La historia de cómo Carlos Fernando Arroyo llegó a sumarse al macrismo y se convirtió en intendente de Mar del Plata guarda una trama de idas, venidas y desencuentros.
La relación entre Carlos Fernando Arroyo y el PRO es de conveniencia mutua. Es probable que el fundador de la Agrupación Atlántica jamás hubiera llegado a ser intendente si no se sumaba al frente Cambiemos. Pero también es real que a lo largo de su historia la fuerza creada por Mauricio Macri jamás pudo hacer pie en Mar del Plata hasta que dieron con este dirigente. Hoy, Arroyo cumple su sueño de llegar al sillón principal del municipio, mientras que el macrismo se adjudica la segunda ciudad en cantidad de votantes de la provincia de Buenos Aires y una vidriera inmejorable para los dirigentes provinciales y nacionales.
Hace apenas cuatro años, en la anterior elección ejecutiva, el PRO apostó por el entonces presidente del partido en Mar del Plata, Guillermo Volponi, como candidato a intendente. Intentaron instalar una opción nueva, con perfil joven. Fue la primera Paso en la Argentina y le dejó al PRO un resultado contundente: sacó el 0,61% de los votos (poco más de 2 mil) y esa magra cosecha le impidió participar de la elección general de octubre.
En esa misma elección, Arroyo, que había ganado su banca de concejal dos años antes, se postuló a intendente por el Frente Popular. Recibió la adhesión de 30 mil marplatenses, lo que representó un 8,66% de los votos y le permitió ampliar su representación legislativa, aunque él quedó muy lejos de llegar al poder.
Ese 2011 marcó un fracaso rotundo para el macrismo en Mar del Plata que comenzó a explorar nuevas alternativas. El efecto que había generado la incorporación de Miguel Del Sel a sus filas marcó el rumbo. Así, comenzaron a explorar entre personas con alto nivel de conocimiento, aunque no necesariamente políticos.
Un equipo del PRO desembarcó en la ciudad y comenzó indagar sobre distintas personalidades. Una de ellas, por ejemplo, fue el basquetbolista Sebastián “Tato” Rodríguez. El emblema de Peñarol se había alejado de la actividad profesional por una afección cardíaca en 2012 y comenzó a ser “medido” por el macrismo. ¿Cuál fue la conclusión? Que no era lo suficientemente conocido: “El básquet no impacta en el público masivo”, resolvieron.
Surgieron otros nombres. Uno de ellos fue el del conductor Franco Bagnatto, que fue tentado varias veces para sumarse al PRO (también al Frente Renovador). Más allá de los trascendidos que lo daban por hecho, lo cierto es que la voz de Radio Brisas de Mar del Plata nunca se decidió a dar el salto de los medios a la política.
El fiscal Juan Manuel Pettigiani fue otro de los nombres en danza. El apellido sonó tentador, el nivel de conocimiento era el esperado y el perfil encajaba con lo que el PRO buscaba para la ciudad. El problema fue que hubo algunos intentos para que al funcionario judicial le otorguen una licencia que nunca llegó. Y la posibilidad quedó trunca.
En ese trayecto llegó el nombre de Eduardo “Lalo” Ramos, quien acreditaba un breve y polémico paso por la política necochense. Sin embargo, el daño era menor, en comparación con la imagen que podía exhibir un campeón de Turismo Carretera, devenido en empresario del campo: un deporte ultrapopular y un sector que rechazaba al kirchnerismo. Hacia allí se apuntaron los cañones.
Durante la previa de las elecciones de medio término de 2013, Eduardo “Lalo” Ramos se convirtió en el referente del macrismo, que comenzó a trabajar con la idea de instalar su nombre para 2015. Las posibilidades eran dos: que encabece la lista de concejales o que encabece la lista de senadores por la Quinta Sección Electoral.
