El economista, investigador y docente de la UBA analizó temas de actualidad, entre balances, perspectivas y lo que está fuera de agenda. El potencial acuerdo con el FMI, dijo, “no puede comprometer el crecimiento”. Ingresos, precios, industria, integración nacional.
El calor y, por momentos, el humo, abruman. Está pesado, como la deuda con el FMI contraída por Mauricio Macri. Se fue 2021 y dio paso al habitual balance de fin de año, más un vistazo por expectativas y desafíos entrando a 2022, mientras la pandemia… sigue siendo una pandemia.
En diálogo con El Eslabón, Ernesto Mattos analizó directrices y sendas que configuran el escenario económico y armó lista de temas, entre los del momento y los de “fuera de agenda”. El economista, investigador y docente de la Universidad de Buenos Aires repasó, entre otros: “Hay crecimiento económico, pero falta recuperar salarios; hay que cuidar la mesa de los argentinos; entre los cuatro vivos está la Copal; crecer y después pagar la deuda; lo que se necesita es integrar la Argentina; por un desarrollo nacional”.
—¿Cómo puede leerse la fuerte reactivación económica del país en 2021, en un contexto de crisis sanitaria y socioeconómica?
—El crecimiento económico de 2021 se estima en 11 por ciento y eso es positivo. Este crecimiento está basado en sectores que fueron saliendo de la pandemia y empezaron a tener un mayor intercambio comercial. Todavía falta el aporte de otros sectores, que puede llegar en 2022. En ese contexto, venís de una pandemia, con 40 por ciento de pobreza, una inflación del 52 por ciento y con salarios, en líneas generales, empatando a la inflación, pero después de perder veinte puntos de poder adquisitivo durante el gobierno anterior. Si bien en 2021 podés empatar, falta todavía los que no tienen paritaria, como por ejemplo trabajadores informales, los que están en la economía popular, esa zona mixta, entre monotributista y no monotributista, donde no cobran aguinaldo ni tienen vacaciones pagas, sin un representante sindical que dé pelea. Entonces, en 2021 hay sectores que pueden empatar con la inflación, pero entre 2016 y 2019 hubo veinte por ciento de pérdida salarial y en un año pandémico (2020) perdiste otro nueve por ciento. Estás con crecimiento económico, pero falta por lo menos igualar el salario a lo que vino perdiendo. Este es el desafío para 2022.
—¿Qué grandes problemáticas enfrenta la economía nacional?
—El tema de los ingresos es fundamental. Ahora, como dijo la vicepresidenta (CFK), el crecimiento y el aumento de ingresos debe traducirse en demanda. En demanda de arreglar el auto, poder hacerle la verificación técnica, organizar un asado, comprarle los regalos a los chicos. No un crecimiento donde cuatro vivos se quedan con todo. Entre los “cuatro vivos” está la Copal (Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios). Estos sectores se quedan con una parte importante de las transferencias que hace el Estado, y también absorben aumentos salariales del sector privado. En esa disputa está el secretario de Comercio, Roberto Feletti. Hay demanda, pero estos sectores alimenticios no pueden recuperar en dos meses lo que perdieron en cuatro años de macrismo. Ahí aparece el rol de Feletti, del ministro (de Agricultura Julián) Domínguez, para llevar adelante una mesa de negociaciones en la que se pueda articular con el Ministerio de Economía en busca de soluciones que den tranquilidad.
—¿Al Estado le faltan herramientas para ejercer un mayor control de precios?
—Hay que aplicar la ley. El anterior gobierno dejó un Estado diezmado. Áreas del Estado donde había setenta personas, ahora hay veinte. Quedaron funcionarios de la gestión anterior que no mueven un pelo y no contribuyen al proceso de cambio que necesita la gente. La gente demanda soluciones. Y las soluciones, el Estado las da con normativas, expedientes y ejecución. Si el andamiaje del Estado no se mueve se genera una puja interna que hay que resolverla para tener un Estado más eficiente. La gente tiene hambre, necesita la vereda, el bacheo, que se corte el pasto, que se levante la basura, que se construya la ruta y que se hagan o terminen hospitales, mientras llega la tercera ola (de coronavirus). Que haya médicos, enfermeros. El Estado debe atender reclamos por un salario que no alcanza. El personal de salud hace su trabajo, con bajos salarios.
—El alto precio de los alimentos parece ser un problema mundial.
