La sesión del jueves, errores que la precedieron. Subestimaciones varias, insuficiencia del amedrentamiento. La escalada represiva. La oposición fortificada por el oficialismo, una oportunidad que se abre. Por qué y para qué se desfinancia la Anses.
Por Mario Wainfeld
La principal necesidad y urgencia del Gobierno es aprobar la ley de Reforma previsional, base de su programa económico-social: si se la frenara el resto se caería abajo. Conserva altas posibilidades de llegar al quórum y a la mayoría de Diputados presentes. En el itinerario previo acumuló errores y reprimió ferozmente.
La sesión de anteayer le salió pésima, padeció la mayor derrota desde las elecciones. De nuevo, no es definitiva pero insinúa un futuro complejo, con oposición revitalizada.
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El presidente Mauricio Macri forzó la marcha, dobló apuestas. Sobreestimó su fuerza, subestimó a los rivales en el Ágora, en la calle y en el recinto. Apostó a la desmovilización en principio y a atemorizar a potenciales manifestantes a la hora señalada.
Varios cálculos le fallaron pero no eran alocados sino voluntaristas en exceso. Vencer en las elecciones agranda a cualquiera pero cambiar la cultura política argentina no es asunto sencillo.
Los números en la Cámara son la prioridad. Una imagen preocupa a la Casa Rosada: los diputados opositores abrazándose después de la sesión fallida. Otra lo enorgullece: gendarmes agrediendo con rabia, barbarie y modales de doberman a ciudadanos de variada condición. En un caso, acierta. En el otro, se equivoca. Los Robocops desatados son un riesgo para el sistema y también para el oficialismo que cree controlarlos cuando los ceba en el dolor y la sangre ajenos.
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Y todas las cuentas me salieron mal: Resultó una metida de pata haber urgido el quórum estando pendiente la jura de dos diputados de la nueva camada de Cambiemos, quedaron mirando de afuera, como en el tango Cafetín de Buenos Aires. El orden del día de la sesión convocada para el lunes comienza con el juramento: lección aprendida.
Los estrategas macristas daban por sentado (valga la expresión) que “los gobernadores” disciplinarían un puñado de legisladores. No precisa taaantos pero es muy costoso para ellos quedar expuestos. La diputada peronista entrerriana Mayda Cresto se sinceró (mezclando candor y cinismo) en su muro de Facebook. “Si fuera tan fácil, compañeros pero estoy absolutamente condicionada por el gobernador (Gustavo Bordet). Si no la votamos, deja de recibir los fondos nacionales (…) Recorrí la provincia diciendo se viene el ajuste, se vienen estas reformas, no me creyeron, perdimos (…) y ahora Macri lo condiciona a Bordet y al resto de los gobernadores”. La diputada incumple el mandato de las urnas por carácter transitivo. Se supone que los diputados representan al pueblo y los senadores a las provincias pero en el rectángulo de juego las diferencias pueden diluirse. El problema para aquellos es que deben disputar de nuevo el favor popular en dos o cuatro años.
Aun mediando el pressing, la sumisión entre gobernadores y parlamentarios es más diversa que en la Cámara Alta. El gobernador chaqueño, Domingo Peppo, “garpa” el aval de Nación para endeudar a la provincia pero solo le obedecen dos de los cuatro diputados justicialistas. El socialista Miguel Lifschitz, vapuleado en los comicios de octubre, conserva un solo diputado que se comprometió a no dar quorum y rechazar la reforma.
Los operadores parlamentarios de Cambiemos se esmeraron pero para los opositores es un trago amargo bancar una ley antipopular.
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Una hendija de oportunidad: Socialistas, kirchneristas, massistas en tránsito, pejotistas no k, dirigentes del Movimiento Evita, otros de la izquierda dura remaron juntos. Cooperaron para entrar al Congreso pugnando cuerpo a cuerpo con uniformados que le cerraban el paso: uno de los símbolos aciagos que deparó la semana. Prestaron socorros mutuos a mujeres y hombres de la casa heridos, de distintas banderías. Se dejaron espacio mutuo para el lucimiento, dentro de la batahola. La massista Graciela Camaño volvió a demostrar que es una de las mejores parlamentarias. El contrapunto verbal con el macrista Nicolás Massot es como un partido de tenis entre Roger Federer y este cronista.
