La crisis en Venezuela y la reaparición de Macri obligaron al Gobierno a desdoblarse, como suele hacerlo ante el rigor de la economía.
Por: Claudio Jacquelin.
Las últimas 72 horas terminaron por confirmar un patrón que Javier Milei le ha impreso a su gestión desde el principio, pero sin tanta nitidez como la que acaba de constatarse.
Las reacciones ante las restricciones (o desafíos) que le impone la realidad política local y frente a la agudización de la crisis de Venezuela se suman ahora a la tendencia que ha estado mostrando en el plano económico. El dogmatismo irreductible que el Presidente, algunos de sus ministros y sus voceros exponen en el plano retórico tiene como contrapartida un pragmatismo a ultranza en los hechos cuando la realidad pone límite a los principios.
En las horas previas a la anunciada reaparición de Mauricio Macri como titular del Pro, Milei desplegó una serie de acciones destinadas a relativizar o neutralizar la posición diferenciadora que, se sabía, estaba por hacer el líder amarillo.
Lo sucedido en el plano doméstico tuvo su correlato en la política exterior. Las recurrentes expresiones agresivas del Presidente, que han incluido insultos públicos, contra su par de Brasil, Lula da Silva, mutaron en las últimas 24 horas en un pedido de ayuda y colaboración, a través de su canciller Diana Mondino, con el objetivo de salvar la crítica situación en la embajada argentina en Caracas.
El operativo repliegue concluyó con un enfático tuit de agradecimiento a Brasil en la cuenta personal de X del Presidente, con una voz que no se parecía a la suya, salvo por la elusión de toda mención (y menos agradecimiento) a Lula. Milei no siempre acelera en las curvas. Es un dato. Pero aún así no sale indemne.
A través de ese cristal se ve con más nitidez el sentido de las cuatro horas de diálogo en la residencia de Olivos que le concedió el lunes por la noche a Macri, así como la decisión de hacer trascender ese encuentro, que el invitado prefirió no divulgar.
Lo mismo cabe para la recepción en la Casa Rosada que le dio ayer el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, a los gobernadores de lo que fue Juntos por el Cambio, apenas unas horas antes del acto del Pro.
Pero hay otro dato que resalta más: los elogios que le dedicó al expresidente el gurú oficialista Santiago Caputo en una breve entrevista por escrito (sin imagen ni sonido) que concedió al sitio web del canal TN. Una auténtica rareza. O muchas.
Nada de eso evitó que Macri marcara los cuestionamientos que ya había anticipado señalaría respecto del Gobierno, y que aludieron al trípode del poder compuesto por los hermanos Milei y el asesor Caputo. Tampoco mejoraron las coincidencias con el Gobierno. Las diferencias siguen sin zanjarse y al expresidente y sus colaboradores no les pasaron inadvertidos los metamensajes que Caputo, el menor, dejó debajo de los elogios. Todo lo contrario.
Como para que quedara claro lo que él piensa y el lugar que a Macri le asigna el trípode del poder actual, los reconocimientos del asesor mileísta se limitaron al pasado del expresidente, sin ningún papel relevante en el presente más que “su apoyo incondicional al cambio que está llevando adelante el presidente Milei”.
Mucho menos Caputo le abrió a Macri y a su espacio la puerta del futuro, a pesar de que el cronista de TN le había preguntado si quiere “que integre el Gobierno” y si aceptaría “una fusión con el Pro”. Sin repreguntas, no hubo más que una última frase para el archivo: “Hemos tenido muy buenas charlas privadas, siempre es interesante escuchar a una persona que logró tantas cosas”. Solo faltó que repitiera la lapidaria sentencia que le dedicó Milei a quien fue su primer jefe de Gabinete después de haberlo echado: “Ya fue”.
Esas declaraciones públicas así como los trascendidos que echó a correr el Gobierno sobre el contenido de la charla en Olivos tuvieron un sentido estratégico. En especial los referidos a los supuestos pedidos de Macri para alcanzar un acuerdo político y sumar a los suyos al Gobierno, que no habrían sido atendidos por Milei. Una forma de instalar que los cuestionamientos que el líder amarillo haría públicos poco después estarían sesgados por el despecho y el ninguneo. Más que un encuentro fue una cena envenenada, que sigue indigestando al líder amarillo.
Para el relato oficialista, son expresiones de la debilidad macrista y de la fortaleza propia la posterior desmentida de Macri a que hubiera hecho algún pedido por cargos así como los cuestionamientos por los problemas de gestión y la intolerancia de la administración libertaria. En el oficialismo sienten que una vez más le ganaron de mano.
La pragmática estrategia oficialista buscó, además, mostrar que el oficialismo puede tener más matices que los que el trazo grueso de las declaraciones estridentes y las descalificaciones brutales permiten ver y con los que excita a sus fieles. La narrativa del recorte y los 140 caracteres en las redes logra su cometido. Las burbujas de sentido están blindadas por el ejército de operadores comunicacionales de Caputo, el gestor jubilatorio de Macri.
