La vicepresidente y el presidente Alberto Fernández destacaron pasajes de un discurso del jefe de la Casa Blanca, pero se saltearon otros. La tensión con Guzmán, el déficit fiscal, la inflación y la diferencia entre tener y no tener moneda.
El 3 de mayo pasado la vicepresidente Cristina Kirchner emitió una serie de tuits celebrando conceptos del discurso del presidente de EEUU, Joseph Biden, del 28 de abril en una sesión conjunta del Congreso norteamericano. Alberto Fernández la emuló y calificó de “formidable” el discurso del jefe de la Casa Blanca, al que llamó “Juan Domingo Biden”, por el supuesto peronismo de sus ideas.
Del discurso de Biden en la víspera de su centésimo día como presidente, Fernández destacó su reivindicación del sindicalismo y la clase media, y su vice el señalamiento de que durante la pandemia, mientras 20 millones de norteamericanos perdieron sus empleos, los 650 más ricos aumentaron su fortuna en un billón (un millón de millones) de dólares.
Cristina también enfatizó la frase bideniana de que “la economía de goteo hacia abajo nunca ha funcionado” y cerró su hilo tuitero con una exégesis y una ironía: “¿Por qué Biden dijo todo esto? También lo explica en forma textual: ‘La peor pandemia en un siglo, la peor crisis económica desde la Gran Depresión, el peor ataque a nuestra democracia desde la Guerra Civil’. ¿Qué cosa, no? Y eso que el FMI no le financió la campaña a Trump”.
¿Qué cosa, no? Y eso que el FMI no le financió la campaña a Trump (Cristina Kirchner)
El gobierno busca así reposicionarse como el socio “progresista” de una administración “progresista”. Un problema de las interpretaciones del presidente y su vice es que Martín Guzmán, el ministro de Economía de su gobierno, parece por momentos “correrlos por izquierda” al plantear que gran parte de los subsidios a la energía (a los que en el presupuesto 2021 asignó $625.000 millones, pero que se elevarían a cerca de $900.000 millones) van a contramano del alegado progresismo kirchnerista.
El ministro repite una y otra vez que hay una recuperación con características heterogéneas, en donde el sector más vulnerable la sociedad aún sufre los efectos de la pandemia. “En estos sectores es fundamental fortalecer la política social, la protección social”, asegura. Para eso hay que contar con más recursos y, en ese contexto, aflora una parte central de su discurso, la ”consistencia macroeconómica”. “Sin esa consistencia los problemas que tenemos se agravan. Eso pasó en abril de 2018, cuando el gobierno de JXC reveló ser de una brutal inconsistencia. Para llevar adelante una asistencia a estos sectores hemos tomado medidas importantes, como la ley de Solidaridad Social, el Aporte Solidario y el proyecto de ley enviado sobre ganancias de sociedades”, argumenta Guzmán.
Días atrás, el ministro calificó de “pro-ricos” el esquema de subsidios tras su intento fallido de echar al subsecretario de Energía Eléctrica, el camporista Federico Basualdo. Un esquema cuyo costo, estimó la consultora Ecolatina, permitiría rebajar 7 puntos (esto es, un 33%) la alícuota del IVA, un impuesto de carácter regresivo, en tanto afecta proporcionalmente más a los sectores de menores ingresos.
La cosa no quedó ahí: 48 horas después, Augusto Costa, ministro de la producción bonaerense, a quien se mencionó como potencial reemplazo de Guzmán, dijo, cual si fuera miembro del gabinete, “nuestra política tarifaria no puede ser la misma que la del gobierno de Macri”. Y el jueves un grupo de legisladores presentó un proyecto firmado por Máximo Kirchner para brindar a unos 3 millones de usuarios de 50 municipios bonaerenses y de Mendoza, Salta, San Juan y San Luis descuentos de hasta 50% en sus facturas de gas.
“Se trata de un cambio de paradigma en relación a lo que se hizo en cuatro años del gobierno de Juntos por el Cambio con las tarifas”, dijo el hijo de la vicepresidente, reforzando los dichos de Costa y en desafío a la concepción de Guzmán. El proyecto no dice cómo se financiará la diferencia, que podría inflar aún más la cuenta de subsidios que preocupa al ministro, por su efecto sobre el déficit fiscal, la emisión y la inflación, que en el primer cuatrimestre acumuló un 16,7% (anualizada, 62,6%).
Inflación y otras diferencias
Semejante nivel de inflación difícilmente beneficie a los sectores que dice defender el kirchnerismo mientras reivindica el discurso de Biden con un uso selectivo del texto de 8.070 palabras que leyó el presidente norteamericano y que incluyó otros conceptos y referencias, a saber:
- Por cierto, como tuiteó Cristina Kirchner, Biden recalcó la diferencia de fortunas entre quienes perdieron el empleo y el aumento de las fortunas de las 650 personas más ricas de EEUU, pero su propuesta impositiva pivotea sobre el impuesto a las ganancias corporativas, reducidas durante los gobiernos de George W. Bush y Donald Trump, y el “capital gains tax” (“impuesto a las ganancias de capital”), que grava el aumento del valor del capital. En la Argentina, en cambio, el “impuesto a la riqueza” se aplicó en gran medida sobre pérdidas de capital, reflejadas en la caída del valor de las empresas y de los activos argentinos en general. Además, en su discurso Biden dijo expresamente que no aumentará la carga impositiva sobre nadie que gane menos de USD 400.000 anuales y que su paquete es “fiscalmente responsable” y “mejorará la situación financiera del país”. Más allá de cuál sea el rigor de sus cuentas, Biden afirmó, tras el anuncio de cada beneficio, “podemos pagarlo”.
