Por: Fabián Doman fdoman@infobae.com
En apenas poco más de dos meses, el Presidente ya acumuló victorias y derrotas, pero las subas de precios y las paritarias aceleran la preocupación de varios sectores. Fastidio radical e inquietud con la política comunicacional
Mauricio Macri asumió -y el kirchnerismo se fue- hace exactamente 71 días. Parece que hubiera pasado un lustro. Cristina y sus más fieles seguidores tuvieron una pérdida de poder real más profunda y veloz de lo que se esperaba, mientras que Macri ha acumulado demasiadas victorias y derrotas para tan poco tiempo de gestión. Es cierto que el Gobierno mantiene altos niveles de apoyo popular, pero son los naturales para cualquier nuevo Presidente en sus primeros seis meses. El macrismo ya ha dejado una marca histórica en su forma de gobernar: una elogiable capacidad para enmendar errores y desaciertos.
Todo funcionario se recibe de tal cuando comienza a quejarse de los "problemas de comunicación" y del tratamiento que el periodismo hace de su función. El macrismo no es la excepción a la regla. En los tres gobiernos, el nacional sobre todo, el de la provincia y el de la Ciudad se repite por estas horas la letanía de que se está comunicando mal. Un ex presidente que se quejaba de lo mismo cuando estaba en la Casa Rosada le confeso en una oportunidad a este periodista cuando: "Lo que yo tenía no eran problemas para comunicar. Eran problemas políticos".
¿Fue un problema de transmisión del "discurso" y no un problema político de fondo, haber nombrado dos jueces de la Corte Suprema por decreto? ¿Qué mensaje publicitario o foto en redes sociales o perros presidenciales sonrientes pueden resguardar a un gobierno cuyo ministro de Educación, Esteban Bullrich –probablemente uno de los más preparados para el cargo- promete públicamente que ningún maestro ganará menos de 8.500 pesos de salario, lo que para los casos de varias provincias, significa subir el salario inicial un 40%, para una semana después retirar la oferta a los sindicatos docentes?. ¿Era necesario que la presentación en sociedad de la peor noticia en los 71 días macristas en el poder, el necesario aumento de la tarifa de la luz, no sea directamente comunicada por absolutamente ningún funcionario hasta tres de la primera publicación en el boletín Oficial? ¿Era Juan Aranguren el más preparado para hacerlo? "La mayor parte de la suba no va a ser del 700% y en los casos en que lo sea saltara de actuales 70 u 80 pesos bimestrales. Pero nosotros mismos instalamos el 700% y chau" se quejaba un hombre clave del Gobierno ayer.
Está de moda entre periodistas y empresarios echarle la culpa -por ahora solo en privado- de todo lo que está sucediendo al jefe de Gabinete Marcos Peña. Lo acusan de cierto "fundamentalismo metodológico" en la gestión y una escasa capacidad para cambiar esquemas, abrirse a nuevas ideas y convocar a hombres y mujeres con capacidad para gobernar, pero sin el ADN PRO en sus venas. La defensa de Peña es sencilla: "Es lo mismo que nos decían en la campaña electoral. No cambiamos nuestra hoja de ruta, seguimos con lo pautado y por eso hoy Mauricio es presidente". Lo más importante de este argumento es que el primer defensor que tiene es Macri.
Peña, como ariete político del equipo técnico que conduce Jaime Durán Barba, es el funcionario más informado del pulso de la sociedad. Durán Barba recibe diariamente sondeos cuanti y cualitativos (ya hemos dicho aquí que para el ecuatoriano son más importantes estos últimos). Esas encuestas no muestran para nada el cansancio que empresarios y periodistas tienen con el Gobierno. "Hay un 60% de la sociedad que, con razón, apoya esperar a que las medidas comiencen a rendir sus frutos y que dice que es muy pronto para haya resultados. Que hay que aguantarlo a Mauricio", explica Duran Barba.
Peña, responsable además de conducir el mejor equipo técnico del país en redes sociales –el que trabaja para el Presidente en forma personal- recibe también el pulso virtual de la sociedad. Allí se registran signos de que los argentinos estuvieron más pendientes de las vacaciones que de los vaivenes de la política y la economía –la excepción fue la cobertura de la Triple Fuga de General Alvear. En la Jefatura de Gabinete no creen en la realidad mediática –rara coincidencia con Cristina Kirchner- y repiten que si no se dejaron llevar por la ciclotimia del "círculo rojo" en la campaña electoral, menos lo harán ahora, gobernando.
