Gustavo Beliz tuvo reuniones al más alto nivel en el Tesoro, Casa Blanca y el Departamento de Estado; su visita coincidió con el viaje de Martín Guzmán, que se enfocó en el FMI y el G-20
Por Rafael Mathus Ruiz
Gustavo Beliz volvió a Washington a reforzar el vínculo con la Casa Blanca. Fue su segunda visita a la capital norteamericana como funcionario, y la primera luego del nuevo acuerdo con el Fondo, que, pese a las críticas, el oficialismo presenta como un parteaguas. Para el Gobierno, el vínculo con Estados Unidos y el gobierno de Joe Biden es muy bueno, superó cortocircuitos, y ahora la Casa Rosada busca consolidarlo en cuatro pilares: el cambio climático, los derechos humanos, y dos áreas que cobraron relevancia por la invasión de Rusia a Ucrania, la seguridad energética y alimentaria.
Venezuela ha perdido intensidad en las discusiones, el acuerdo con el Fondo aportó –al menos– un marco y corrió el tema de la deuda, y el ruido por las declaraciones del presidente Alberto Fernández en su última gira, que incluyó una visita a Moscú, donde se reunió con Vladimir Putin poco antes de la invasión rusa, “está totalmente superado”, sostienen altas fuentes del Gobierno. Un funcionario del Departamento de Estado dijo a LA NACION que la Argentina, que preside el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, está jugando “un papel positivo” en defensa de Ucrania.
Beliz fue recibido en el Departamento del Tesoro y la Casa Blanca, donde vio a Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Biden. También se reunió con John Kerry, el “zar del clima” de Biden, y con Juan González, el hombre que maneja los hilos con América latina, una agenda de alto nivel que lo ubica como un canciller de facto en el vínculo con Washington, una relación que alienta y cultiva, a diferencia de otros miembros del Frente de Todos.
“Está muy bien la relación bilateral. El vínculo es muy bueno”, definen las altas fuentes oficiales. “Sullivan ha ayudado mucho en todo el proceso de normalización de las relaciones financieras. Tanto con González como con Sullivan hay un vínculo muy positivo y constructivo que fluye normalmente, no hay que forzar nada”, describen.
El viaje de Beliz coincidió con el del ministro de Economía, Martín Guzmán. Mientras Guzmán se concentró en el Fondo y el G-20, Beliz manejó una agenda más política, más amplia y de largo aliento, que incluyó temas como el fortalecimiento de los organismos multilaterales de crédito, el desarrollo de la industria satelital, y el “impulso a la economía 4.0″. Al Gobierno le preocupa mucho consolidar una agenda productiva con Estados Unidos que consolide un desarrollo sostenible e inclusivo. Bajo esa mirada, creen que fue clave haber cerrado el acuerdo con el Fondo.
En el Gobierno ven dos “activos” de la Argentina en el vínculo bilateral: uno es el respaldo a la lucha contra el cambio climático, y el otro la defensa de los derechos humanos, pese a que organizaciones de derechos humanos, como Human Rights Watch, han criticado la política “errática” e “inconsistente” con Venezuela y Nicaragua, por citar dos casos. “El tema de Rusia está totalmente superado”, afirman, al responder por el cortocircuito que provocó el último viaje de Alberto Fernández, cuando le dijo a Putin que la Argentina debía ser la puerta de entrada de Rusia a América latina, abogó por reducir la dependencia de Estados Unidos, y dijo que el gobierno Biden no había ayudado con el Fondo. El mismo Fernández luego dio marcha atrás con un hilo en Twitter.
En el Gobierno también ven “una oportunidad enorme” por la guerra en Ucrania. La dependencia energética de Rusia incomoda al mundo desarrollado, y creen que la Argentina puede cumplir un papel que fortalezca el vínculo con Estados Unidos y Europa. El problema es que la Argentina no exporta gas, lo importa, y aún falta muchísimo para poder llevar el gas de Vaca Muerta al mundo.
“Lo energético tiene que tener un paraguas de más de una década. Ese es el siguiente paso clave que tenemos que dar, y acá interesa mucho porque la cuestión energética es una cuestión de seguridad nacional y global”, sostienen las fuentes.
El reclamo por la eliminación de la sobretasa que la Argentina todavía le paga al Fondo, una obsesión kirchnerista, se sigue planteando, pero ha quedado en un segundo plano. En el Gobierno creen que es más relevante lograr que los 650.000 millones de dólares que repartió el FMI para acolchonar el golpe de la pandemia se repartan a los bancos multilaterales, para que puedan usarse “con un fin productivo”. Creen que existe una oportunidad muy importante para canalizar más recursos a América latina. Con esa mirada, el nuevo fondo de resiliencia del FMI es apenas un primer paso.
El futuro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde el presidente Mauricio Claver-Carone quedó encerrado en un escándalo ético, no estuvo en la agenda. Pero en el gobierno marcan una coincidencia con la Casa Blanca: tiene que haber una investigación nítida y adecuada –que seguramente llevará adelante una firma independiente– que despeje todas las dudas y blinde al banco de cualquier daño reputacional. “El debido proceso es sagrado”, afirman.
El avance de China en la región es un tema que obsesiona a Washington. En el Gobierno aclaran, primero, que el financiamiento multilateral que recibe la Argentina es más alto que el financiamiento que aporta Pekín, y dicen que han tenido discusiones con “mucha franqueza” con la Casa Blanca. Alientan un mayor involucramiento de Washington.
“La postura de Estados Unidos que nosotros recogemos es la siguiente, Estados Unidos tiene que reforzar el vínculo con América latina tiene que ser creativo, tiene que canalizar más financiamiento, más iniciativas, y no quejarse tanto de la influencia de China sobre América latina. Y el gobierno americano es consciente de eso. Tiene que reforzar su rol en la región en lugar de decir “no hagan cosas con China””, afirman.
La próxima Cumbre de las Américas abre otra oportunidad. Pero las expectativas son bajísimas. El gobierno de Biden todavía ni siquiera ha despachado las invitaciones, y nadie en Washington espera que la Casa Blanca despliegue promesas sustanciales en Los Ángeles, estirando una distancia histórica que define la relación con la región.
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