El reingreso de Agustín Rossi como presidente del bloque de Unidad Ciudadana (UC) fortificó al espacio kirchnerista en más de un aspecto. Separó para evitar violencia física en la tumultuosa reunión de Comisión, mostrando pasables dotes de acróbata. La experiencia, la aptitud de ser fiel a las banderas preservando capacidad de tomar decisiones sin verticalizarse todo el tiempo ya lo caracterizaron en su anterior trayectoria en la Cámara. Las probó en el debate por la Resolución 125, que tiene otras simetrías con lo ocurrido el viernes. Rossi es firme en las convicciones, militante. Además sabe articular mejor que demasiados dirigentes kirchneristas que primaron desde 2011. “Condenados” a remar juntos, los integrantes del archipiélago opositor enfrentan el desafío de la unidad en la acción.
Los massistas Felipe Solá, Daniel Arroyo y Mirta Tundis eligieron un perfil crítico durante la campaña, lo sostuvieron en el caldeado clima de la Cámara, entrevén que su futuro enfila para allí. Facundo Moyano que anduvo errático en tiempos recientes reencuentra un espacio para relanzarse.
Los opositores hallaron un resquicio, una potencial oportunidad para re-conocerse, reconciliarse dentro de los posible. Atender a que el kirchnerismo gobernante es parte del pasado y que el macrismo a la ofensiva, con reelección incluida, un riesgo común más acuciante, que los acecha a todos. Otro paralelo con el conflicto por las retenciones móviles: el macrismo catalizó a sus opositores, les propició una chance de confluir. Y de ganar así fuera un game, lo que alienta la mística.
Queda pendiente dilucidar si Cambiemos consiguió el quórum o si coló algún diputrucho. A muchos diputados la banca le quemaba las posaderas: se sentaban y saltaban, máxime cuando las cámaras de tevé los enfocaban. La alegación de haber conseguido dos veces la cifra deseada suena a macanazo, a fuer de sobreabundante.
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Zona de guerra: El Jefe de Gabinete, Marcos Peña, comentó que jamás se había vivido una sesión así. Las hubo, empero. Barras apurando a los legisladores, prepeándolos a la entrada en los pasillos, referentes de la protesta agropecuaria colgado de las vallas aledañas al Congreso. Los macristas deben recordar los aprietes de un puñado de familiares de víctimas de la tragedia de Cromañón apretando a legisladores durante el juicio político al entonces Jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra. De cualquier modo, se deliberó y decidió, acatándose el veredicto de los respectivos cuerpos.
Lo que nunca se vio es la pseudo militarización vallando a muchas cuadras del Congreso ni el despliegue de maldad insolente de los uniformados. Gasearon, tiraron balas de goma, patearon a ciudadanos indefensos en el piso. Nadie quedó a salvo de la vindicta conducida por la ministra de Seguridad Patricia “00” Bullrich. En eso, parafraseando a Borges, obraron con imparcialidad: no se salvó nadie. Gente común que no participaba de la movida, personas en situación de calle que viven en las inmediaciones del Congreso, periodistas que ostensiblemente laburaban, legisladores. Hasta los doloridos (y bastante relegados por el Gobierno) familiares de los tripulantes del submarino ARA San Juan fueron vapuleados sin misericordia. La paliza y el manoseo lascivo a una mujer indefensa fue una de las perlas de la performance de los Cascarudos.
Es sabido cómo incitan la Superioridad y la conducción política a las “fuerzas del orden”. Se los adoctrina y enfurece anunciándole que serán atacados por terroristas, se los mantiene encerrados durante horas, a veces sin dormir ni comer, eventualmente se los estimula por medios artificiales. El discurso justificatorio y encubridor redondea el círculo: Santiago Maldonado se cayó al agua y lo abandonaron los mapuches. O bien, se lanzó por deporte o ansia suicida a un río helado, sin saber nadar. Es, si fuera posible, todavía más endeble la coartada respecto de Rafael Nahuel, asesinado por la espalda mediante un disparo de ametralladora.
El terreno se fue alisando en movilizaciones anteriores. El 8M fueron detenidas 20 personas.
El primero de septiembre se detuvo, incomunicó y encarceló por casi 48 horas a más de 30 personas. El juez los procesó a casi todos por intimidación pública (un delito severamente penado) y resistencia a la autoridad (uno más leve y fácil de dibujar). La Sala II de la Cámara Federal desautorizó con severos términos la sentencia del juez Marcelo Martínez de Giorgi y la “instrucción policial”, una colección de videos que no probaban nada. Una evidencia de cargo era un cuaderno con dibujitos que la fantasía calenturienta del juez de primera instancia homologó a un manual terrorista con incrustaciones de anarquismo. Ríase si le pinta, lector, pero así consta en el expediente.
