Por Diego M. Jiménez
Lunes lluvioso en Buenos Aires. Clima que pensé ilusamente, se modificaría a lo largo de la jornada. Me gusta arribar tranquilo y relajado a los lugares en donde me tengo que encontrar con el entrevistado. Pero la lluvia ya se había manifestado como un claro contratiempo. Imaginaba, frustrado de antemano, llegar con el pelo mojado (no compro paraguas por una decisión que no tiene fundamentos. Prefiero usar el que alguien siempre se olvida en mi casa, pero hace mucho que esto no ocurre), el pantalón salpicado de agua barrosa, la punta de los zapatos mojada y con un aspecto a todas luces impropio para la cita que tenía fijada a las 15 horas en el octavo piso del Ministerio de Seguridad de la Nación.
Milagrosamente no llovió durante el lapso en que duró mi traslado a pie desde donde me alojaba, hasta la calle Gelly y Obes, sede de la dependencia pública. Me anuncié, me buscaron y subí con Fernando, del área de comunicaciones, hasta el lugar indicado. La ministra que salía justo de una reunión, me estrechó la mano con rostro serio y continuó su camino hacia su despacho. Uno de las personas que salía junto a Bullrich me saludó con deferencia, quizá pensando que era alguien del ministerio. Le respondí de la misma manera.
El despacho, amplio, prolijo y con una elegancia austera, es parecido al que uno imagina de antemano como alojamiento de un funcionario de ese rango. Bullrich me pareció seria, seca, pero no por ello con falta de amabilidad. Me trato de usted desde el vamos, pero luego pasó al tuteo. Es directa y no responde de memoria. Medita al tiempo que habla y se nota que tiene formación académica. Pero no hace alarde. Manda y eso está claro en sus modos y mirada. De todas formas, no la imagino autoritaria. Si, firme y decidida. Por momentos dejó entrever una sonrisa. Creo, que en otro contexto, es de las personas de carcajada fácil. Sólo son éstas, claro, las impresiones de un entrevistador aficionado.
Mientras la observaba pensaba: Prefectura, Gendarmería, Policía Aeroportuaria y Policía Federal a su cargo, más de 100 mil personas repartidas en todo el país e inmersa en una cultura bien de hombres. No podría actuar de otra manera.
- ¿Cuál fue la situación que encontró en materia de seguridad cuando asumió el 10 de diciembre, en el ministerio y en la realidad de la Argentina?
- El primer diagnóstico fue la necesidad de hacer un diagnóstico bueno, porque este ministerio era muy porteño, no respondía a los parámetros necesarios que tiene que tener un ministerio para trabajar para todo un país. Trabajaba casi para la ciudad de Buenos Aires. Ese fue el primer problema. El segundo problema es que las fuerzas de seguridad estaban con órdenes muy contradictorias en relación a la ley. Se manejaban desde la política y se había perdido la relación que debe tener una fuerza de seguridad con la ley. Le cumplían más al ministro que a la ley. En ese sentido, tiene que haber un equilibrio.
- No era institucional el vínculo entre las fuerzas y el ministerio. Era personalizado...
- Estaba personalizado y era débil la institucionalidad. En tercer lugar, el diagnóstico sobre el narcotráfico era totalmente equivocado. Se seguía planteando que la Argentina no tenía un problema fuerte de narcotráfico. Nosotros verificamos otra cosa. Después era un ministerio muy dividido, porque tenía por un lado la Secretaría de Seguridad y por otro lado el ministerio, como dos entes aparte. Luego encontramos una realidad en la que las últimas camadas de policías y de gendarmes se les había cortado el tiempo de formación y eso iba contra la calidad de las fuerzas de seguridad que un país debe tener. Estamos volviendo a esos nueve meses de formación y no los a los tres o cuatro meses, como lo venían haciendo. Se pensó que el número reemplazaba a la calidad y eso fue muy negativo.
- El problema de la seguridad es multicausal. Pienso en mi ciudad 30 años atrás y la veo ahora. La inseguridad antes no era un problema, era la excepción. Actualmente hay sistemas de monitoreo en Tres Arroyos, por ejemplo, alarmas, guardias en horario de noche. Cambio la percepción y eso está acompañado de episodios delictivos que confirman esa sensación ¿Cuándo en la Argentina se terminó esa tranquilidad general que existía?
