El “Polideportivo Ginóbili”, que en realidad se iba a llamar “Bahía Arena Alberto Pedro Cabrera”, nunca pasó de la etapa de promesas políticas.
Luca, Dante y Nicola todavía no existían. Los hijos de Manu Ginóbili tal vez no sepan que podrían haber visto a su padre jugar hoy en Bahía, en un estadio por él mismo ideado. El viernes 1 de julio de 2005, en Buenos Aires, el bahiense de los Spurs anunciaba junto al gobernador Felipe Solá y al intendente Rodolfo Lopes el proyecto de un estadio multipropósito para 10.000 personas en la ciudad.
Por entonces, Manu tenía “tan solo” dos anillos de la NBA, que hoy son cuatro. Carlos Tévez se acababa de ir muy jovencito de Boca Juniors y hoy, ni viejo ni tan jovencito, vuelve a vestir la azul y oro.
Solá ya no es el mandamás de la provincia, Lopes tampoco el intendente (aunque ambos se postulan para volver a serlo), mientras que Ginóbili, con algunos dolores más y varios cabellos menos, se debate entre el retiro o estirar un año más su exitosísima carrera.
“No veo la hora de que pongan el primer ladrillo después de un lustro de trámites”, decía Manu vía Twitter hace algunos años. El ladrillo seguirá esperando, porque pese a los esfuerzos del formado en Bahiense del Norte y la fundación que lleva su nombre, las promesas políticas nunca pasaron de eso.
En un primer momento la Fundación Ginóbili se iba a hacer cargo de conseguir el 50 % de los fondos, mientras que de la otra mitad se encargarían los gobiernos provincial y el municipal.
A los dos años (octubre de 2007) y con un costo estimado que ya había aumentado de 10 a 30 millones de pesos, mientras las butacas bajaban de 10.000 a 8.500, llegó el apoyo del presidente de la Nación, Néstor Kirchner.
El arquitecto a cargo de la obra era Mauro Grippo, exbasquetbolista que, pese a mostrarse ilusionado hace 10 años, se mantenía prudente por sus experiencias previas. Se le había encargado idear un estadio similar en más de cinco oportunidades antes de este que se llamaría "Bahía Arena Alberto Pedro Cabrera".
“Hay que hacer un estudio para ver cómo afectaría la construcción urbanísticamente. No hay que hacer un megaestadio que en unas décadas esté ubicado en medio de la ciudad”, analizaba.
La ubicación del “estadio Ginóbili”, como Manu lamenta que lo llamen por el hecho de caer toda la presión sobre él, se debatió hace ya más de tres campeonatos mundiales de básquetbol entre el predio de la FISA y la cava ubicada en Sarmiento y Fortaleza Protectora. Luego de muchas idas y vueltas, este último sector ganó la puja.
Kirchner se mostró generoso en un comienzo, cuando le dijo a Manu que le daría una gran suma de dinero y le aconsejó que apuntara a algo más grande, ya que él había tenido una experiencia como intendente de Río Gallegos, donde el estadio municipal quedó chico.
Entre 2010 y 2012 no hubo mayores novedades. Mientras Daniel Scioli destacaba “la pasión y la lucha” de Manu, Cristina Fernández no respetaba el compromiso asumido por su difunto marido. Néstor alentaba a Ginóbili a hacer un estadio pensado a futuro, tal vez algo como lo que en su momento hizo el Club Estudiantes, que en 1939 construyó el polideportivo más grande de Sudamérica, al punto que 76 años después sigue albergando encuentros de Liga Nacional.
No obstante, observando la situación actual, todo hace prever que Bahía seguirá esperando por una respuesta, como ocurrió en 1990, cuando al Mundial de Básquet organizado por nuestro país los bahienses lo tuvieron que ver por televisión, ya que ningún estadio estaba a la altura del evento.
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