La pareja del gobernador hace orfebrería en la proyección de una imagen por semajanza. Choque de modelos en el circo de Javier Milei. ¿Virtud o anacronía?
Por Juan Rezzano
Quien quisiera saber qué imagen de sí mismo busca mostrar Axel Kicillof debería prestarle atención a Soledad Quereilhac, arquitecta discreta, casi silenciosa de la narrativa personal del gobernador de Buenos Aires.
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A la pareja del mandatario se le reconocen aportes concretos en el diseño discursivo del gobierno bonaerense. De hecho, suele tener un rol destacado en la curación de los mensajes que pronuncia Kicillof en escenarios y ocasiones de alta relevancia, como, por caso, las ceremonias de apertura de los ciclos de sesiones ordinarias de la Legislatura.
Sin embargo, la clave de su trabajo es ella misma -dime con quién andas- y la campaña permanente que desarrolla a bajísimo volumen, con el necesario cuidado para que no se note demasiado, pero en forma sostenida, con dedicación de orfebre, para ser el espejo del modelo de hombre/dirigente que Kicillof quiere ofrecerle al electorado, ahora que camina inexorablemente hacia el fin de su tiempo en la provincia, como alternativa a Javier Milei.
Una noche en el teatro con Axel Kicillof
El sábado a la noche, Quereilhac (49 años, doctora en Literatura, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigadora del Conicet, madre de dos varones, cinturón negro de taekwondo y look canchero pero sobrio, despojado de señas particulares que pudieran convertirse en un tema) fue con su marido al Teatro Coliseo Podestá de La Plata a ver La madre, la obra de Florian Zeller que protagonizan Cecilia Roth y Gustavo Garzón.
Al término de la función, mientras el gobernador desplegaba su rutina de líder carismático en un show de selfies mezclado con el público después de saltar literalmente desde el palco a las plateas, Quereilhac esperó pacientemente en los pasillos del teatro.
Una vez que recuperó a su marido, se sumó a una foto con el elenco de la obra que usaría al día siguiente para hacer su trabajo artesanal. En su cuenta de Instagram, publicó la imagen y contó lo bien que lo habían pasado, pero agregó una "yapa" de cuatro palabras que valieron más que mil imágenes. "Volvimos caminando a casa", escribió. Es cierto: la primera pareja bonaerense recorrió a pie las nueve cuadras que separan al teatro de la residencia del gobernador, con custodia mínima y a distancia tan prudente como para que resultara invisible.
El mensaje, implícito pero cristalino, estaba enviado: tras cinco años y medio al frente de la provincia imposible, referente de la fuerza que protagonizó el último gran fracaso de la política tradicional, uno de los blancos principales de las descargas de furia presidencial sobre la casta maldita y, por si algo le faltaba, enemigo íntimo de Cristina Fernández de Kirchner en la interna feroz del kirchnerismo, Kicillof puede caminar por la calle un sábado a la noche por el centro de La Plata. ¿CFK es, en esta coyuntura, la principal destinataria de ese mensaje? Otra historia. ¿Otra historia?
Dime con quién andas, Axel Kicillof
Justamente, la cuenta de Instagram es un teatro de operaciones clave de Quereilhac. Allí expone su perfil de mujer moderna y feminista pero familiera; independiente pero devota de su marido; moderada en sus maneras pero firme en sus convicciones; austera y sencila. Una mina común.
Son los rasgos que la definen y, al mismo tiempo, definen al gobernador. Esa es la idea: el mensaje que emite en voz baja. Es el perfil que será indefectiblemente auscultado e interpelado, con buenas armas y también con las peores, si Kicillof consigue avanzar al siguiente casillero, a la primera línea de la carrera por la Casa Rosada. Pelusas en el durazno.
En sus posteos en esa red social, Quereilhac exhibe la vida propia que desarrolla en el ámbito de sus competencias profesionales como académica, investigadora y escritora.
También, muestra su compromiso con las reivindicaciones de sus contemporáneas y su participación en actividades oficiales afines a su perfil profesional y político.
Quereilhac es, además, la encargada de abrir pequeñas ventanas a la intimidad de la primera familia provincial, que es, en definitiva -esa es la idea-, la del gobernador.
Kicillof con ella y sus hijos en un paseo mate en mano, Kicillof con ella de vacaciones en las sierras bonaerenses, Kicillof con ella recibiendo el año "con compañeros y amigos" en la Isla Martín García. Kicillof austero, sencillo y familiero. Un tipo común.
Quereilhac incluye, además, dosis homeopáticas, cuidadosamente curadas, de militancia explícita. "Es por AK", suele colar el eslogan en medio de sus posteos más políticos.
¿Virtud o anacronía piantavotos en el panic show de Javier Milei?
Quereilhac parece esculpida a pedido según el manual más estricto del progresismo y la corrección política, una suerte de producto de laboratorio que no llamaba la atención en la prehistoria de la Argentina libertaria, pero supone un violento choque de modelos con las novias de ultilería de Milei.
Rubias de diseño, estridentes, desmesuradas en formas y maneras, escandalosas, huéspedes VIP de la televisión bizarra, populares por talento, por histrionismo o por timing, tolerancia a la ultraexpoisción y funcionalidad a la industria del chimento... Fátima Florez y la recientemente cancelada Yuyito González encastraron sin esfuerzo, mientras duró la ilusión, en la maquinaria del panic show libertario.
En este contraste, la figura de Quereilhac se recorta como un dechado de virtudes, pero Milei, su mago del Kremlin Santiago Caputo y sus Gordos Dan, estudiosos de las biblias escritas por los mentores de los populismos de derecha extrema que precedieron al anarcocapitalista criollo, dirán que esa conclusión es el producto de un análisis hecho a través del prisma del "discurso único" que dominó la política hasta la irrupción, como una bomba antisistema, del experimento de La Libertad Avanza.
El progresismo y la corrección política -el maldito wokismo- son, según el dogma que viene esparciéndose por el mundo como mancha de aceite desde la segunda década de este siglo y en 2023 llegó a la Casa Rosada por empuje de una mayoría democrática, la bota que sofocó la libertad bajo el peso del Estado criminal.
Progresismo y corrección política son, en la Argentina de Milei, sinónimos de casta, atributos constitutivos de las élites políticas que fracasaron a lo grande, del socialismo empobrecedor, de las "ratas inmundas" y de los "zurdos de mierda".
Como viene diciendo el propio Kicillof, esa dirigencia demonizada por el discurso dominante de esta época disruptiva, que carga con la realidad irrefutable de sus fracasos, deberá componer nuevas canciones si pretende volver a inclinar la cancha. Por ahora, en el aquelarre libertario que exalta la violencia, los insultos, la grosería, la homofobia, la misoginia y la ignorancia como antónimos de progresismo y corrección política validados en las urnas, vale la pregunta sobre el modelo Quereilhac: ¿virtud o anacronía piantavotos?
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