La relación de amor-odio entre nuestro país y la moneda norteamericana se remonta a casi un siglo atrás, y las últimas restricciones impuestas por el Gobierno al ahorro en verdes volvieron a disparar la cuestión. ¿Qué habría que hacer para desdolarizar a la Argentina?
"La soberanía monetaria es una piedra angular de la estabilidad y el desarrollo económico", dijo Martín Guzmán en junio pasado. "Nos pusimos generar instrumentos de ahorro y de financiamiento en pesos, y así empezar a romper con la lógica dolarizadora que profundiza los desequilibrios estructurales del país”, explicó el ministro.
Guzmán festejaba que, desde que asumió hasta ese momento, logró pesificar un 0,9% más de la deuda, con lo que los pasivos en moneda local llegaron al 15,3%. Además, pudo pasar a pesos un 26% de las Letes en dólares que habían sido “reperfiladas”. Nada mal, pero, en lo referido a desdolarizar Argentina, apenas un kilómetro en la Ruta 40.
La cuestión nacional con el dólar se remonta por lo menos a 1931, cuando la dictadura de José Félix Uriburu impuso el primer control de cambios de la historia nacional. Luego, en la segunda mitad del siglo XX, la obsesión ciudadana con el dólar fue in crescendo al ritmo de las continuas crisis inflacionarias.
Para muchos, la Convertibilidad no solo dolarizó virtualmente la economía sino también la mente de los argentinos. Aunque Victoria Giarrizzo, economista investigadora del IIEP-Baires, recuerda que es más complejo: “Creer que pensar en dólares es un problema cultural es un error. Pensar en dólares es resultado del temor de la gente a una nueva crisis que licúe sus ahorros”, dice.
En años recientes, los últimos gobiernos democráticos también implementaron sus propios experimentos para fomentar el ahorro en pesos, aunque con estrategias opuestas, afirma Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina.
El kirchnerismo intentó castigar al que atesorara en dólares con el cepo de 2011-2015. Mauricio Macri, en cambio, buscó premiar al que ahorrase en pesos mediante las Lebac y la suba de las tasas de interés en general.
Ambas vías fracasaron, y lo cierto, resume Rajnerman, es que hoy en día el peso sigue cumpliendo con solo una de las tres funciones de las monedas: sirve como intercambio, pero no como unidad de cuenta ni como reserva de valor.
¿Qué habría que hacer para dejar de ser un país bimonetario? ¿Es posible lograrlo en el corto plazo?
Rumbo a la pesificación
La desdolarización del país parece ser, al día de hoy, un horizonte poco menos que utópico. Los economistas señalan que para eso hace falta que haya estabilidad de la moneda y fomentos para atesorar en pesos, dos elementos contrarios al 37% de inflación proyectada para 2020 y a las gigantescas devaluaciones de los últimos años.
“Por ahora sería un muy buen resultado sin consiguiéramos frenar la demanda masiva de dólares para evitar una crisis cambiaria y financiera”, se conforma Giarrizzo, para quien, justamente, “la desdolarización viene con la estabilidad de precios”.
Daniel Marx, consultor económico y ex secretario de Finanzas, lo resume en “bajar la tasa de inflación y luego generar mecanismos de ahorro en pesos”. Y agrega que el Gobierno está yendo en ese sentido con los títulos y depósitos ajustables por CER. “Habría que estudiar ampliarlos a las empresas y ajustar su tributación por inflación”, sugiere.
Para Rajnerman, “lo que hay que hacer ahora es que la gente quiera ahorrar en pesos porque eso sea más rentable”, para lo cual considera que, por lo menos, debe haber una tasa de interés mayor a la inflación.
El economista de Ecolatina reconoce que una tasa de interés alta no es ideal para el ritmo de la actividad y que “nunca es buen momento”, pero advierte que seguir ahorrando en dólares es todavía peor. En este sentido, explica que intentar desdolarizar “no es tan recesivo” si se tiene en cuenta que también lo son las presiones cambiarias y las devaluaciones que surgen de no hacerlo.
En cambio, desde una postura liberal, el consultor económico y docente de la UBA Iván Carrino cree que “habría que ponerse a pensar cuánto conviene desdolarizar”. “A esta altura, donde la mentalidad está tan dolarizada, tal vez haya que pensar en dolarizar y no lo contrario”, agrega.
De todos modos, si se pensara en fortalecer al peso, Carrino sugiere soluciones que apuntan a la necesidad de que no haya déficit, como prohibir que el Tesoro sea asistido por el Banco Central y acudir a los mercados de deuda si hay desequilibrio en las cuentas públicas.
El último año
Más allá del festejo de Guzmán por la pesificación de una parte de la deuda, en el último año el Gobierno implementó (o decidió no quitar) una multiplicidad de regulaciones contra el ahorro en dólares, en un contexto de creciente escasez de reservas: cepo cambiario, impuesto PAIS, aplicación del 35% en concepto de adelanto de Ganancias, prohibición de atesoramiento de divisas para beneficiarios de IFE o ATP, restricciones al CCL, etc.
