La ex presidente lo había tildado de traidor. El senador había dicho que sin ella en el poder había recuperado su capacidad de pensar. Con miras a las elecciones del 2019, ahora ambos amainaron sus críticas
El sincericidio de Miguel Ángel Pichetto llegó pasada la medianoche.
—Yo he recuperado la capacidad de pensar y reflexionar— dijo el senador durante una sesión maratónica de marzo de 2016.
Aquella curiosa manera de blanquear la ruptura con Cristina Kirchner era apenas el comienzo de una escalada.
La ex presidente evitó contestarle en público pero fue inclemente en privado. "Es un traidor hijo de puta", le dedicó durante una conversación con su ex secretario general, Oscar Parrilli.
El audio, que llegó a los medios, no podía ser más explícito. No obstante ello, Beto Casella fue por más.
—¿Vos dijiste que Pichetto es un traidor hijo de puta? —azuzó el periodista a la ex mandataria en su programa de radio.
—Mis conversaciones privadas no las comento— hizo fintas la senadora electa, con una sonrisa cómplice, sin negar nada.
La guerra estaba desatada. Sin embargo, el tiempo y las ambiciones electorales del peronismo moldearon en las últimas horas un armisticio entre estos dos enemigos íntimos.
Pichetto y Cristina Kirchner, en el senado (foto: NA)
El lema "Hay 2019" fue el flautista de Hamelin detrás del cual también comenzaron a encolumnarse la ex presidente y el senador, quienes pasaron de la belicosidad a la meditación. Del modo Pimpinela al modo zen.
La parábola de jefe de la bancada del PJ quedó en evidencia al dejar de caratular a la ex mandataria como mancha venenosa para salir a defenderla de la embestida de Cambiemos, que buscaba tratar su desafuero.
Si en la primera cumbre partidaria, celebrada en Gualeguaychú, Pichetto destiló desprecio contra Cristina y La Cámpora, en el segundo mitin, en Córdoba, optó por un lenguaje más medido y componedor.
Ese día, Juan Schiaretti le puso palabras al sorprendente giro. "Tenemos que hablar de una nueva etapa, basta de andar diciendo que este o aquella es nuestro límite", dijo en referencia a la ex mandataria.
Asumiendo la voz cantante del sector, el mandatario cordobés redondeó la frase: "Hay que dar vuelta la página. Rearmar la liga de gobernadores y ver como estamos en cada provincia. Y Cristina Kirchner es la que mejor mide en Buenos Aires", dijo.
La arenga integradora de Shiaretti no estuvo desligada del puente que José Manuel de la Sota, jefe político del peronismo cordobés y eterno aspirante presidencial, tendió con el kirchnerismo a través de su hija Natalia, una concejal de asiduo contacto con los representantes provinciales de La Cámpora.
Oteando el cambio de paradigma, Pichetto ofreció la prudencia pública como su mejor aporte en la tarea de unificación, lo que produjo el beneplácito de Alberto Fernández, quien "póxipol" en mano está abocado a la ingente tarea de pegar todas y cada una de las piezas diseminadas del justicialismo.
Hasta Felipe Solá, ávido por llegar a la Casa Rosada, mostró mayor laxitud con sus ex compañeros de ruta pese a aquel contundente discurso en el que dijo no tener el "peronómetro" pero sí el "corruptómetro".
Esa misma línea divisoria alguna vez la trazó Sergio Massa, por estos días abrazado a un llamativo bajo perfil. En el PJ todos repiten como un mantra que el líder del Frente Renovador no tendrá otra opción que unirse a Cristina.
No obstante, el ex intendente de Tigre sigue dando muestras de autonomía, como ocurrió la semana pasada cuando ordenó a sus diputados no dar quórum a la sesión donde el kirchnerismo quería debatir el acuerdo del gobierno con el FMI.
La alianza entre Pichetto y Cristina Kirchner ahora asoma estratégica para la reconquista del poder
Pichetto se lleva bien con Massa pero prefiere ensalzar a Juan Manuel Urtubey. El gobernador de Salta y el senador tienen algo en común además de su prédica antikirchnerista: a los dos se les vencen sus mandatos. Por eso el esposo de Isabel Macedo sueña con una candidatura presidencial y el rionegrino con hacer pie en algún cargo de peso en su provincia.
Probablemente esto lo utilice de moneda de cambio en caso de existir una negociación con Cristina. Para dos pragmáticos de pura cepa nada es imposible. La ex presidente siempre se posicionó respecto a la ortodoxia peronista en función de sus necesidades de campaña. El legislador siempre fue un corredor de obstáculos hábil para saltar del menemismo al duhaldismo y de allí al kirchnernismo.
Claro, para Pichetto la fuga siempre fue hacia adelante. Y por eso consideraba a la líder de Unidad Ciudadana no sólo un emblema del pasado sino también de causas ajenas al PJ.
El representante de Río Negro ubicaba a su ex jefa en un espacio de izquierda, alejado de la doctrina justicialista, pese a que aquella entrevista en Infobae con Luis Novaresio la senadora se preocupó en afirmar que siempre fue soldado de Eva y Perón.
La alianza entre ambos ahora asoma estratégica para la reconquista del poder ya que en el Congreso se librarán las principales batallas. Pichetto es un constructor de consensos nato que convocó a su despacho a gobernadores, sindicalistas e intendentes.
Sin embargo, nunca tuvo en su agenda a Cristina. La considera la mariscal de la derrota que en 2015 hizo eyectar al peronismo de la Casa Rosada.
Es más, hasta hace pocos meses atrás decía que había que anudar acuerdos con Macri cada vez que sea necesario, y no ir permanentemente a una confrontación directa, a la vieja usanza kirchnerista.
Esa postura ya había quedado reflejada cuando justificó su apoyo a la ley de pago de los holdouts diciendo que había recuperado su capacidad de pensar.
Cristina detesta la ubicuidad de Pichetto, al menos cuando esa capacidad de acomodarse no significa encolumnarse detrás de ella.
Cristina Kirchner en el Instituto Patria (@inst_PATRIAar)
En el kirchnerismo siempre hubo posturas encontradas. Hebe de Bonafini describió al jefe de bloque del PJ como "una basura" mientras que Guillermo Moreno lo consideró ideal para integrar la fórmula presidencial en el 2019. "Podría ser Cristina-Pichetto o Pichetto-Cristina".
En el Instituto Patria resaltan ahora el drama y la épica que exhibió el discurso del senador en aquel fatídico debate por la resolución 125, defendiendo ante Julio Cobos la postura kirchnerista.
Tiempo atrás, Pichetto no sólo se mostraba lejos de la ex mandataria sino también con ánimos confrontativos, como los de aquel día que culpó a los inmigrantes de quitarle trabajo de los argentinos sabiendo que para ella, además de xenófobo, ese razonamiento le resultaba de una "inmensa burrez".
Ninguno cambió de parecer, y cualquiera que los visite en privado puede dar cuenta de ello. Sólo que por ahora —y vaya a saber uno por cuánto tiempo más— pasaron a modo zen.
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