Con dos años de gobierno por delante, sin posibilidades de reelección, sin sucesor a la vista y con una tropa desmoralizada; el fantasma del desgobierno sobrevuela a Urtubey, quien busca retomar la iniciativa tratando de rearmar un sistema político al que ayudó a debilitar.
(Daniel Avalos)
Urtubey evidenció vivir la derrota del domingo como un repudio de los salteños hacia su persona. Tiene sentido. Fue él quien encabezó la campaña y concentró la publicidad y una promoción que amplificó su propia caída y provocó que adversarios, exaliados y ciudadanos honestamente dolidos por años de abandono saltaran a darle mordiscones que le recordaban que era él el perdedor.
Se asumió como tal sin problemas, admitió que el sueño presidencial estaba herido de muerte y seguramente sabe que tal como ahora se encuentra ni siquiera le sirve como partenaire al gobierno central. Ejecutó, sí, una serie de movimientos que buscando depurar la tropa propia indican su intención de poner orden en medio de la confusión con el objetivo de recuperar la iniciativa que le permitan modificar el terreno desfavorable en el que quedó inmerso.
“Lo de Urtubey no tiene ningún arreglo. La destrucción del sistema político que él promovió se convirtió en la autodestrucción de su futuro político”, dicen algunos operadores a quienes Cuarto Poder consultó su opinión. Hacen referencia a dos aspectos: a esa costumbre “U” de descabezar las espigas que sobresalían sobre el resto para evitar que ministros o cuadros políticos adquirieran alta exposición pública y que en lo central dejó al mandatario sin candidatos atractivos y con un gastado Andrés Zottos que hace apenas un año se había vuelto noticia al protagonizar una trama estrafalaria: perder el control del PRS porque la lista que apadrinaba no pudo anotar candidatos en 15 departamentos provinciales.
Si la carencia de candidatos con ese don especial que vuelve a las personas algo fuera de lo común fue una de las variables que explican la derrota; el debilitamiento del sistema político también supone un segundo aspecto que afecta los planes de oxigenar al gabinete: nadie parece saber bien de dónde surgirán quienes deben reemplazar a los actuales, entre otras cosas porque los partidos fueron exhumados en los últimos años y porque el gobierno no generó una cantera de cuadros técnicos y políticos capaces de generar una concepción de provincia que pueda traducirse luego en tareas de administración.
Tal carencia hace difícil imaginar de dónde pueden surgir las figuras que reemplacen a los actuales ministros o secretarios de estado. Y ante ello las posibilidades que se vislumbran desde afuera son tres: la repatriación de hombres y mujeres con experiencia pero con apellidos bastantes usados como Sonia Escudero, Fernando Yarade, Javier David, Pablo Kosiner que opacarían la idea de real oxigenación; la reforma de la ley que permitan mutilar ministerios y hacer rotar funcionarios; o apelar a una romerización del gabinete, algo que parece lejano porque el manual indica que el negocio del exgobernador no está en prestar hombres y mujeres sino en mantener la unidad del frente cuya cara visible es Gustavo Sáenz.
Romero, después de todo, sabe bien algo que Urtubey también sabe: que los dos últimos años de un mandato sin reelección pueden resultar mortales; que esa condición se potencia ahora porque Urtubey carece de un candidato para seguir en el poder. Condición de posibilidad para que funcionarios de jerarquía, planta política, cientos de contratados y no pocos periodistas dejan aflorar los resentimientos contra el actual gobierno por un lado, mientras por otro evitan enemistarse con el espacio político y los referentes que respondiendo a Cambiemos anuncian venir por el control de la provincia.
Romero tranquilizaba al ejército garantizando que Walter Wayar sería su sucesor. Urtubey no tiene a nadie. De allí que los anuncios públicos realizados por el gobernador entre el lunes y el martes relacionados con oxigenar la gestión y renovar el peronismo provincial bien puedan interpretarse como los detalles de un plan cuyo objetivo estratégico es otro: generar un candidato propio y aceitar un armado electoral que le permita en 2019 devolver el golpe que le arrebató el sueño presidencial y lo condena a conformarse con una candidatura a senador nacional por la provincia de Salta. Vergüenza que los mismos que aseguran que “lo de Urtubey no tiene arreglo” aseguran que el gobernador limpiará mutilando el sueño de Gustavo Sáenz de gobernar la provincia. Se vienen dos años movidos.
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