Además, hace dos semanas Guzmán y Kulfas tomaron una batería de medidas para fomentar las exportaciones y con ellas el ingreso de dólares genuinos, mientras que Pesce intensificó su plan de reducción de la caída de activos netos del Banco Central subiendo la tasa de interés de los pases a un día, utilizando yuanes para el comercio con China y tornando imprevisible el ritmo de la devaluación.
¿Puede ayudar algo de todo esto a la desdolarización del país a largo plazo?
No.
Todas estas medidas son “como obligarte a usar la mano derecha cuando sos zurdo de nacimiento”, grafica Carrino. “Son restricciones que no hacen más que es demostrar que la gente quiere huir del peso porque quiere dejar de pagar el impuesto inflacionario y eso claramente al Gobierno no le gusta”, describe.
“Ayudarían si fueran medidas de fondo. Por ejemplo, si subir la tasa de interés fuera algo más sostenido, pero esto parece política de parches, más bien coyuntural y puntual”, aclara Rajnerman sobre las últimas decisiones de Pesce.
Para él, estas medidas “ciertamente cambian el enfoque del Gobierno, que venía aumentando las restricciones y ahora decidió aumentar los incentivos, pero llegan tarde, después de perder USD3000 millones de reservas a cuentagotas en un trimestre”.
Giarrizzo señala que las restricciones impuestas hasta septiembre de este año “limitan algo la dolarización de ahorros, pero sobre todo alimentan al dólar informal”, que llegó el último viernes a un máximo histórico de $167. En el mismo sentido, explica que “tasas muy convenientes de plazo fijo pueden generar un traslado transitorio de ahorros en dólares a pesos, pero el ahorrista seguirá comparando sus rendimientos con el dólar y cuando observe que no le conviene irá al blue”.
Por su parte Marx remarca que el mismo Guzmán dijo que son medidas transitorias que no resuelven la cuestión de fondo sino que solo sirven para “comprar tiempo a la espera de lo otro”. “Para el Gobierno, esto es un paso defensivo para después ser complementado con lo demás, que es todavía una materia pendiente”, agrega.
La cuestión política
El fortalecimiento del peso en detrimento de la divisa norteamericana no puede darse de un día para el otro, sino que requiere de medidas a largo plazo, que solo son posibles mediante un acuerdo político.
Así lo piensa Marx, quien afirma que “serviría enormemente que esto fuera una política de Estado, más allá de los signos de cada partido político a cargo, para que en ese sentido se den algunas seguridades a los ahorristas y emisores”.
En la misma línea, Giarrizzo apunta que “tiene que haber unidad política, consensos entre oficialismo y oposición, y que los gobiernos que se sucedan, con su impronta, continúen lo que comenzó el anterior”. La economista agrega: “El crecimiento tiene que ser inclusivo y eso escapa a las ideologías. Los gobiernos tienen que dejar de perder tiempo hablando de la herencia recibida y usarlo para pensar y explicar la herencia que pretenden dejar”
Para Carrino, el problema central es que la política argentina “promete demasiadas cosas, que luego son imposibles de cumplir con presupuestos equilibrados”, por lo que, otra vez, “se va hacia el déficit que se financia con emisión”. “Hasta que eso no cambie, probablemente sigamos teniendo problemas con nuestra moneda y con nuestra deuda”, afirma.
Por otro lado, desde un lugar más técnico, Rajnerman cree que una condición institucional para la desdolarización debe ser un Banco Central “dispuesto a subir la tasa de interés con tal de que le gane a la inflación”.
En este escenario aparentemente imposible, Marx ve por lo menos un punto positivo en relación a la idea de desdolarizar: “Actualmente hay consenso en el objetivo, y eso ayuda a que haya un plan de crecimiento para implementar cuando la economía se estabilice”.
¿Y el mercado inmobiliario?
“No hay ninguna explicación para que negociemos las viviendas y pensemos la valoración del metro cuadrado en dólares”, dijo a fines de septiembre la ministra de Desarrollo Territorial y Hábitat, María Eugenia Bielsa, en un acto de entrega de casas en el marco del plan Procrear.
La cotización de las propiedades en dólares data de mediados de los años 70, luego de la megadevaluación del Rodrigazo. ¿Pesificar ese mercado es tan simple como tomar una decisión política o, más aún, administrativa?
“No, en Argentina los gastos de mediano plazo se piensan en dólares”, sostiene Rajnerman, y añade que “las cosas en economía no se pueden imponer de la nada”.
Marx coincide: “No es tan fácil. Hay toda una tradición al respecto y teniendo la inflación que tenemos, uno quiere asegurarse el valor adquisitivo de lo que compra o vende, así que encontraron al dólar como un sistema”.
De todos modos, el ex secretario de Finanzas sugiere que, como “paso intermedio”, podrían fijarse los precios de los inmuebles usando unidades ajustables por inflación, tal como se hizo en Chile o México.
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