El principal partido opositor sigue envuelto en un clima de tensión por el anuncio electoral del jefe de Gobierno. Las razones ocultas de una decisión polémica. Lo que no le perdona el macrismo. Se mueve el escenario político bonaerense.
Por: Ricardo Carpena.
Horacio Rodríguez Larreta, el dirigente que lanzó su candidatura presidencial con un discurso antigrieta, terminó generando una grieta en su propio partido. El anuncio sobre las elecciones concurrentes en la ciudad de Buenos Aires provocó una suerte de división de bienes en la oposición. Después de todo, la pelea entre Larreta y Mauricio Macri se vive como un divorcio traumático. En el nuevo escenario, el ex presidente se quedó con el PRO y el jefe de Gobierno, con Juntos por el Cambio.
¿Le alcanzará a Rodríguez Larreta para llegar a la Casa Rosada? Sus estrategas, encuestas en mano, repiten como un mantra que hay un electorado de centro, más volátil, que sería más proclive a elegirlo en lugar de opciones duras como la de Patricia Bullrich, que se impone entre los votantes del PRO. Aún así, admiten algo obvio: “Puede fallar”. Para el armado larretista, es clave dejar de atarse a los adherentes a su partido y abrazarse a los socios de Juntos por el Cambio, más los peronistas desencantados. Allí estaría el famoso 70% de apoyos que tiene en la mira el jefe de Gobierno.
Por eso a Rodríguez Larreta no lo preocupa que su decisión sobre el sistema electoral porteño le haya puesto a casi toda la dirigencia del PRO en contra. Tampoco lo inquieta, afirman sus allegados, que Mauricio Macri le levante la mano a Bullrich como su candidata presidencial favorita. Es un escenario que tenía previsto cuando resolvió en favor de las elecciones concurrentes, que emparejarán las chances en las urnas del postulante a jefe de Gobierno del PRO y al de la UCR, Martín Lousteau.
Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, en enero pasado en la casa del ex presidente en Villa La Angostura
También lo veían venir Macri, Bullrich, María Eugenia Vidal y Jorge Macri, pero lo que no imaginaron es que el alcalde porteño iba a elegir un método tan drástico para poner en marcha el nuevo esquema de votación en la ciudad: en soledad y sin anticipárselo a ninguno de los líderes de su partido. Eso es lo que causó la desilusión del ex presidente, que luego se convirtió en furia. En el entorno macrista aseguran que había versiones en ese sentido, pero que los propios colaboradores de Larreta sostuvieron la semana previa al anuncio que no estaba decidido. Dicen que se lo juraron a los allegados a Macri hasta la noche del domingo anterior a la mañana en que el jefe de Gobierno confirmó las elecciones concurrentes. “No consultaron nada y nos mintieron”, señalan.
El larretismo reitera sus argumentos hasta el cansancio: los principales dirigentes del partido sabían lo que iba a pasar porque el equipo del jefe de Gobierno se los había comunicado. No pueden explicar, en cambio, por qué Rodríguez Larreta no llamó directamente a Macri, a quien conoce desde hace 20 años, para comunicarle la novedad, aun cuando descontara una reacción negativa. “En política no te podés comunicar con alguien para avisarle que lo vas a perjudicar; lo hacés y listo”, justifica un experimentado dirigente alineado con el alcalde de la ciudad y curtido en decenas de campañas.
Rodríguez Larreta quiso mostrar precisamente que tomaba una decisión a espaldas de Macri y en contra de él. Lo quiso camuflar de manera desafiante cuando lo consultaron acerca de la “desilusión” que dijo tener el ex mandatario por el anuncio de la votación desdoblada en la ciudad: “No entiendo. ¿Macri está en contra de que yo cumpla con la ley?”, contestó con una ironía inusual en él.
Los principales líderes del PRO, en una interna cada vez más peleada
Quienes conocen en la intimidad a Rodríguez Larreta aseguran que se cansó de la famosa centralidad de Mauricio Macri, de su papel siempre protagónico que lo obligaba a buscar siempre su aval para cada decisión y lo dejaba asociado con una imagen de debilidad y de falta de autonomía. Y, además, no soportaba que Macri lo asociara con la falta de coraje, lo criticara por su condición de dialoguista y diera señales explícitas de apoyar a Bullrich. “Se hartó de que le mojaran la oreja. ¿No le pedían que tuviera carácter y coraje? Ahí tienen”, fue el comentario de uno de sus asesores estrella.
Si quería alcanzar la Presidencia, infieren algunos, sentía que debía mostrarse implacable y dejar en claro que no será “el Alberto Fernández de Cristina Kirchner”. Pero con su gesto de autoridad a expensas del fundador del partido también pareció soltar amarras del PRO y del resto de la dirigencia. El macrismo aclara que no está en contra de lo que marca la ley en materia electoral, pero lo acusa de no haber consultado a nadie la decisión y no haber trabajado en equipo y por la unidad del espacio, como suele predicar el jefe de Gobierno. Sus rivales internos incluso dan por probado su presunto acuerdo con Lousteau para “cederle” la ciudad a cambio del apoyo al proyecto Horacio Presidente.
La jugada larretista es riesgosa. La lógica de la política indica que nadie patea el tablero si va ganando. Mueven la estantería los que van perdiendo. Por eso algunos interpretan que la decisión sobre el sistema electoral puede ser una reacción desesperada ante el ascenso de Bullrich en las encuestas. Para sus defensores, en cambio, “Horacio tenía que jugar fuerte, no podía seguir tratando de quedar bien con todos”. Un dirigente cercano se lo dijo una vez en estos términos: “Alguna vez tenés que jugarte y arriesgarte a que te llamen traidor. Si vivís con miedo a eso, mejor dedicate a otra cosa”.
