Antes de desarrollar este texto, una breve aclaración: no tengo temas personales con la actual administración. Tengo la misma actitud que me ha guiado siempre en mi actividad periodística. La ciudad no debiera tener “dueños”, ni transitorios, ni permanentes. Ganar una elección implica aceptar que hay un mandato implícito bien claro: el de servir al ciudadano.
El intendente Montenegro y su inquieta mano izquierda, Alejandro Rabinovich, llegaron a la ciudad como turistas de ocasión. Venían de varias derrotas secuenciales: perdieron en la jugada en CABA por la intendencia, y perdieron en San Isidro, esa localidad que, en su campaña, el hoy intendente de la ciudad señalaba que era “su lugar en el mundo”. En Mar del Plata lograron asentarse gracias a las condiciones propicias que les generaron las tristes miserias locales.
Tal como dice un notorio integrante de la coalición de gobierno, “no se puede creer que estos tipos se quedaron con la ciudad”. Pero eso es la política. Lo que cuenta, lo que pesa de verdad, es el hecho de que no tienen otro plan para Mar del Plata que servirse de lo público como propio. Nada de lo que exhiben les pertenece: todo es fruto de las gestiones y del desarrollo llevado adelante en los cuatro pasados años. Todo.
En este presente signado por el coronavirus, se generó la oportunidad de ponerle el sello a un modo muy cuestionable de ejercer el poder. Por momentos, es como si el ex intendente Gustavo Arnaldo Pulti se hubiera trasmutado en Guillermo Tristán Montenegro. Esta semana, con la firma de Santiago Bonifatti, se fijó un acuerdo con el Sindicato de Trabajadores Municipales por el cual se da lugar al pago del presentismo, esta extraña prebenda en donde se le paga a la gente por hacer lo que corresponde.
Lo curioso es que, en su inmensa mayoría, el personal municipal no concurre a trabajar. No obstante, se han pagado bonificaciones en todos los rangos de servicio y, ahora, se agrega el pago de la bonificación por presentismo. Es un interrogante saber qué opina de tanto dislate el contador de ley Guillermo Costanzo, otrora tan puntilloso con el uso y destino de los recursos públicos.
En estos días, los sectores ya muy dañados de la economía de la ciudad miran con ansia la temporada 2021. Montenegro expuso algo que ya venía deslizando en reuniones con sectores empresarios su inquieta mano izquierda: “Siempre vamos a mirar el tema de cómo es el ingreso, hoy, si no hay otro adelanto, será con el hisopado y el control”. La afirmación valió la respuesta de Gustavo Blanco, ex secretario de Salud, quien en su cuenta de Twitter expresó: “Pedir un hisopado y que éste de negativo como criterio para ingresar a Mar del Plata como turista, es de las cosas más ridículas que escuché hasta ahora”.
Pero siempre hay que tener la decodificación del aserto de Eva Perón a mano, la frase “donde hay una necesidad, hay un derecho”, en este caso se convierte en “donde hay una necesidad, armamos un curro”. No es, como pensamos, que cada persona o familia deberá pagarse el hisopado. Lo que se propone, tal como deslizó la inquieta mano izquierda del intendente, es la instauración de una política nacional de hisopados, a cargo del Estado que se la presentaría como parte de la política de apoyo al sector turístico de cara al verano próximo. Si efectivamente será así, es un interrogante. Pero si se apropiaron de la vida, y conculcan libertades por decreto municipal, ¿por qué no?
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