- Es un proceso largo que uno no le puede poner una fecha determinada. No sé cuándo puntualmente ocurrió. Sin dudas la Argentina era un país que tenía un 4% de pobreza y ahora tiene un 35% y esto ocurrió en los últimos 25-30 años ó 40 años. Entonces el país fue en deterioro en materia de inseguridad. Y fue en deterioro también porque creó una situación de marginación, de vulnerabilidad muy fuerte, que generó que las fuerzas de seguridad se contagiasen. No hizo de la democracia un proceso sistémico y fuerte de cambio cultural y de cambio del paradigma de las fuerzas de seguridad. Y además tuvo corrupción. Y cuando hay corrupción en la cima del poder hay poca ejemplaridad hacia abajo. Entonces eso es lo que va generando el crecimiento de la inseguridad.
- ¿Cómo se hace para revertir eso? Cada tanto hay depuraciones. Pero esa gente se la separa de la fuerza trasladándole el problema a la sociedad. Queda una mano de obra desocupada. No es que automáticamente se vuelven probos. Por otro lado, ¿cómo se recupera la confianza en la gente que te tiene que cuidar?
- Yo creo que en la Argentina hay que hacer un cambio que es de todos. Lo primero es dejar de tirarse las culpas unos a otros: es un problema de la justicia, es un problema de la policía, etc. Es de todos. Porque objetivamente la dirigencia política dejó entrar un paradigma político que no combatió y convivió con él. Eso fue contagiando a la Justicia, contagiando a las fuerzas de seguridad. Entonces es necesario un cambio sistémico. Para eso el ejemplo tiene que venir primero de la conducción política, segundo de la conducción de las fuerzas de seguridad y el objetivo más importante: separar al Estado del delito. Y eso acá lo tenemos bien claro. Un delito de corrupción, un delito común o dejar hacer a la policía o sea lo que sea.
Cuando la policía es parte del problema, cuando la política es parte del problema, nadie es parte de la solución.
- Es muy complejo
- No sé si complejo. Pero cuando uno decide empezar a hacerlo, lo puede hacer. Si no decimos "es complejo" y no hacemos nada.
- Lo digo en el sentido de si uno piensa que la corrupción es estructural...
- No hay nada estructural.
- Usted se acordará el libro de Luis Moreno Ocampo "Cómo salir de la corrupción"...
- Estructural es una frase.
- Él dice allí que es sistémica la corrupción en Argentina...
- Los sistemas se cambian con otros sistemas. Las estructuras se cambian con otras estructuras. Esto es así. Cualquier sociólogo o politólogo lo sabe. Entonces yo creo que si nosotros trabajamos sistemáticamente para cambiar un sistema de corrupción por un sistema de más transparencia lo vamos a lograr. Porque la gente también se mueve por como son los impulsos y los sistemas en los que vive. La gente no es un ente en los que su entorno o su geografía social y ética no le importa. La gente vive en una geografía ética. Si esa geografía ética es la adecuada a un parámetro ético elevado, la gente vive ahí. Y el que hace las cosas mal se nota mucho más rápido.
Si todos vivimos más o menos y la ley no la tenemos como centro de nuestras vidas, estaremos más o menos. Ahora si nos ponemos un norte y avanzamos hacia ese norte yo creo que las estructuras se cambian.
- Le pregunto eso porque hay como una idea instalada de que la sociedad argentina no condena la corrupción mientras la situación económica sea buena. Quizá no sea cierto, pero parece estar presente. Recuerdo el concepto de anomia que padece la sociedad argentina según escribió Carlos Santiago Nino en "Un país al margen de la ley"
- Son diagnósticos que nos sirven como punto de partida. También es un diagnostico que la Argentina acepta la corrupción como algo dado hasta que de golpe la deja de aceptar y comienza a creer que las cosas no deben ser así. Estas cosas han pasado en nuestro país. Si uno preguntaba en 1978 ó 1979 a los argentinos que opinaban de la dictadura el 80% le hubieran dicho que estaban a favor. Si uno le preguntaba a los mismos argentinos en 1985 después del Juicio a las Juntas y de lo que vieron, ¿qué opina de la dictadura? habían cambiado de opinión. Si uno le preguntaba a los argentinos antes del kirchnerismo que opinaban de la corrupción y lo que opinan ahora, va encontrar un cambio.
