Por: Roberto García. Para muchos, misión imposible: recortar y superar los 6 puntos de diferencia que han distanciado a Sergio Massa de Javier Milei en el último cotejo electoral. Si fuera cine, el cometido no sería quimérico: el intrépido Tom Cruise enfrentaría con éxito el desafío al tiempo que intentaría otras arriesgadas misiones imposibles.
Pero Milei no es el famoso actor, ni se le parece, apenas comparten altura y cierta confusión religiosa, uno entre la bipolaridad judía y la católica, el actor inclinado ante una secta desarrollada en Hollywood, la cienciología. Sin embargo, sin filmografía, Milei puede ser Cruise: en otros países se registraron episodios electorales semejantes al que ahora lo envuelve, clavado en un segundo lugar. Son desafíos como el caso chileno de Gabriel Boric, quien levantó un pasivo de votos importante en su tierra, o el del millonario bananero de Ecuador, Daniel Noboa, quien remontó 28 puntos ante la candidata de Rafael Correa en la segunda vuelta. “Se puede”, le recita el coro libertario y, si bien las encuestas suelen equivocarse, hoy señalan que las alternativas presidenciales son parejas y que los movimientos de los días que faltan habrán de ser clave para la llegada a la Casa Rosada del próximo mandatario.
Massa ahora trabaja para que legisladores encubiertos en la lista de Milei firmen esta semana un documento contra el pacto economista y la dupla Mauricio Macri-Patricia Bullrich: una forma de comprobar que le había penetrado las candidaturas al tiempo que se revela la indolencia de Milei, en su momento, para integrarlas. Una incompetencia, falla de aficionado. En cambio, no prosperó la versión de que Massa también le había aportado votos al libertario en su pasada pugna contra Patricia Bullrich; por el contrario, Milei no perdió volumen, hasta sacó una porción superior a lo que ya había obtenido. Los seguidores de Massa, con una urgencia más económica que política, sostienen que el economista abandonará su postulación. Se viene ese embate mientras los dos rivales se preparan para el debate del domingo 12, una fecha decisiva: está reconocido que la óptima performance de Juan Schiaretti en las urnas fue producto de su presentación pública en la tele.
Intensa, la Bullrich conserva la adrenalina que mantuvo durante la campaña, permanece con Macri a favor de Milei: si éste gana, no solo se quedarán con medio gobierno, además le aportarán una masa crítica a la cúpula de La Libertad Avanza –ahora en proceso de purgas– de la que carecía. Para decirlo en tono de campaña: hay equipo. Idóneo o no, reaparecen personajes como Dietrich, Braun, De Andreis, Garavano, Sturzenegger, Sandleris y otros dilectos del ingeniero en categoría consejeros (inclusive, se comenta que Macri se ha conectado de vuelta con su exjefe de Gabinete, Marcos Peña, para que colabore en las andanzas preelectorales). Milei, mientras, está saliendo del shock del último cómputo y rechaza una fórmula cromática que le endosan: la mezcla de su color, el violeta, con el amarillo de Macri, puede producir “El hombre gris”, aquel de la profecía siempre renovada del Nostradamus argentino, Benjamín Solari Parravicini. Le disgusta ese anunciado destino crítico.
El expresidente se concentra en dos batallas. Una, con los radicales que se le rebelaron en Cambiemos: Morales, Lousteau, Nosiglia y Yacobitti. Varios se han comprometido a un intercambio físico con Macri, pero cuesta creerles porque son políticos de promesas: a las dos partes les alcanza con insultarse. Otra reyerta lo confronta al boquense con Massa: se amenazan con actuaciones de la Justicia, tal vez de prisión y, por supuesto, confiscación de patrimonios. Algún intermediario, tipo Daniel Angelici, trata de evitar que el conflicto tome alturas irreparables. No es el único. Si a Macri le imputan haber pretendido quedarse con empresas del cristinismo, posiblemente esa denuncia se vuelque al revés si triunfa el aspirante oficialista. Tema para gente especializada, siempre la plata manda.
Irónicos, las MM sostienen que el radicalismo es barato: dicen que al hijo de Raúl Alfonsín el Gobierno lo arregló con una embajada en España por entregar el legado democrático del padre, una bagatela en relación a lo que le costó Jesica Cirio a Martín Insaurralde. Al sobrino, Emiliano Yacobitti, ni lo alumbran con dinero, él solo se compromete con la bobada de amedrentar periodistas (caso Guadalupe Vázquez), a menos que su intimidación judicial se apoye en la posibilidad de contar con magistrados amigos. Morales, por su parte, recibe la condena de involucrarse en sociedades políticas y económicas con Massa, lo asignan en un gobierno de éste junto a otro colaboracionista sospechado: Horacio Rodríguez Larreta. Lo que se traduce como un futuro gabinete de unión nacional, ofrenda de campaña. Curiosamente, nadie de Macri se refiere a los pioneros en trasvasamiento del radicalismo al kirchnerismo, los miembros de la familia Moreau, justo uno de los que más le revisa las cuentas al exmandatario.
A su vez, buena parte de los radicales en su salto al massismo recuerda ciertas penurias padecidas en la Administración Macri, le reprochan falta de generosidad y, luego, ya juntos en la oposición, cuestionan el favoritismo mediático que le otorgó a figuras del partido a su servicio (caso Mario Negri). Y un distanciamiento deliberado con el resto de la dirigencia. Obvio: el ingeniero estima que la UCR siempre cobró más de lo que merecía en su gobierno y que nunca fue fiel a sus proyectos. Ahora, la escisión de Cambiemos indica que Macri va por aglutinar un espacio de representación liberal mientras un núcleo radical, con inserciones territoriales, se imagina al frente de un partido único, alejado de alianzas, pero colaborando de soslayo con la administración Massa. Si éste gana. Mientras, se postulan para otra época bélica, elaborarán la Biblia negra contra su exsocio y no desean perdonarle a Milei que los haya tratado de “basura”.
El cruce de suciedades progresará durante la campaña y las incompetencias se advertirán con nitidez. Sean de un lado o del otro. Como la actual torpeza del Gobierno por privar de combustible a la población, un daño por errores de cálculo, falta de previsión –además de escasez de dólares– en un área controlada por Massa y Cristina de Kirchner en su consentida YPF. Con el agravante de que le trasladan la culpa a los consumidores, ávidos por guardar nafta en los placards o en los colchones, como si fueran dólares. Tan estúpidas e irresponsables esas declaraciones como el silencio de Milei y Macri frente al desatino.
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