Después de prometer que en 100 días aplicaríamos 100 millones de vacunas contra el Covid en los brazos de la gente, hemos aplicado 220 millones (Biden)
- ”Después de prometer que en 100 días aplicaríamos 100 millones de vacunas contra el Covid en los brazos de la gente, hemos aplicado 220 millones”, afirmó Biden en uno de sus pasajes más celebrados, en el que precisó que su gobierno proveyó de vacunas a 40.000 farmacias, 700 centros comunitarios y vacunatorios móviles, garantizando cercanía a más del 90% de la población. En Argentina, la realidad del “vacunatorio VIP”, el sesgo “militante” de la campaña de vacunación y la brecha entre anuncios y pinchazos desmienten las promesas oficiales y la “epopeya” que había anticipado el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.
- El jefe de la Casa Blanca hizo mucho énfasis en la educación al señalar que los 12 años garantizados de educación universal ya no son suficientes y a través del “American Families Plan” prometió garantizar 4 años más de educación pública, en abierto contraste con el cierre de escuelas al que el gobierno argentino, en su pulseada con el gobierno porteño, confirió un carácter casi militante.
- Biden precisó también que en sus primeros 100 días de gobierno en EEUU se crearon 1,3 millones de nuevos empleos y que el FMI proyectó para la economía un crecimiento del PBI superior al 6% en 2021. En contraste, la economía argentina perdió 446.000 empleos privados en blanco en los últimos 3 años, la mitad de ellos en 2020, y no hay atisbos de reversión. Los pocos empleos recuperados lo son en el sector informal, sin cobertura y defensas de ningún tipo. A su vez, el FMI proyectó para la Argentina un crecimiento del PBI de 5,8%, este año, después de una caída del 9,9% en 2020.
Según Biden, 12 años garantizados de educación universal ya no son suficientes y a través del “American Families Plan” prometió garantizar 4 años más de educación pública
- El presidente norteamericano hizo sí una fuerte defensa de los sindicatos y la promoción de la sindicalización (irónicamente, el proyecto que envió al Congreso se llama ley PRO, sigla en inglés de Protect the Right to Organize), en buena medida, señaló Felipe Frydman, economista, ex embajador y miembro del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales, CARI, porque busca recuperar parte de la masa de votantes que los demócratas perdieron a manos de Trump. El porcentaje de trabajadores sindicalizados en EEUU es de apenas 10,8%: solo 6,3% en el sector privado y 34,8% en el sector público, precisó Frydman. El reciente intento de sindicalizar empleados de una planta de Amazon en Alabama perdió por 1.798 a 738 votos, pese al apoyo de Biden, que sí coincidió con Jeff Bezos, el fundador de Amazon, en la propuesta de aumentar a USD 15 el salario mínimo por hora en EEUU. En la Argentina, en contraste, el “Indice del Nivel de Vida de los Trabajadores” elaborado por la Fundación Libertad y Progreso, que compara los salarios con la Canasta Básica, precisó que desde que asumió Alberto Fernández el índice perdió 6,9% y con las tendencias actuales empeorará otro 3,6% hacia diciembre.
Política exterior, pesos y dólares
En cuanto a política internacional, Biden criticó las “autocracias” y listó de modo desafiante a China, Rusia, Irán y Corea del Norte, lo que podría significar cierta tensión con la actual política exterior argentina. Su énfasis en el “Buy American”, la idea de que EEUU produzca hasta el último tornillo de su plan de infraestructura y la propuesta del Tesoro de poner un piso al impuesto sobre las empresas en todos los países del mundo, para desalentar la inversión de empresas norteamericanas en el exterior, no va muy a favor de la Argentina, que necesita venderle más y recibir más inversiones de EEUU, dijo Frydman.
Pero tal vez la principal diferencia entre las palabras de Biden y la realidad argentina estriba en las monedas. Aun en momentos de debilidad, como ahora, el dólar es aceptado en el mundo y la tasa de inflación de EEUU, pese al respingo reciente, está bien por debajo del 5% anual. El peso argentino es su contracara. En 2006, un estudio de la Fed (el banco central estadounidense), el Tesoro y el Servicio Secreto de EEUU (a raíz de la falsificación de dólares y su uso en el exterior) precisó que las mayores tenencias de dólares-billete fuera de EEUU estaban en Rusia (USD 80.000 millones) y la Argentina (USD 50.000 millones), aunque en términos por habitante los argentinos aventajaban un 136% a los rusos. Un estudio posterior, citado por la agencia Bloomberg, estimó un fuerte aumento adicional de las tenencias argentinas de dólares-billete.
He ahí la enorme diferencia de márgenes de acción entre “Juan Domingo Biden” y Alberto Fernández: tener o no tener moneda.
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