Por Indalecio Francisco Sanchez
Osvaldo Francisco Jaldo es pillo. Desde Trancas hasta la Casa de Gobierno, pasando por la Legislatura y la Caja Popular, su carrera siempre fue ascendente. Tuvo apenas dos tropiezos que le impidieron treparse a la cima del poder.
Uno fue allá por 2002, cuando un sector del peronismo pedía a los gritos que sea el sucesor de Julio Miranda y el otro fue en 2015, cuando anhelaba que lo ungieran candidato a gobernador. En ambos casos, el que le frustró el sueño fue José Alperovich.
El contador de profesión hizo números y trató que la ecuación le cerrara: en el último tramo de su carrera no quería quedar bañado de desprestigio con el escándalo de los “gastos sociales” y buscó el bronce haciéndolos desaparecer de la faz de la Legislatura, que ya parecía un tugurio. El vicegobernador está exultante, cuentan en la Cámara. No es para menos. Con la decisión que tomó “junto a los presidentes de bloque” se instaló en el centro de la escena política. Les avisó a Alperovich y a Juan Manzur que continúa siendo importante y que no será tan fácil dejar dos patas en el trípode de conducción actual. Fue él quien ideó la salida para el escándalo de valijas y billetes, y fue clave en el diálogo con los ministros de la Corte para que las denuncias sobre el uso oscuro de los millones de la Legislatura quedaran cajoneadas en Tribunales.
Jaldo, además, se adueñó de la negociación política con los legisladores. Los que necesiten dinero para “ayudas sociales” ahora deberán negociar con él. Rápidamente, todos se volverán “jaldistas”. También, casi sin querer, complicó al gobernador, porque al hacerlos desaparecer, admitió que el uso de los “gastos sociales” que había venido administrando Manzur cuando fue vicegobernador era indebido. Y dejó mil preguntas abiertas . ¿Tanta “pobreza” había en Tucumán en el año electoral que la Cámara necesitó $ 615,6 millones para ayudar a la gente? ¿Tanto mejoró el país este año que $ 150 millones para igual finalidad eran suficientes? ¿Se rendirá cuenta de esos gastos? ¿Le cierran los números a la Legislatura de Manzur? Si estaba todo en orden, ¿por qué se modificó ese sistema? ¿Por qué tanta preocupación de la dupla de gobierno que llegó al extremo de cometer la imprudencia de reunirse en ámbitos privados con el titular de la Corte? Si la Justicia no avanza, todas las inquisitorias quedarán sin respuesta, porque la intención de la Legislatura no fue blanquear su funcionamiento, sino acallar las críticas.
La Cámara continuará sin embargo en el barro de los cuestionamientos. Los legisladores deberán recibir ingresos de alguna forma, porque los $ 30.000 de dieta son irrisorios. El problema es cómo lo harán: no pueden aumentarse el sueldo ahora y equipararlos con los de los funcionarios judiciales, por ejemplo, porque sería lo mismo que admitir que los “gastos sociales” eran sobresueldos. Cuando lo hagan, quizá el año próximo, significará un incremento salarial de al menos un 200%. Ningún gremio estatal conseguirá jamás tremenda paritaria. ¿O reclamarán la misma? Otro pleito: muchos punteros, dirigentes y “compromisos” diversos habrían venido recibiendo una suerte de sueldo con los recursos que cada parlamentario habría manejado en concepto de “gastos sociales”. ¿Cómo cobrarán ahora? Ayer mismo varios se llegaron a hacer la consulta al espejado edificio y a advertir que mostrarán los recibos precarios que les entregaban por el par de miles al mes que le pagaban allí mismo. “Marche preso”.
Sin división de poderes
En medio de ese enorme gesto de grandeza de la Legislatura aconteció un dañoso hecho institucional. El gobernador y el vice se reunieron con el titular de la Corte en su domicilio privado. Habrían buscado zanjar el pleito judicial por los “gastos sociales”. ¿Qué Justicia puede esperarse si investigadores e investigados departen en privado sobre un hecho público, delicado y que involucra millones de pesos del erario público? No es normal ni sano, aunque unos y otros pinten el encuentro como si hubiese sido un té-burako. Nada es claro si reuniones de ese tenor no se realizan en público y en los edificios del Estado.
Papelón del ApB
Todavía se oyen las carcajadas de los oficialistas luego del papelón que protagonizó el Acuerdo para el Bicentenario. Hace exactamente una semana, José Cano, Domingo Amaya, Germán Alfaro y Pablo Walter aparecían juntos, sonriendo, en un bar de Buenos Aires. Salieron a decir que el ApB no tenía fisuras y que iba a ser relanzado. Ese relanzamiento anunciado con bombos y platillos había sido orquestado por Walter. Sucedió ayer y fue un papelón. Lejos de mostrarse unidos, hubo ausencias notorias entre los integrantes de esa alianza electoral. La más importante fue la de Amaya, pero tampoco estuvo Silvia Elías de Pérez (envió a legisladores de su espacio, pero podría y debería haber estado) ni los líderes de la UCR local ni los referentes de Cambiemos con cargos electivos. Además, Cano recibió varios chirlos. Ariel García lo chicaneó con que hacía gala de las encuestas que lo favorecen, pero que la junta de Gobierno no había sido informada del encuentro. Fernando Valdez dijo lo mismo, pero sin la chicana. Amaya le asestó otro, porque si bien justificó su ausencia “por carta”, por la misma vía dijo que el ApB no estaba funcionando bien. El titular del Plan Belgrano recibe los golpes porque lidera el equipo y porque habría cometido un pecado político: decirle a todo el mundo que los números de las encuestas le sonríen. Se sabe que los celos y la competencia interna prevalecen por sobre los elogios ante ese tipo de exposición.
El ApB parece atado al destino del Gobierno nacional. Si la administración nacional repunta, los presentes y los ausentes tendrán que terminar sentándose con Cano a la hora de los bifes electorales. De lo contrario, los “boina blanca” ya se calzaron el traje de batalla para disputarle el poder a Cano.
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