Batiendo su propio record vez a vez, el Gobierno fomentó esta vez 45 detenciones.
Llamarlo escalada no es exageración, sino matemática pura
La idea es desmovilizar por miedo, una praxis antidemocrática por antonomasia. Otras herramientas coadyuvarían según el plan de acción del Gobierno.
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Representar y negociar: Junto a académicos e intelectuales, anche opositores, el oficialismo vislumbró el cese de la movilización, correlato del resultado electoral. Olvidaron lo acontecido durante todo este año y este siglo. Dieron por cerrada una etapa, los perdió el optimismo y el ensimismamiento.
El oficialismo combinó el despiste de la inteligencia con el optimismo de la voluntad. Supuso que había cooptado y sometido a los movimientos sociales con el pago del bono de fin de año. Los desmintió y sorprendió la reacción de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTP), Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa y otras organizaciones menos numerosas. Sus dirigentes cargan con una doble misión: negociar con el Gobierno y representar a sectores perjudicados por el modelo macrista. Tratan de equilibrar ambas, sin bajar banderas ni reivindicaciones, salieron a la calle.
Confluyeron con los sectores más combativos que representan a los trabajadores organizados: La Corriente Federal de la CGT, los camioneros, las dos CTA. La Casa Rosada tradujo que la imponente movilización simultánea a la votación de la Reforma en el Senado era un manotazo de ahogado, un gesto testimonial.
La conducción de la CGT leyó mejor la contingencia: los compañeros díscolos sintonizaban con una demanda popular creciente, quedarse quietos constituía un error que los deslegitimaba ante las bases. No haber sido consultados por el Gobierno avivó el seso y la bronca.
El Gobierno articuló con los gobernadores, regateando otras prestaciones, con los jubilados y la Anses fungiendo de rehenes. Lifschitz, que no es muy radicalizado, destacó el sinsentido, en declaraciones periodísticas: las jubilaciones nacionales no formaron parte del Pacto Federal. Agregamos de nuestro coleto: los mandatarios provinciales son incompetentes para laudar en un tema ajeno a su agenda aunque puedan ser funcionales a que se apruebe la ley.
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Reminiscencias y prospectiva: Ya mentamos reminiscencias del debate por las retenciones móviles, en las que el kirchnerismo posibilitó el reagrupamiento de sus dispersos adversarios.
La represión evocó, en un contexto mucho menos crítico, a las del 19 y 20 de diciembre de 2001.
El protagonismo y la profesionalidad de trabajadores de prensa, fotógrafos en especial, replicó al de la Matanza de Avellaneda en 2002 o el asesinato de Mariano Ferreyra en 2010. Proveyeron de material irrefutable, exponiéndose a la represalia de los uniformados.
Para el oficialismo los kirchneristas son delincuentes golpistas, tanto como la izquierda trotskista. Ahora se les agregan los massistas en tránsito y una dotación creciente de peronistas que abandonan el perfil manso y transigente del primer bienio macrista. El oficialismo se jacta de dialogar mientras reduce el plantel de interlocutores y criminaliza al resto.
Muchos de quienes se abrazaron en la foto de festejo del fracaso de la sesión eran aliados antes del 2008. Unos cuantos siguieron siéndolo hasta fines de 2011. La reconciliación plena se mantiene lejana pero se dieron pasos en ese sentido.
Es más que posible que la reforma previsional se apruebe mañana. No hace falta ser meteorólogo o profeta para vaticinar que se avecina una lluvia de juicios por inconstitucionalidad.
Solo es necesario tener memoria para proyectar qué impacto tendrá repetir (con variantes epocales) los retrocesos del menemismo y la Alianza. Las recetas neoconservadoras benefician a sus promotores, desamparan a los trabajadores activos o pasivos. Reducciones o supresiones impositivas para los empresarios, maná para quienes hacen bicicleta en dólares, baja de los haberes jubilatorios… Redistribución de ingresos, que conlleva la de poder. Ninguno de esos gobiernos, ni tampoco la dictadura, bajó el déficit fiscal. El actual aduce que quiere hacerlo pero hasta ahora no lo logra. Tal vez no sea un fracaso sino la consecuencia de privilegiar otros objetivos
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