Por: Jorge Fontevecchia. “Estamos en ese raro momento en el que el pasado se torna presente y tal vez frustre el futuro” fue la frase más profunda y metafísica (el tiempo, ese fugitivo que siempre huye) del último discurso de Cristina Kirchner en el Teatro de La Plata.
¿El pasado que se torna presente es algo inminente en forma de crisis que le explote a un gobierno en sus últimos meses –tras las PASO–, como fueron los terremotos económicos de 1989 y 2001 con su triste epílogo en 2002? O, desde su perspectiva, el pasado que se torna presente frustrando el futuro, ¿es el cercano regreso, en diciembre, de un nuevo gobierno con un plan económico estabilizador y promercado que produzca un cambio de régimen como el de Cavallo?
Marshall McLuhan sostenía que proyectamos el inmediato por-venir como una foto del pasado. Y no solo Cristina Kirchner teme el regreso de una hiperinflación como las citadas, que aún resuenan en nuestra memoria, sino todos aquellos que la vivieron tienen hoy más de cuarenta años.
La sensación de algo malo puede suceder, la mala espina, el déjà vu (ya visto) como una precognición previa a que el cerebro haya terminado de elaborar una visión de la consciencia. Esa mala espina, justificada en la Argentina por las veces que se produjeron saltos empobrecedores frente a cambios de gobierno, no solo las crisis mayores de 1989 y 2001, también la salida del gobierno de Macri en 2019, hace que una vez “el pasado se torna presente” en nuestra memoria, el futuro también se torna presente anticipando las decisiones como si el futuro (pasado proyectado) ya hubiera sucedido.
Los déjà vu tienen enorme importancia en el comportamiento de los agentes económicos, desde el asalariado de menor ingreso hasta el capitalista con más recursos. Porque a los tres tiempos clásicos hay que agregarle los dos determinantes para la acción: el presente del pasado (la memoria) y el presente del futuro (la espera).
Para el profesor Arthur Funkhouser, director del departamento de sueño del Jung Institute de Zurich hay tres tipo de déjà vu:
–Déjà vécu: la mayoría de las personas se refieren al déjà vu, traduciéndolo como algo “ya vivido” produciendo el convencimiento de que lo que se está viviendo ya se había experimentado en el pasado.
–Déjà senti: a diferencia del anterior es algo especialmente sensorial, en determinadas circunstancias consecuencia de lo anterior y se traduce como “ya sentido”.
–Déjà visité: así como tiempo y espacio puede ser dimensiones intercambiables en ciertos planos éste “ya visitado” se refiera a la sensación de ya haber estado allí anteriormente, por ejemplo, en el infierno de una crisis económica. Todo lo que tiene lugar en el espacio ocurre o dura en el tiempo diría Kant.
Los políticos en sus campañas apelan continuamente a orientar los pensamientos de quienes desean convencer activando sus formas de déjà vu. El Frente de Todos le viene a decir a la sociedad que si gana la oposición, volverá aquello que ya sufrieron, y sus adversarios apelan a despertar reminiscencias opuestas que, de no haber un cambio, se terminará volviendo a vivir otro 1989 o 29001/’2. Cada uno apela a los fantasmas sociales aliados de sus argumentos.
No hay tiempo sin movimiento ni cambio, el tiempo varía en función de la velocidad (Newton). La semana previa a la pasada, cuando los dólares no oficiales hicieron el vertiginoso viaje de trescientos ochenta a quinientos, la sensación fue vértigo. Vale la pena leer el reportaje largo a quien –injustamente– se le adjudicó la responsabilidad por ese salto, el ex CEO de Syngenta y exjefe de asesores presidencial, Antonio Aracre en esta edición de hoy de PERFIL.
El tiempo es una serie donde el pasado subsiste en forma de eco, “fluye desde el futuro donde todo está por empezar hacia el pasado donde todo se acumula” escribió André Comte-Sponville.
Siempre es hoy. Podría ser el lema sobre el tiempo de Sergio Massa para quien cada día es una montaña a escalar para que no se cumplan las profecías que encierran los déjà vu. Si el pasado es irreversible y el futuro insuprimible, el ministro de Economía vive en el flujo continuo del todo, como un perpetuo equilibrista buscando de los espectadores (votantes), una combinación de la compasión ante quienes realizan en las esquinas su espectáculo y el respeto de quien se atreve a salir siempre al ruedo.
La relación de Massa con el tiempo, su vivir en el instante, lo llevó en el pasado, como si fuera un bulímico del tiempo, a hacerse la justa fama de llegar siempre tarde a cada compromiso, ya en el terreno de lo político a varias y grandes mudanzas. Pero su vivir siempre en el presente no implica su renuncia al vínculo con el porvenir. Paradójicamente que no haya logrado cumplir su promesa de bajar la inflación mensual a la mitad de la actual, no solo no lo aleja de ser el candidato natural a presidente por el Frente de Todos, sino que hasta podría aumentársela, porque una economía floreciente y sin sequía podría haber tentado a otros candidatos, hasta eventualmente el propio Alberto Fernández, a intentar competir en las PASO.
Frente a pronósticos tan agoreros, de colapso macroeconómico, hiperinflación, devaluaciones seriales, etc., si el ministro de Economía lograse reducir décimas la inflación dos meses seguidos, quizás hasta pudiera ser competitivo electoralmente.
Otro déjà vu podría ser Sergio Massa nuevamente candidato a presidente como lo fue en 2015. Pero como nadie podrá nunca bañarse en el mismo río, los déjà vu son anomalías de la consciencia porque nada se repite igual.
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