El entrenador, flamante campeón con Racing, es un agradecido de esos DT's; su vida junto a ellos y las sensaciones del título
"Prefiero perder el clásico y pelear el campeonato." ¿Cuántas veces se habrá acordadoDiego Cocca ayer de aquella frase que pronunció en la antesala del derby de Avellaneda. Es que fue, sin dudas, algo que lo expuso. Ese desliz se maximizó con la caída 1-2 ante Independiente. Finalizaba el mes de agosto y el entrenador trastabillaba. El barco tambaleaba y la herida se profundizaba. El Cilindro era un hervidero con banderas y cánticos que bramaban exigiendo su expulsión de Avellaneda. Pero el fútbol siempre da revancha, incluso en el cortísimo plazo.
Ayer vivió un gran desahogo porque siempre fue consciente de que un traspié en la Bombonera hubiera implicado su eyección del cargo. La decisión estaba tomada. De rodillas, la Academia empezó abajo pero, como una señal divina, la interminable lluvia jugó a su favor, ya que el árbitro Federico Beligoy suspendió el partido. Y cuando volvió a jugarse, en una gran reacción, Racing se impuso por 2-1.
De aquel aplazamiento a este título, pasaron apenas 91 días. Un océano si de fútbol se trata. Apenas tres meses para dar un giro de 180 grados en la vida del entrenador. A los 42 años, de estar casi desocupado a campeón del fútbol doméstico en 12 partidos. Así podría resumirse su primer semestre como DT de la Academia. Acaso, el más largo y, a la vez, exitoso de su carrera. Así lo festejó ayer, con su familia en el campo de juego, cobijado por los afectos. "Los que estuvieron siempre", aclara Cocca y agrega: "Nos costó mucho, pero valió la pena. Estoy feliz. Hicimos historia".
Formado bajo la filosofía riverplatense, nunca negó su origen y su amor por aquellos colores. De hecho, sus días transitan entre el Cilindro y los pasillos del Monumental, lugar adonde sus hijos asisten a la escuela.
La Volpe me abrió la cabeza para pensar como entrenador
Admirador de Daniel Passarella, el técnico que lo hizo debutar como jugador en Primera, en 1991, admite que le debe a Ricardo La Volpe su actual profesión. Su estadía en México fue determinante. Allí jugó en Atlas de Guadalajara, Tiburones Rojos y Querétaro. "La Volpe me abrió la cabeza para pensar como entrenador. Allá decidí ser técnico", le cuenta a LA NACION con la garganta aún anudada por el festejo. La voz le corre suave y pende de un hilo. Dos semanas debió esperar para grabar su nombre entre los nuevos héroes de Avellaneda. El grito profundo del estadio se escucha y se goza en media ciudad que está dividida, se sabe, por dos facciones en pugna.
"Siempre sostuve que el equipo podía jugar y ser protagonista y hoy es una realidad. Los números lo avalan. No es casualidad. Nadie lo puede negar. Supimos cambiar a tiempo", explica. Y agrega: "Nuestra incertidumbre siempre fue cómo íbamos a asimilar todo lo que queríamos que demuestre el equipo, cuánto íbamos a tardar y si nos iban a acompañar los resultados para que el crecimiento fuera rápido y sostenido. Fuimos aprendiendo en el camino. Nos sobrepusimos a todos los obstáculos. Creo que un partido muy importante fue con Newell's para empezar a crecer. El grupo fue el que sacó adelante todo porque estaba convencido con nuestra idea".
En su visión, compromiso es una palabra que en el fútbol no puede faltar. Nunca. "El compromiso es dar más de lo que a uno se le pide y los chicos lo hicieron porque salvo Diego [Milito], que previamente a esta coronación tenía varios títulos, o [Sebastián] Saja, en San Lorenzo, ninguno de los refuerzos era de River o de Boca", pondera.
El Cilindro todavía es una fiesta y el técnico campeón también lo celebra. A su manera logró sacarse una pesada mochila que recaía sobre sus espaldas. La de su representante Cristian Bragarnik y toda la connotación negativa que aterrizó sobre Avellaneda cuando aceptó la propuesta de la Academia. Un DT que priorizó la historia y la grandeza de este gigante que suele despertarse cada tanto y revoluciona el mundo futbolero. Prefirió evitar la comodidad y las presiones en menor caudal que le proponían desde Newell's. El ascenso con Defensa y Justicia, en la B Nacional, fue el condimento definitivo para sacar el pasaporte con destino a Avellaneda. La decisión, siempre, -dice- es una sola y se debe actuar en consecuencia. Lejos del carisma de Reinaldo Merlo o Alfio Basile, sus antecesores en cuanto a títulos para Racing, Diego Cocca también se las ingenió para subirse al podio de técnico campeón..
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