Sin embargo, los tiempos comienzan a cambiar. Y cuando lo hacen, no avisan.
La célebre foto del perro Balcarce en el sillón presidencial o el raid supermercadista "espontáneo" de importantes figuras del macrismo tuvieron lugar en un contexto diferente. El dólar no había comenzado a escalar – el BCRA tuvo la semana pasada que intervenir en el mercado para evitar su disparada-, la luz no había aumentado y no se tenía registro oficial y conciencia social de que la inflación era mucho más importante de la prevista.
En aquel "fundamentalismo" del que se acusa a Peña, pero cuyo autor intelectual indubitable es el propio Presidente, anida un misterio cuyo desenlace se conocerá en el discurso inaugural de la sesiones ordinarias del Congreso del 1 de marzo: ¿ha sido acertada la decisión de la Casa Rosada de no contar la herencia recibida?
La teoría que justificó el "apagón informativo" sobre lo que se "recibió" es que la sociedad estaba molesta con Cristina, quería un cambio –por eso votó a Macri- pero no existía la conciencia de una crisis o de un mal momento económico-social. Y que relatar lo recibido podía, antes que dejar en claro las responsabilidades del nuevo gobierno, develar malas noticias de las que paciente no era conciente.
En el Frente Renovador, clave para que Macri cuente con la mayoría parlamentaria urgente y necesaria para que el mundo vuelva a creer en Argentina –la resolución judicial de Thomas Griesa del viernes confirma esta mirada exterior sobre el país adelantada ya por esta columna- sostienen que el Gobierno padece una mezcla de inexperiencia, tozudez y candidez, pero "salpimentada" con cierta malevolencia. Se quejan de que les "copian" muchas de sus iniciativas –derribo de aviones, ley del arrepentido, cambios en ganancias etc.- pero que "las aplican y explican mal". Nunca creyeron que la resurrección del Índice Congreso de Inflación podría generar una crisis política en el INDEC –de resolución abierta- y se muestran preocupados por el devenir del gobierno provincial de María Eugenia Vidal –especialmente en materia de seguridad- , en una geografía territorial que los renovadores conocen a la perfección.
Los que en el macrismo sostienen la teoría de que debe comenzar a contarse la herencia recibida –la mayor parte de los funcionarios- argumentan que es la única manera para poder pedirle sacrificios a la sociedad como soportar el aumento y los cortes de luz, techos salariales del 25% o la suba de la inflación. Que buenas noticias como haber anunciado el derrame a la sociedad de 49.000 millones de pesos por el cambio en el mínimo no imponible de Ganancias no fue lo suficientemente explotado como tampoco el anuncio sobre la asignación por hijos.
Para completar el panorama, los socios minoritarios en Cambiemos, los radicales, comienzan a acumular fastidio. No se sabe si porque realmente lo piensan o solo tratan de hacerlo trascender para lograr "algo", pero el partido de Alem dice estar pergeñando un plan político para desembarcar en el gobierno desde la Jefatura de Gabinete ante una eventual crisis política que obligue a Macri a corregir el rumbo y el gabinete. Un programa que tendría el visto bueno de ciertos grupos empresarios, a los que les gustaría un tipo de cambio más alto para "mejorar exportaciones y bajar costos internos".
Y encima, las malas noticias se juntan. El Presidente debe lidiar al mismo tiempo con el control del dólar, el febrero más caliente de la historia con su consecuencia en los cortes de luz, el aumento de las tarifas, el despertar de la inflación, la negociación con los holdouts, el déficit fiscal, las presiones políticas para ablandar "el plan económico" por un lado y para endurecerlo por otro, la complicada relación con el Papa y la prisión de Milagro Sala y hasta la interna del vestuario de su Boca contra Carlos Tevez.
Por suerte para Macri, Barack Obama decidió conocer Argentina antes de dejar la Casa Blanca.
Pero, cuidado, a la suerte hay que ayudarla.
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