Sin embargo, la movida no carece de riesgos. Más aún para un gobierno que tiene demasiados desafíos por delante en todos los planos, muchos problemas sin resolver y una debilidad estructural (en el Congreso y en las provincias) que la disciplina legislativa macrista ha logrado atenuar.
La reaparición crítica de Macri puede empezar a cambiar la ecuación.
La paciencia macrista, en crisis
La votación en el Senado del pliego para integrar la Corte del multicuestionado Ariel Lijo puede ser un test crucial. Ayer, en el acto de Pro, Macri evitó anunciar su rechazo, pero no pierde ocasión de anticiparlo.
“No hay que abusar de tocarle los bigotes al tigre. Mauricio ha hecho demasiado por este gobierno“, advierte un estrecho colaborador del expresidente, quien, como se sabe, suele ser muy memorioso para los agravios. Especialmente con los de aquellos que lo menosprecian.
“El Gobierno se equivoca. Debe modificar demasiadas cosas. La tolerancia y la paciencia absolutas que hasta ahora ha tenido la sociedad en general y el ‘Circulio rojo’, en particular, ya muestran fisuras. El mensaje de ayer Paolo Rocca [titular del grupo Techint] en el que dijo que habían sido demasiado optimistas es una alerta”, advirtió una de las personas que puede hablar por Macri, poco antes de que el expresidente expresara en público sus objeciones concretas.
La reiteración de reclamos de los gobernadores cambiemitas en la reunión con el jefe de Gabinete, que luego hicieron trascender, al igual que la afirmación del gobierno porteño de que el Estado nacional está incumpliendo el acuerdo por la coparticipación celebrado entre el primo Jorge Macri y Luis “Toto” Caputo, se parecen demasiado a escaramuzas de un posible conflicto mayor. La casa no está en orden.
El Gobierno confía en los números positivos que le devuelven las encuestas y está convencido de que el grueso de los votantes macristas y muchos cambiemitas ya pasaron a ser votantes duros del mileísmo.
Caputo, el poderoso asesor que se jactó de no tener “responsabilidades formales” en el Gobierno, a pesar de su despacho en la Casa Rosada, alimenta con entusiasmo la cooptación sin disimularlo. Hasta que vuelva a optar por el pragmatismo.
Recalculando con Brasil
En la misma línea de lo hecho con el macrismo se inscribe la corrección al borde del abismo de la relación con Brasil, después de que el propio Presidente le dedicara virulentas descalificaciones a Lula.
“La gravedad de lo que estaba ocurriendo y podía pasar en la embajada en Caracas y la reacción de Diana [Mondino], que siempre ha mantenido un buen vínculo con su par brasileño Mauro Viera, fueron clave para encontrarle una salida a la situación”, explicó un funcionario argentino al tanto de las negociaciones que dejaron a Brasil a cargo de la representación en Venezuela.
El giro pragmático de 180 grados del gobierno argentino es celebrado por administración brasileña como un gol en la Copa América. Pero no olvidan los agravios.
“Lula antepone las cuestiones de Estado a los vínculos personales y tiene la experiencia que le falta a Milei para afrontar situaciones críticas”, señaló con diplomacia (y sarcasmo) un vocero de Itamaraty.
“Lo mismo pasa con la crisis de Venezuela. Privilegiamos la búsqueda de una salida, en vez de estar en la trinchera. Por eso María Corina Machado elogió la posición de Brasil, aún después de que se frustró el pronunciamiento de la OEA porque nos abstuvimos por no querer pedir antes de que se muestren las actas, que sí reclamamos, que se auditen los resultados. Sería adelantarse a los hechos y emitir un juicio”, explicó la fuente brasileña. El reconocimiento de la líder opositora es una condecoración que desde Brasilia le muestran a Buenos Aires.
A pesar de la ayuda de última instancia, desde la Casa Rosada no dejan de cuestionar al gobierno brasileño. Los más duros adhieren al tuit del diputado libertario bonaerense Agustín Romo, del que tomaron nota en el Planalto. “Lula acaba de darle su apoyo a Maduro. El Presidente Milei tenía razón: Lula es un comunista con las manos manchadas de sangre”, había posteado el legislador.
Los más moderados, no atemperan las críticas, pero optan por razones ideológicas y prácticas. “Lula no quiere condenar al régimen de Maduro porque fue su aliado y porque el núcleo duro de sus votantes banca al chavismo. Al mismo tiempo, está complicado porque los votantes de centro que fueron clave para que volviera al Gobierno rechazan a Maduro y ven con preocupación que haya una salida masiva de venezolanos hacia Brasil. El riesgo de inestabilidad es demasiado grande”, dicen.
De cualquier manera, el caso venezolano, aún más que la reaparición de Macri, obligó a mostrar la cara pragmática de la gestión libertaria, como lo viene haciendo con la economía. Para el dogmatismo quedan las palabras. Alimento de la feligresía libertaria.
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