En la coalición oficialista asumen que los comicios se perderán y empiezan a proyectar el escenario político y económico que tendrán que atravesar.
Por: Joaquín Mugica Díaz.
Lunes 15 de noviembre de 2021. El día después de las elecciones generales. ¿Cómo sigue el Gobierno? ¿Cómo y con quiénes? ¿Todos con los pies dentro del plato? Falta menos de un mes para los comicios y en las arterias peronistas corren los interrogantes sobre el futuro de la gestión de Alberto Fernández y la sustentabilidad del Frente de Todos.
La principal incógnita que surge en la coalición está vinculada a la crisis política interna que sufrió el Gobierno después de las derrota en las PASO. Se preguntan si se puede generar un escenario similar o si los protagonistas de la guerrilla interna entendieron que autoboicortearse los debilita. A todos. Al kirchnerismo, el albertismo y el massismo. Debilita la gestión del gobierno que integran todos, no solo Alberto Fernández.
En el peronismo hay preocupación sobre cómo va a seguir la vida interna de la coalición. Aunque, como dijo un funcionario nacional, “los partidos se tienen que jugar”, la mayoría asume que las elecciones legislativas de noviembre se perderán y Juntos por el Cambio será el gran ganador de la jornada. Por eso se piensa en el día después con cierta inquietud.
El argumento que apuntala a la incertidumbre es el trabajo de unir las partes que el Gobierno ha realizado hasta acá. Empezando por Alberto Fernández y Cristina Kirchner que volvieron a hablar con una mínima frecuencia y rompieron el bloque de hielo que los dividió durante la crisis que estalló en la Casa Rosada como consecuencia de una jugada estratégica de la Vicepresidenta.
En el Frente de Todos temen que se desate una nueva crisis política interna después de las elecciones generales
“Tiene que primar la racionalidad. Tenemos que estar lo más sólidos posibles para enfrentar lo que viene”, reflexionó un referente importante de las organizaciones sociales. ¿Qué es lo que viene? La negociación con el FMI, la lucha por controlar la inflación frente a la enorme emisión de pesos y la busca de un acuerdo con la oposición para generar condiciones de gobernabilidad en un contexto de crisis económica y altos niveles de pobreza e inseguridad.
Si los resultados de las elecciones son similares a los de las PASO, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se transformará en uno de los principales líderes de la coalición opositora. María Eugenia Vidal y Diego Santilli, candidatos que apoyó, llevan las de ganar y si se da ese resultado, habrá triunfado su estrategia de apostar a dos íntimos de las filas del PRO. También se pondrá en marcha, de una forma más explícita, su proyecto presidencial 2023.
En ese contexto, Rodríguez Larreta se transformará en un interlocutor necesario para el Gobierno. El gran problema es que al día de hoy la relación entre el Presidente y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es nula. No existe. Quedó muy dañada por los cortocircuitos que hubo durante la gestión de la pandemia. Los lazos porteños con la Casa Rosada se mantienen con el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, el secretario presidencial, Julio Vitobello, y el asesor del Jefe de Estado, Juan Manuel Olmos. Así sobrevive la relación política.
Uno de los nexos con la oposición es el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, quién dio un paso adelante y propuso “10 políticas de Estado para darle a la Argentina un proceso de crecimiento y desarrollo” vinculadas a la educación, programas de empleo, desendeudamiento, exportaciones, energías renovables y presupuestos ambientales, entre otros temas que el líder del Frente Renovador tiene en su agenda.
Hay puentes para acordar la gobernabilidad. Depende de la buena voluntad, de las ambiciones personales camino al 2023 y de la capacidad de gestionar acuerdos que tengan los principales referentes del oficialismo y la oposición. Si las vanidades y chicanas ganan lugar en escena, el vinculo volverá a ser turbulento. Una vez más.
La relación entre Alberto Fernández y Rodríguez Larreta es nula. Solo se manejan a través de intermediarios
Donde se prevén problemas el día después de la elección es en el Congreso. El oficialismo podría perder la mayoría en el Senado donde hoy, sin contar al tucumano José Alperovich, que está de licencia, junta a 41 senadores entre el bloque del Frente de Todos y los aliados. Según las cuentas que hacen en el Frente de Todos, considerando los magros resultados que se obtuvieron en las Primarias y que se podrían repetir, perderían entre cuatro y seis senadores.
Para lograr el quorum se necesitan 37 legisladores. En estos comicios se eligen senadores en ocho provincias: Catamarca, Chubut, Corrientes, Córdoba, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán. En las Primarias el Gobierno perdió en seis. Para las generales creen que sucederá lo mismo. Los únicos triunfos se lograron en tierras tucumanas y catamarqueñas.