—Hay que tratar de que la política económica priorice el mercado interno. Si producimos diez pedazos de carne y no los enviamos afuera, por poner un ejemplo gráfico, hay ocho pedazos que van al mercado interno. Pero si queremos mandar todos los pedazos afuera y desabastecer el mercado interno, eso genera tensiones. La producción no es infinita, es finita, en carne, maíz, o el producto que vos quieras…
—El sector agroindustrial dice que hay que mejorar y aumentar la producción, y se opone a mayores controles estatales o suba de retenciones para desacoplar los precios.
—Lo que hay que cuidar para que el salario se reponga es la mesa de los argentinos, donde no puede faltar agua, vino, pan, carne, frutas y verduras, arroz, papa. Lo que sea que esa mesa necesite tiene que estar al alcance, con posibilidad de ser comprado. La recuperación del salario debe ser en base a lo que producimos, porque no tenemos problemas de importación. No tenemos que importar trigo para hacer pan. Tenemos tensiones internas, donde ciertos sectores quieren exportar más y desabastecer el mercado interno. Y eso hoy en Argentina, con 40 por ciento de pobreza medida por ingresos, más la situación inflacionaria, tiene que cambiar.
—¿Qué representa la negociación con el FMI?
—El gobierno está poniendo sobre la mesa los intereses de la Nación. Hubo un reconocimiento del FMI de que la deuda tomada por Macri fue escandalosa y no se utilizó para los fines para los que se había adquirido. Ahora tiene que venir una etapa de resolución. Ya tenemos que el FMI está de acuerdo con nosotros, con lo que veníamos diciendo sobre ese préstamo, bueno, ahora la pregunta es ¿qué hacemos? Ahí me parece que está un poco la discusión del acuerdo. El FMI dio un crédito bajo cierta normativa que violó, un préstamo a un país que no cumplió los objetivos para los cuales se otorgó la deuda. Entonces, la Argentina debería tener el mismo tratamiento con este gobierno. Ahí está la discusión. La recuperación es necesaria. Sin esa recuperación no se puede pensar en un programa de pago para devolver el préstamo que tomó el gobierno anterior. Crecer y después pagar. Pagar con el límite de no dañar el sendero de recuperación económica.
—Mientras se recupera la economía y se negocia con el FMI, siempre vuelve la presión sobre el dólar. ¿Cómo se sale de ese laberinto?
—El dólar oficial se utiliza para el comercio exterior. El otro dólar, el ilegal, es generador de expectativas, que, como ya vimos, cuando bajó, los precios no bajaron, y cuando subió, los precios subieron. Ahí entra un marco de especulación y la necesidad de recuperación de márgenes de ciertos sectores productivos. Eso se ordena en tanto se tiene una mayor vigilancia sobre el accionar especulativo. La publicación de la cotización de ese dólar (blue) es ilegal, como publicar el precio de la cocaína. Los medios de comunicación deberían educar a la gente, y no al revés.
—¿Crees que Argentina debería apostar por sectores que demanden menos dólares y que al mismo tiempo generen empleo? Algo así como “vivir con lo nuestro”.
—Estamos en un mundo interconectado a través de los celulares. Pero también tenemos que cambiar nuestra concepción de industria. Industria no es solamente colocar un satélite. Industria también es quien trabaja el cuero, la mujer que hace el poncho y lo vende en Catamarca. Eso también es industria. Me parece que hay oficios y trabajos que están para generar arraigo, formar personas, generar más federalismo. Lo que se necesita es integrar la Argentina, como decía (Arturo) Jauretche. No puede ser que tengas que ir de una provincia a otra para tomar un tren. El gobierno está tratando de resolver el tema ferroviario, de auditar los puertos. Un jujeño tiene que tener la posibilidad de ir a Ushuaia directamente con un vuelo sin tener que pasar por Buenos Aires. Los nuevos sectores van a aparecer a medida que vayamos integrando la Argentina. Aparecerán nuevos servicios, nuevas industrias. Tenemos que mejorar la conexión. Hay cosas que se pueden hacer sin gastar muchos dólares. Está claro que no tenemos toda la tecnología desarrollada, pero eso no quiere decir que no tengamos recursos humanos como para poder empezar a desarrollar innovaciones. Y en algunos aspectos lo estamos haciendo.
—La protesta en Chubut contra la megaminería reavivó un debate. Por un lado aparece la necesidad de los dólares que necesita la economía y por otro la necesidad de conjugar una agenda productiva con reclamos socioambientales. ¿Cuál es tu mirada?