Mauricio Macri, junto con Nicolás Pino, de la Sociedad Rural en el almuerzo del Consejo Internacional de Comercio y Producción
Macri ya se desahogó, lo criticó duramente en el Zoom del PRO del martes pasado y con cierta moderación durante el almuerzo del Consejo Internacional de Comercio y Producción (Cicyp) del miércoles, el mismo día en que se reunió en secreto con Bullrich para definir cómo contrarrestar los efectos de las elecciones concurrentes en la candidatura de Jorge Macri. En el círculo íntimo le atribuyen una frase en estos días de furia: “Ya me sentaré a conversar con Horacio”. No sería inminente. Primero se le debería pasar el enojo (¿tendrá fecha de vencimiento?). Y entre el martes y el viernes próximos viajará a Estados Unidos y República Dominicana a dar clases de liderazgo.
Quizá al ex presidente lo mueva el más puro pragmatismo: sabe que Rodríguez Larreta mantendrá en pie las postulaciones de Fernán Quirós y de Soledad Acuña hasta el filo de que se venzan los plazos legales para sentarse a negociar. Y a los dos les conviene llegar a un acuerdo. Si la pelea se desmadra, el jefe de Gobierno tiene “capacidad de daño” al frente del aparato porteño, pero el ex jefe del Estado mantiene su predicamento en una dirigencia del PRO que puede complicarle la vida al larretismo. Además, en caso de que persista el desacuerdo y dos postulantes del PRO compitan contra Lousteau en las PASO, es probable que el voto dividido facilite el triunfo del radical. También para Larreta sería letal pasar a la historia como el que habilitó la derrota en CABA tras 16 años de predominio del PRO.
Cerca de Bullrich imaginan que en este escenario podría reactivarse la idea de que Vidal se postule en la ciudad como una figura de consenso. El problema es que la ex gobernadora no quiere saber nada. Tampoco se descarta que, si confirma que no será candidata presidencial, se acelere un acuerdo político con la ex ministra de Seguridad. La fuerte postura de Vidal contra su amigo Larreta por las elecciones concurrentes permiten suponer que no es imposible. Sólo así, advierten en el bullrichismo, el vidalista Cristian Ritondo podría convertirse en candidato a gobernador de la jefa del PRO.
Patricia Bullrich, en una recorrida de campaña en Tucumán
Ya asentada como la preferida de Macri, Bullrich dio un paso que le permitió incomodar a Rodríguez Larreta y, al mismo tiempo, hacerle un guiño al ex mandatario: a mediados de semana, cuando vuelva del Foro Llao Llao, en San Carlos de Bariloche, donde hablará el lunes para los empresarios del círculo rojo, formalizará la licencia a la presidencia del PRO y le pasará la posta a Federico Angelini, macrista de pura cepa y armador político del bullrichismo, para que ejerza el cargo durante 90 días. Su mensaje implícito es que Larreta debería hacer lo mismo en la Jefatura del Gobierno: por algo Bullrich pidió “separar nítidamente cada institución, sin aprovecharnos de los cargos públicos o partidarios”.
Bullrich decidirá en los próximos 15 días quién será su candidato a gobernador bonaerense entre Néstor Grindetti (¿resistirá a la crisis del club Independiente?), Joaquín de la Torre y Javier Iguacel. Hoy piensa privilegiar a a alguno de los que apostó por su proyecto presidencial (algo que excluiría a Ritondo), pero aún no sabe qué hacer. No quiere postergar la definición porque busca aprovechar la caída de Axel Kicillof en las encuestas. Sí, en cambio, insistirá en que forzar el alineamiento de los intendentes del PRO detrás de su figura: promueve el sistema de la “i latina” para las elecciones provinciales, es decir, que haya dos candidatos presidenciales, dos a gobernador y dos a jefe comunal.
Horacio Rodríguez Larreta estuvo en Mendoza con Alfredo Cornejo y el gobernador Rodolfo Suárez
Después de su visita a Mendoza para apoyar a Alfredo Cornejo como candidato a conducir la provincia y tomar distancia del rebelde Omar De Marchi, Rodríguez Larreta estuvo de campaña este sábado en Olavarría junto con Diego Santilli, su candidato a gobernador, y estrenó una propuesta que seduce a intendentes de Juntos por el Cambio que no quieren jugarse por ningún presidenciable y prefieren asegurar su continuidad: aplicar en las elecciones el esquema de la “v corta”, que implica dos candidatos a presidente, dos a gobernador y un solo postulante a intendente.
Hasta ahora, el jefe de Gobierno también pretendía, como la jefa del PRO, un alineamiento de los jefes comunales mediante la “i latina”. Sus allegados resaltan que cambió para contener a la tropa. Para el bullrichismo, Larreta hizo un viraje en su armado provincial para evitar que los intendentes se fueran a las filas de su rival interna. Los larretistas replican con el listado de jefes comunales propios y la definición de Camilo Etchevarren, intendente de Dolores, que esta semana dijo: “Saben que soy macrista, pero hay que terminar con las internas y definir los candidatos. Hoy el candidato es Santilli”. Todos estos movimientos ratifican una sola cosa: la grieta del PRO también es bonaerense.
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