Custodiado por el gobierno, el arrepentido que hizo estallar el expediente por lavado de dinero en la obra pública se reencontró con su padre y planifica un libro con su historia.
No más Ferraris, bolsas llenas de dólares ni modelos pulposas. Leonardo Fariña, el ex armador financiero de Lázaro Báez que detonó la causa por "la ruta del dinero K" con su testimonio judicial, ahora reeduca sus horas en libertad vigilada: bajo estricto control del gobierno, mira fútbol por televisión, come asados a repetición y pasa largas horas de terapia psicológica. A dos meses de su excarcelación tras dos años a la sombra, el ex marido de Karina Jelinek disfruta de las primeras salidas y recuperó el vínculo con su padre y sus viejos amigos, mientras estudia la causa judicial obsesivamente y prepara sus próximas presentaciones ante el juez Casanello.
"Ya circulo por la calle con cierta cotidianeidad, aunque siempre con las medidas de seguridad necesaria. Me veo con frecuencia con mi círculo íntimo; mi padre, mis abogados y algunos amigos incondicionales", dice el testigo protegido más famoso del país. "Estoy recuperándome física y psicológicamente tras el deterioro que tuve en la cárcel. Primero tengo que mejorar mis valores clínicos, y después comenzaré a entrenar. De todo se encarga el ministerio, como así también de mi tratamiento psicológico, clave para ir estabilizándome."
Ansioso y movedizo como se lo veía en los estudios de televisión antes de su detención, Fariña fuma mucho, pero se cuida en las comidas porque su sistema digestivo es delicado. La disciplina no alcanza a los asados, con los que se puso al día rápidamente. Ve poca televisión, sólo partidos de fútbol y algún programa político, como Odisea Argentina y La Cornisa. A la noche, películas. "Y cero programas de espectáculos", aclara. Pero sigue las noticias de la causa judicial en todos los portales digitales.
Con la rienda corta, Fariña dice que no tiene novia. ¿Habrá que creerle? "Todavía no me acostumbré a estar nuevamente en libertad, entiendo que es un proceso progresivo", enseña, como quien aún está calentando motores. La metáfora es elocuente: el ex valijero adora el automovilismo, y ya aceleró las gestiones para asistir a alguna carrera de Turismo Carretera.
No todo es ocio y reinserción social para el rodete más famoso de la Argentina. Muchas de sus horas en libertad las dedica a estudiar la causa judicial que lo tiene como protagonista, y en la cual planifica sus próximos pasos. "Estoy preparando mi ampliación indagatoria respecto a la compra del campo de Mendoza, para aportar la prueba necesaria sobre la adquisición y posterior venta. Voy a explicar los roles del empresario Carlos Molinari en las diversas operaciones Y de Roberto Erusalismsky, del que poco se sabe y tiene un rol trascendental en la venta y otras operaciones", avisa.
El futuro es una nube impenetrable para Fariña. Y que queda muy lejos todavía. "La única manera de poder empezar a proyectarme es que esto se resuelva completamente, con todos los hechos y todos los culpables bajo la ley. Por lo pronto lo que tengo en la cabeza es la posibilidad de escribir un libro en el que cuente toda la historia de este caso. Pienso en la gente que se ha portado muy mal conmigo antes y durante mi estadía en la cárcel: de hecho mi detención se produjo por hechos que exceden lo jurídico y que en un tiempo voy a esclarecer. Por otra parte, estoy contento ya que muchísimas medidas de prueba han corroborado mis dichos y han ayudado a que el expediente avance. Lo que sí añoro es que Lázaro Báez cuente y aporte lo necesario para que la investigación se siga profundizando, pero se ve que las presiones que tiene lo exceden", suelta misterioso.
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