Por: Roberto García. Mauricio y Cristina se imitan: priorizan sus problemas en la Justicia y de paso castigan rivales en la interna.
Hubo reentrè de Macri. Volvió como un copión de colegio primario, repitiendo los mismos intereses personales que le reprochan a Cristina. Son iguales o imitadores: priorizan sus agendas personales, sus problemas –casi todos en la Justicia– y de paso castigan a quienes no quieren en la interna.
Debe ser una asignatura exclusiva para quienes fueron presidentes: en lugar de atender los crecientes problemas de la sociedad, prefieren exteriorizar sus dificultades individuales, como pretenciosos dueños del mundo. Si Ella se siente perseguida en tribunales, ahora Él sostiene un criterio semejante por causas que lo apremian (Correo, el proceso de Arribas y los espías, entre otras). Además, como método, uno habla mal de la administración del otro. Y viceversa. Se replican los dos. Pero Macri reaparece con una oralidad repentina, deseoso de pantalla, cuando el micrófono no era su especialidad (no contestó aún la imputación de Moreau sobre la compra de un matutino, tampoco el trasvasado legislador aportó precisiones sobre la operación). Actúa al revés de Cristina, restringida hoy a los tuits, privándose de lo que más le gusta: hablar. Debe pensar que tiene la vida por delante y necesita cuidar la gola para que no se vaya con la fama.
Mientras otro presidente en el aire comunicacional, Alberto Fernández, completa el trío egoísta intermediando por la dama en sus ataques al jefe del PRO, uno de los pocos momentos en que no exhibe contradicciones, una recurrencia en sus discursos. Adopta el sino del gurú asiático al que se ha destinado, puede emocionarse, llorar, enfurecerse y hasta hablar con el corazón en burda imitación de la candidez de Juan Carlos Pugliese ante el dólar. O citar recomendaciones del Papa a los empresarios, como si ignorara que estos ya no miran al Vaticano desde que dejó de ser una guarida para ahorristas anónimos. Botellas al mar del mandatario en IDEA: resulta difícil conciliar posiciones entre un Francisco que piensa en la rentabilidad como un pecado y supone que la igualdad se alcanza con déficits, y dueños y ejecutivos de compañìas que saben que ese ejercicio facilista induce a la quiebra.
El poder bifronte en el PRO aún no agrupa a los socios radicales y Carrió
En su vuelta, parece que a Macri no lo han rozado siquiera ciertos ramalazos familiares, un hermano internado con infarto en el Cantegril de Punta del Este (Gian Franco) y otro, Mariano, reclamándole en un juicio unos dineros mal rendidos, deslices que además le habría confesado al autor de un libro de próxima publicación. Menos mal que el boquense no tiene más hermanos varones, ya exhibe demasiados conflictos en la litigiosa familia que fundó Franco. Tanta frecuencia en los reportajes de Mauricio revela que intenta no perder autoridad partidaria y nacional, limitando a Rodríguez Larreta a un rol de ombudsman en la Capital. Por si este imaginaba otro propósito desde que los Fernández lo convirtieron en un enemigo público al sustraerle fondos a la Ciudad (más de uno piensa que la Corte, en octubre, hará un pronunciamiento cualquier día, sin esperar a los acuerdos de los martes).
Hubo un acuerdo mutuo de los dos jeques del PRO, al menos hasta las elecciones de medio término del año próximo: no habrá de participar Mauricio por razones de alcurnia, pero terciará en las candidaturas. Elemental, nadie desea abandonar el cetro. Y, como faltaba alguien para el trío, el ex alabó a María Eugenia Vidal para la provincia de Buenos Aires y ordenar la agrupación en ese distrito. Es el vértice que requieren Mauricio y Horacio, aunque se preocupan por una eventualidad: si ella obtuviera alrededor de 40% de los votos, la silenciosa Penélope de hoy también podría ser postulante presidencial en 2023.
En su regreso, Macri calcó también a Cristina con las venganzas: le pegó un sosegate a quienes, según él, lo “traicionaron” políticamente durante su mandato. Léase Monzó, quien puede ser jefe de campaña de Rodríguez Larreta, Massot (hoy aspirante a competir por la intendencia de Tigre) y su ex ministro Frigerio. En rigor, elevó el precio de ese terceto sin territorio que siempre pugnó contra el depositario de la confianza de Macri, Marcos Peña. Obstinada la memoria del odio. Los tres castigados, en el principio de la gestión, eligieron un bando equivocado frente al ingeniero y su cortesano. Lo pudo advertir Frigerio –por ejemplo– cuando no lo incluyeron en la comitiva del primer viaje presidencial a Alemania a pesar de ser el único en el entorno que hablaba el idioma de la Merkel. Desde entonces datan las disidencias y la implacable guillotina de quien, acompañado por Lopetegui y Quintana, ajustició entre otros a Melconian, Prat-Gay, Malcorra y Sturzenegger. Ahora hubo apelaciones formales por la represalia del ingeniero al trío, aunque lo más interesante provino del titular de Salud del gobierno porteño, Fernán Quirós, quien se defendió a sí mismo y a sus colegas sanitaristas ante las críticas del ingeniero sobre la cuarentena: una cuña impensada, no todo es obediencia debida. Algo semejante le estalla a Cristina en cualquier momento, solo basta mirar las redes.
La irrupción del poder bifronte en el PRO todavía no agrupa a los socios radicales y de Carrió. Ni siquiera a Patricia Bullrich. Tampoco a franquicias dispuestas a asociarse como la de López Murphy. Ante esta nueva ebullición, por ejemplo Lousteau vive nervioso ante una posible deserción de Rodríguez Larreta en el cumplimiento de un secreto pacto porteño. A la inversa, el alcalde se mira en un mismo espejo cuando le plantean una pregunta básica: ¿vos le tenés confianza a Lousteau?
Esos interrogantes revelan que en el ómnibus opositor será difícil acomodar los melones, como diría el general en su 17 de octubre. Tanto revuelo en ese núcleo distrajo un eficaz operativo de la vicepresidenta, quien en el Senado hizo aprobar la designación de una treintena de jueces, casi todos de su preferencia (o recomendados con mayor exactitud). Hizo el trámite que en el pasado no pudo componer la mesa judicial del ingeniero, aquel mentado trío del “tano” (Angelici), el “gordo” (Torello) y “Pepín” (Rodríguez Simón) y advierte sobre propósitos más audaces de la doctora: quizás la ampliación de la Corte, de 5 a 11 miembros, luego que se expida la comisión ad-hoc que ella misma promovió.
Muchos consideraban imposible esta alternativa por la necesidad constitucional de los dos tercios, pero la oposición se torna sensible a ciertos fundamentos de Cristina o se ha rendido a otras tentaciones para habilitar el proyecto de las nominaciones. Alcanzó con 18 legisladores unplugged de la votación, como si desenchufarse del acto les permitiera participar de un recital para pocos. Debe ser así porque el gentío que fue a objetar a los Fernández hace pocos días ni se dio cuenta de esa complicidad.
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