Yo creo que es muy importante mantener una línea y decir por esta línea vamos y de esta línea no nos movemos. Y plantear un paradigma para que todos sientan que se es fuerte en la sanción. El tema de ser fuertes en la sanción con quien sale del camino es muy importante. Es lo que cambia la conducta de las personas. Uno podría decir que es una idea punitiva. Bueno, comienza siendo así. Después la gente se acostumbra a vivir mejor. Cuando empiece a ligar que menos corrupción con mejores servicios, poder usar la salud, la educación...
- Le cambio el tema y en función de lo que viene diciendo: ¿Desde este ministerio cuáles serían los objetivos para estos cuatro años? ¿Qué le gustaría ver en materia de seguridad como avance?
- Primero que el Estado no sea parte del problema. Que los delitos complejos sean delitos marginales en el país, que el narcotráfico sea la excepción, no la regla. Eso es lo que queremos. No vamos a decir que vamos a llegar a cero, pero sí que vamos a avanzar mucho.
- En materia de narcotráfico, algo de lo que se habla mucho mediáticamente, ¿cuál es el problema? Antes era un país de tránsito ahora pareciera ser que nuestro país es mucho más que eso
- Argentina tiene un mercado de narcotráfico, tiene importación, tiene transporte, tiene acopio, tiene financiamiento, tiene exportación, tiene distribución mayorista, minorista...
- ¿Cómo se ataca eso?
- Depende del lado de la cadena que uno lo agarre. Tenemos otro problema y es que dos países vecinos son productores: Bolivia de cocaína y Paraguay de marihuana. Tenemos a Perú cerca en donde hay mucha importación de cocaína desde acá. Debemos evitar que haya organizaciones de narcotráfico, que haya bandas criminales...
- Eso ya existe...
- Sí, organizaciones que quieren dominar territorios. Otras que transportan, que acopian, que exportan. Hay que desarticularlas. Y después tiene que haber una política para que no llegue al narcomenudeo. Lo que más le molesta a la gente es la venta diaria, lo que tiene cerca. Si desactivamos bandas, desactivamos el menudeo. Hay que pegar fuerte ahí, a las organizaciones. Y hay que poner al Estado afuera del problema. ¿Dónde se arma la violencia? Donde el Estado no está, donde deja el territorio libre, donde permite que se maten por la droga o donde hace la vista gorda.
- ¿Y los medios? Los medios de comunicación machacan constantemente sobre la inseguridad...
- Yo no me meto con los medios, creo en la libertad de expresión.
- Eso lo descarto, Pero me refiero al caso en que una política bien orientada pueda, por la acción de los medios, ser menoscabada o tergiversada...
- No quiero opinar de los medios. La mejor opinión de los medios es no opinar de los medios.
Luego de esta última frase, que describe la personalidad ministerial de Patricia Bullrich, concluimos el diálogo. Nos estrechamos la mano, esbozó una sonrisa y nos despedimos. Afuera, un Buenos Aires lluvioso, esperaba nuevamente a un caminante sin paraguas.
Con una experiencia política amplia
Patricia Bullrich es una dirigente con una intensa trayectoria política, siendo la primera ministra de Trabajo mujer de la historia política argentina, durante el gobierno de la Alianza UCR-Frepaso (octubre de 2000-octubre de 2001). También, durante la misma administración, fue ministra de Seguridad Social (octubre de 2001-noviembre de 2001). Bullrich se desempeñó como legisladora en tres oportunidades (1993-1997; 2007-2011 y 2011-2015) y, en las elecciones del pasado 25 de octubre obtuvo su reelección como primera diputada nacional de Cambiemos por la ciudad de Buenos Aires, banca que finalmente no asumió.
También fue secretaria de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (diciembre de 1999-octubre de 2000). En el 2001, se graduó como Licenciada en Humanidades y Ciencias Sociales en la Universidad de Palermo, y en 2009 obtuvo la maestría en Ciencia Política y Sociología en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Desde el 10 diciembre de 2015 es ministra de Seguridad de la Nación.
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