—Necesitamos el conocimiento técnico y de nuevas formas de producción que tienen que tener las empresas para cuidar el medioambiente. Uno piensa en la gran minería a cielo abierto, bueno, ¿y si hacemos minería a pequeña escala? También tenés el problema de toda la maquinaria. Si hay algo que ha logrado Estados Unidos es que los bienes de capital los fabrican y son asequibles a las personas, no solamente a las industrias. Vos te podes ir a vivir al medio de Alaska, total tenés herramientas y equipamientos. Para desarrollar eso, nosotros necesitamos de la universidad, de un empresariado y de un Estado que tenga ese objetivo. Si no, es imposible. Este gobierno va en esa dirección, pero hay que entender que necesitamos desarrollar la Argentina, necesitamos plata, que es un conductor para resolver cuestiones tecnológicas, pero necesitamos buscarla. Y ese buscarla tiene que ser en función de lo que organice el Estado, no de lo que organice una multinacional. Necesitamos un desarrollo nacional, basado en la demanda del mercado interno, no un desarrollo en función de una casa matriz en un tercer país.
—¿Con política socioambiental incorporada?
—Sí, la industria y el medioambiente tienen que convivir. El turismo es intervención del medioambiente y no nos quejamos por eso. Entonces, podemos tener un turismo un poco más amigable con la naturaleza.
—En el caso de la megaminería, como en otros, el mayor cuestionamiento social es la explotación de los recursos naturales sin atender los daños irreparables que eso ocasiona en el ecosistema.
—La cuestión es el ritmo de producción. Si lo vas hacer a la velocidad de una multinacional, que lo necesita ya y mañana lo exporta, o si lo hacés en función del interés del Estado argentino, con un proceso lento, con desarrollo de tecnología, tratando de generar espacios de unidad con la población, discutiendo el cómo y métodos alternativos. Con el Estado regulando. A veces estas discusiones van de un extremo a otro. El mundo está hoy en niveles cruciales de contaminación. Encontrar en un animal vestigios de plástico es alarmante. El tema es que a la vez tenés que cumplir con la demanda de alimentos. Y los alimentos tienen que ser accesibles a la población. ¿Cómo lo vas hacer? ¿Con menos agroquímicos o con más agroquímicos? Hay que buscar alternativas. La agroecología, por ejemplo. Pero ahí también te estás saliendo de la fuerte demanda externa, porque si vos producís soja agroecológica te estás saliendo de la velocidad en la cual se comercia ese producto y hay que ver cuántos están dispuesto a eso. Entonces toda esta discusión la tenés que tener en función de un proyecto de país.
—Pasando al Congreso, ¿qué implicancias económicas puede tener el rechazo opositor al Presupuesto 2022?
—Afecta a las provincias. Complica, pero se puede ir gestionando. La oposición no toma en cuenta las consecuencias que eso tiene y el momento que estamos viviendo. La demanda de las provincias para que el Estado invierta, transfiera y que no falten recursos. Hay una suerte de oponerse por oponerse que no conduce a nada. Ya vimos el nivel de responsabilidad que tienen algunos diputados opositores, como una diputada radical por Córdoba de Juntos que terminó la sesión y se fue a Estados Unidos en medio de la tercera ola (de contagios por covid). El gobierno central debe velar por los intereses de todas las provincias y tiene que tratar de que no se le sature el sistema de salud. Y para eso necesita presupuesto.
—Durante 2021 el Congreso debatió el impuesto a las grandes fortunas, impuesto a las Ganancias, recientemente Bienes Personales y monotributo, y se suma a la discusión el impuesto a la herencia y el nuevo pacto fiscal con las provincias. ¿Crees necesaria una reforma tributaria global para volver el sistema más equitativo?
—Sería necesario, sí. Una persona que tiene una casa de menos de ochenta metros cuadrados aporta más impuestos que el que tiene una hectárea. Eso debería llamar la atención. Con el impuesto a la herencia habría que ver cuánto aporta, pero en Japón es del 55 por ciento, en Corea del Sur del 50, en Francia del 45, en Estados Unidos y Reino Unido es del 40 por ciento y nadie se queja de esto en esos países desarrollados. La población necesita saber cuánto se va a recaudar y en qué se va a aplicar, pero es una discusión que podemos tener como sociedad.
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