La presión cambiaria es notable y el mismo lunes el Gobierno está obligado a dar un mensaje tranquilizador, con el objetivo de parar la sangría de dólares.
Por Claudio Zlotnik.
El Gobierno llega a las elecciones de medio término de la peor manera. O, mejor dicho, de la peor manera que se puede llegar a una elección: la cotización del dólar "blue" está en el aire -ayer jueves cerró en el récord de $206,50- mientras que la inflación muestra una aceleración a pesar de los controles y los congelamientos.
El problema de la inflación en el 3,5% mensual -52,1% interanual- es más grave de lo que parece: no es que llega a ese nivel "a pesar" de que Roberto Feletti acordó un congelamiento de una canasta mínima de productos -de apenas 1.482 contra alrededor de 90.000 que se venden en las góndolas de los supermercados-.
Lo grave es que alcanza ese nivel a pesar de que la Argentina tiene congelados los precios de los combustibles, las tarifas de luz y gas y también del transporte público.
El dólar blue arriba de $200 -con una brecha que supera el 100%- empeora el panorama. "La brecha en ese nivel es un vaticinio de que algo va a pasar", arriesga el economista Pablo Goldin.
La presión cambiaria es notable, y el mismo lunes el Gobierno está obligado a dar un mensaje tranquilizador
El escenario político no ayuda. Alberto Fernández organizó una (nueva) comida con algunos de los empresarios más importantes del país para comunicarles que, en contra de versiones que se propagaron en los últimos días, no habrá default con el Fondo Monetario. Ni está prevista una devaluación.
Ese contacto -que intentó llevar tranquilidad al sector empresario- no logró sosegar el clima de negocios.
El mensaje de Fernández a los líderes empresarios no tuvo una respuesta positiva inmediata: el dólar "blue" continuó su carrera alcista y el Banco Central se vio obligado a vender divisas (esta vez fueron u$s40 millones), por tercera jornada consecutiva.
El "riesgo país" tampoco encuentra piso: terminó en 1,753 puntos, el máximo del año.
La incertidumbre es total, y ni siquiera la palabra presidencial parece encontrar eco entre los empresarios y financistas. Hasta el día previo a las elecciones, quienes tienen pesos disponibles buscaron convertir en dólares, aun a precios que hasta hace pcoo lucían exorbitantes. Se pagaron hasta $219 por cada billete verde en el mercado con tal de dolarizar.
Clave: desactivar una espiralización de la crisis
¿Cambiará esta dinámica a partir del lunes? ¿De qué depende? ¿Hay tiempo para dar vuelta las expectativas?
Las herramientas que tenía el Gobierno para evitar una devaluación se fueron gastando con el paso del tiempo. No es lo mismo ahora que hace un año, cuando el "blue" alcanzó los $195 y Guzmán pudo apagar el incendio con algunas medidas restrictivas y dando la señal de un pronto acuerdo con el Fondo.
Hoy en día, el "mercado" duda de que ese acuerdo con el organismo sea capaz de estabilizar.
Básicamente, porque el BCRA se fue gastando las reservas y todos los que pueden corren a comprarle dólares a $100. Algo que hoy parece una ganga, por culpa de la brecha.
La presión cambiaria es notable, y el mismo lunes el Gobierno está obligado a dar un mensaje unificado, tranquilizador, con el único objetivo de parar la sangría de dólares.
"No puede haber titubeos ni un cabildo abierto. El mensaje debe ser unificado", dice el politólogo Gustavo Marangoni.
Como Marangoni, en el gabinete económico también consideran que lo primero es consolidar el mensaje oficial.
Que el Gobierno está obligado a dar un mensaje muy claro. A diferencia con lo ocurrido después de las PASO, una crisis interna -como la gatillada tras la carta de Cristina Krchner aquella semana previa al inicio de la Primavera- sería inevitablemente interpretada como un desgobierno. Como la incapacidad para sacar adelante la crisis.
"La base es la clave. Y la base es la política. La política manda", dice a iProfesional un secretario de Estado del gabinete económico.
El gran peligro es que la crisis cambiaria derive en una crisis mayúscula. Que lleve a la Argentina a una situación límite.
Básicamente porque si el Gobierno no logra hacer pie en el frente cambiario y la brecha sigue ensanchándose, pequeños y grandes ahorristas que por ahora mantienen los pesos en los plazos fijos al 3,1% mensual empezarán a sacarlos de los bancos para dolarizarse ya sin mirar demasiado el precio.
Por ahora, los depósitos se mantuvieron en calma, sin grandes variaciones. Aunque dejaron de crecer en las últimas semanas.
La crisis podría, en el peor de los casos, convertirse de una corrida cambiaria a una corrida bancaria, algo que podría ser mucho más destructivo.
Por eso resulta clave el mensaje de la Casa Rosada apenas se conozcan los resultados de las urnas
Otra arista de la misma crisis podría agravarse si desde el lunes no mejora el escenario: las empresas podrían entrar en el espiral crítico.
Una situación incipiente pero a lo que prestan mucha atención la gente de negocios es la cadena de pagos, que en algunos sectores empezó a agrietarse por una simple cuestión: aquella empresa que debe pagar podría demorar el trámite para no perder el tren del dólar.
La Argentina de los años recientes ya conoce situaciones anómalas con ésa.
Otro escenario perjudicial implicaría que las empresas con stocks de mercadería podrían quedarse con ellos, aun a riesgo de incumplir con pedidos que habían sido confirmados. Se sabe: ningún empresario quiere perder. ¿Quién conoce a ciencia cierta el costo de reposición si el dólar sigue caliente y el Banco Central bloquea importaciones?
De ahí a una ola de febriles remarcaciones hay un solo paso. Algo de esta cuestión ya explica el 3,5% de inflación mensual. Son los costos derivados de la escasez de dólares en el Banco Central.
Por eso resulta clave el mensaje de la Casa Rosada apenas se conozcan los resultados de las urnas.
El demorado acuerdo con el FMI podría funcionar como la base hacia un futuro acuerdo político y social, del que se habló mucho pero que nadie pudo atar. De ninguna manera ese acuerdo puede pensarse como la solución a los problemas.
Lo dicho más arriba: el camino hacia la salida es político.
La diferencia con todas las experiencias anteriores es que, esta vez, el límite para moverse está demasiado cerca. Desde el lunes se escribirá esa historia.
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