Dentro del oficialismo la discusión pasó por obligar o tentar a los productores para que exporten los granos, pero también por cómo evitar que se vea como una medida que beneficia al campo.
Por
MATÍAS BONELLI
Un viejo slogan de una publicidad del ya desaparecido Banco Rio afirmaba que "un buen nombre es lo más valioso que uno puede tener". Pero el Gobierno, en este caso, se para en el lado opuesto de esa máxima y no quiere saber nada con hablar de "dólar soja" o "desdoblamiento cambiario".
Si en algo se viene empeñando durante los últimos días es justamente en no querer ponerle un nombre a la medida que lanzó el martes por la noche, y que le permite a los productores liquidar la soja a una cotización del dólar diferenciada.
El campo mira de reojo al dólar soja y quiere "discutir las medidas de fondo"
"No hay desdoblamiento cambiario ni dólar agro", sostuvo con insistencia Miguel Pesce, titular del Banco Central, desde donde también habían negado la posibilidad de que se habilitara un valor diferente para impulsar las exportaciones de los sojeros.
Según la entidad, lo que se dispuso son "instrumentos de inversión", una definición llena de realismo desde lo técnico, pero que al mismo tiempo impone de hecho un cambio diferencial para este sector del campo.
EL CUIDADO DEL DISCURSO
Pero el eje central de la discusión no pasó tanto por los tecnicismos en si, sino por la necesidad de evitar ciertos términos como "devaluación", "dólar diferencial" o "desdoblamiento", y mucho menos si son utilizados para beneficiar a un sector como el campo, uno de los preferidos por el Gobierno a la hora de buscar culpables de muchos de los males de la Argentina.
Puertas adentro del oficialismo la discusión fue más profunda. No solo pasó por encontrarle la vuelta a eso de "implementar un dólar diferencial sin decir que implementamos un dólar diferencial", sino que también se barajaron ideas menos amistosas que obligaran a los productores liquidar la soja.
La idea se comenzó a masticar previo al viaje de la ministra Silvina Batakis a Washington, aunque en un comienzo se hablaba de un sistema sin tantas vueltas desde lo técnico. Más allá de los ataques en público, además de la funcionaria, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, no veían mal esta opción.
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Las discusiones más fuertes comenzaron cuando funcionarios más afines al kirchnerismo comenzaron a poner peros, ya que entendían que esto se podría ver como que se le estaba "haciendo un favor" al campo.
Algunos sectores con cercanía al kirchnerismo temían que la implementación de un dólar específico para el campo se pudiera interpretar como un beneficio para ese sector
La idea tampoco era la mejor opción para Pesce que, sin meterse en ninguna discusión política sino a partir de convicciones técnicas, no está de acuerdo con la proliferación los dólares paralelos.
Esta pelea por no mencionar algunos términos, de alguna forma, esto se podría emparentar con otras situaciones similares de otros momentos del kirchnerismo.
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En abril de 2013 Hernán Lorenzino no pudo hacer valer su supuesta autoridad como ministro de Economía y quedó marcado para siempre con el "me quiero ir" que lanzó en medio de una entrevista, cuando simplemente le consultaron por la inflación, un tópico que el Gobierno de Cristina Fernández evitaba con fuerza.
Aníbal Fernández, ministro de Interior del expresidente Néstor Kirchner, también tuvo que disfrazar la ola delictiva que por 2006 se expandía por todo el país. "La inseguridad es una sensación", apuntó el hoy, casualmente, ministro de Seguridad.
Hoy, incluso, se ningunea la existencia del dólar blue, que pese a tener mucha influencia en diferentes segmentos económicos, el Gobierno insiste en que no tiene injerencia en la economía.
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