Pero la conformación de la Cámara alta, a partir del 10 de diciembre, cuando se renuevan los mandatos, no depende exclusivamente de las elecciones. Hay un puñado de senadores del centro y norte del país que están tejiendo alianzas para romper el bloque del Frente de Todos y formar un bloque propio a partir de fin de año. Un espacio que podría tener unos seis integrantes.
El jueves 30 de septiembre, antes de dirigirse a la Casa Rosada para participar, junto al Presidente, de un anuncio para el campo, Cristina Kirchner encabezó en el Senado una reunión de bloque. Quienes estuvieron presentes dicen que fue un monólogo en el que habló de la convocatoria a la sesión presencial y bajó lineamientos generales respecto a la campaña electoral. No hubo interacciones. Habló solo ella.
En el Frente de Todos asumen que es muy difícil dar vuelta la elección el 14 de noviembre
Por eso, una vez que salió del Congreso, algunos de los senadores presentes levantaron la voz, se quejaron por la dinámica de trabajo y las imposiciones del kirchnerismo en las votaciones, y dejaron entrever la posibilidad de romper el bloque después de las elecciones, que es el límite de tiempo que respetarán para no generar más problemas de los que el oficialismo ya tiene.
Sin embargo, el puñado de legisladores que están disconformes con las imposiciones del kirchnerismo, ya tiene decidido pegar el portazo después de los comicios. Como suele suceder en esas situaciones, hay cierta desconfianza sobre quiénes podrán aguantar la presión y la embestida K una vez que trascienda que la ruptura es inminente. Pero la decisión está tomada. Hay enojo y resignación. Se sienten manipulados.
El jefe del bloque oficialista, José Mayans, está al tanto del malhumor que hay entre sus pares por las ordenes que reciben y la dinámica de trabajo que se generó en estos dos años. El senador formoseño sabe que la tensión interna está dando lugar a la gestación de un nuevo bloque, tal como sucedió en el 2016, cuando arrancaba la gestión de Mauricio Macri.
En aquel entonces un grupo de diputados, entre los que estaban Diego Bossio, Oscar Romero, Pablo Kosiner y Sergio Ziliotto decidieron dividir aguas cuando se dieron cuenta que las órdenes que bajaban desde la ex presidenta no se podían discutir. De un lado el kirchnerismo y La Cámpora. Del otro los gobernadores peronistas. La situación actual es muy similar.
En el Gobierno asumen que, más allá de cual sea el resultado electoral, el ministro de Economía, Martín Guzmán, seguirá en su cargo (Ministerio de Economia/Handout via REUTERS)
Otras de las incógnitas pasa por la posibilidad de un nuevo recambio de Gabinete. En la Casa Rosada no lo desmienten ni lo confirman. Siempre fue una posibilidad que estuvo latente. Incluso, era el plan A que tenía el Presidente después de la derrota en las PASO. Quería modificar la estructura de ministros una vez que pasaran las elecciones generales. La presión de Cristina Kirchner lo obligó a cambiar el rumbo.
El equipo económico es el apuntado. Sobre todo un nombre: Matías Kulfas. El ministro de Producción hace tiempo que figura en la lista de los posibles cambios. La llegada de Roberto Feletti a la Secretaria de Comercio parece ser una señal del rumbo que se busca tomar. En las últimas horas el flamante funcionario ya amenazó con aplicar la ley de Abastecimiento, una marca registrada de la etapa K. La continuidad de Kulfas no está asegurada.
Distinta es la situación del ministro de Economía, Martín Guzmán, que después de soportar los embates K, en plena crisis política del Gobierno habló con Cristina Kirchner, quien le manifestó que nunca había pedido su cabeza. En el oficialismo asumen que solo fue un gesto para aflojar la tensión el día en que Alberto Fernández sufrió un vacío de poder.
En el Gobierno entienden que es importante la continuidad de Guzmán, sobre todo, para cerrar el acuerdo con el FMI. La gestión de Fernández necesita estabilidad y previsibilidad. Sacar de su lugar al ministro de Economía solo sembraría más incertidumbre. Sin embargo, el resultado electoral marcará con más precisión el mapa de los días que siguen al 14 de noviembre. No es lo mismo, asumen, perder por poco, a perder por paliza.
El Frente de Todos tiene la necesidad de encaminar la gestión y terminar con la etapa electoral cuanto antes. Asumen la derrota antes de tiempo y creen que lo mejor que les puede suceder es acortar el margen de la derrota y, el día después de los comicios, enfocarse en comenzar una nueva etapa de la gestión. Dejar atrás la pandemia y poner en marcha todas las actividades económicas, sociales y deportivas tal como estaban antes de la llegada de coronavirus. Ese proceso ya empezó y se profundizará.
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