El producido por la comercialización de lo generado se reparte en partes iguales entre la cooperativa y el municipio. “Todo lo que percibe la comuna se reinvierte en la planta, tanto en mejoras como en tareas de mantenimiento”, detalla Insausti.
La ecoplanta trata material orgánico (restos de comida) para elaboración de abono e inorgánicos (papel, vidrio, metales) para su posterior venta.
El camino de la basura
Desde fines del siglo XIX el tratamiento de la basura en la ciudad comenzó a ser un tema que exigía especial atención. A los primeros basurales a cielo abierto se los conocía como “quema”, ya que de manera periódica se procedía a quemarlos. El primero estaba en la zona del Tiro Federal, cerca del cementerio, “un estrecho valle entre dos lomas de arena”, donde además de verse humear el fuego se congregaban cabras, chivos y chanchos y unas 25 personas que se dedicaban a rescatar los elementos de valor, como papel, huesos, vidrios, latas y trapos.
Hubo algunas otras quemas dispersas, hasta que en 1965 se mudó a una franja de tierra entre los balnearios Colón y Maldonado, a la altura de calle Belisario Roldán. Allí funcionó hasta 2009, cuando se habilitó el denominado relleno sanitario.
La primera vez que en la ciudad se habló de "relleno sanitario" fue en 1960, con la idea de mejorar las calles de tierra mediante su "relleno" utilizando los residuos. Era una solución "económica, sencilla y permanente", para reparar calles y para reducir el volumen de los basurales. En 1962 se realizó la primera experiencia volcando residuos sobre calle Cerrito, generando "una llamativa transformación" en una arteria "de dilatada hondonada". La práctica se repitió en varios barrios hasta 1964, cuando el médico Alejandro Pérez denunció lo perjudicial del sistema, explicando que la basura escondida bajo la tierra se descomponía, generando nitratos de tétano, gangrena gaseosa y carbunclo. Ese año se prohibió el sistema.
La idea de disponer la basura en excavaciones, compactarla y cubrirla con tierra fue retomada en 1979, siendo intendente Víctor J.M. Puente, pero hubo que esperar hasta 1992 para que, bajo la administración de Juan Carlos Cabirón, la idea se hiciera realidad en terrenos sobre la ruta 229, zona llamada Loma Negra.
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