En esos tiempos también apareció otro extracomunitario de la política, pero con imagen pública: Jorge Zanier. El conductor televisivo se sumó al macrismo y así se armó el esquema: “Lalo” a la Quinta y la cara de Tiempo Libre al Concejo.
Todo aquello quedo en la nada cuando a días de las elecciones de 2013 el PRO resolvió bajar sus listas de la mayoría de los distritos bonaerenses. Y Mar del Plata no fue la excepción: no hubo ningún representante del PRO en los comicios que consagraron a Vilma Baragiola.
En esas elecciones, Arroyo se presentó por primera vez en soledad, con su partido vecinal Agrupación Atlántica. Nadie lo daba ganador, aunque ya todos hablaban de un dirigente con un voto cautivo importante. Obtuvo el 15% de los votos y consolidó su mejor performance electoral.
Tras los comicios en los que Sergio Massa salió fortalecido a nivel nacional y Vilma Baragiola se erigió como la principal adversaria de Pulti para 2015, el PRO volvió a trabajar en Mar del Plata. La decisión fue apostar a “Lalo” Ramos para que sea el candidato a intendente.
Antes de que finalice 2013, la hoy gobernadora electa María Eugenia Vidal llegó a la ciudad. Por esos días recién comenzaba a hablarse de ella como candidata en la Provincia y dio una entrevista a 0223 con “Lalo” Ramos a su lado.
Pocos meses después, el plan del PRO despistó. El sábado 29 de marzo de 2014, el excampeón de TC chocó contra un Chevrolet Corsa en la ruta 226 y dejó en grave estado a Thiago Joel, un nene de 4 años que aun hoy padece secuelas por el accidente. “Lalo” estaba borracho al momento del siniestro. Pocos días tardaron los dirigentes del PRO en bajar el cartel con su cara del local que el partido tenía en avenida Colón.
Sin candidato y sin estructura, el PRO tambaleó. El partido quedó a cargo de Juan Aicega, un dirigente desconocido, que jamás pudo insertarse en Mar del Plata. “No es una cara conocida, pero trabaja muy bien para nosotros”, repetían los operadores del macrismo en su defensa, pero internamente sabían que para tener aspiraciones debían encontrar un candidato fuerte.
El 2014 pasó con un único objetivo en el PRO marplatense: salir lo menos dañado posible del escándalo del excorredor de autos. Allí comenzó a sonar el nombre de un viejo conocido: Emiliano Giri. El empresario llegó al PRO de la mano de Daniel Angelici. Su nombre sonaba como candidato en 2013, pero el partido liderado por Mauricio Macri optó por “Lalo” Ramos y el empresario se refugió en el denarvaísmo. Giri hizo una gran Paso, pero se derrumbó en las generales y no accedió al Concejo Deliberante.
A partir de allí la relación de Giri con el macrismo siempre fue áspera. Y cuando comenzó a tender puentes para volver un sector encabezado por Emilio Monzó opuso resistencia. “Ni aunque fuese el único candidato posible”, advertían.
El 2015 llegó y el PRO no tenía candidato en Mar del Plata. La apuesta del macrismo era que la Convención Radical apoyara el plan Sanz y el PRO se sumara a los radicales. En General Pueyrredon ese acuerdo daba la posibilidad de tener de candidata a Vilma Baragiola, golpeada por una serie de escándalos pero competitiva al fin.
¿Y Arroyo? Desde su banca de concejal, con su partido vecinal siguió impávido la carnicería desatada entre Acción Marplatense y la UCR a lo largo de 2014 y 2015. Y creció. Sin embargo, con el 2015 en marcha, nadie lo daba con posibilidades reales de ser intendente de General Pueyrredon.
El acuerdo que devino en Cambiemos llegó y así fue que el propio Macri desembarcó en Mar del Plata para acompañar la precandidatura de Baragiola a la intendencia. Giri, lejos de los flashes macristas, comenzó a trabajar silenciosamente para convencer a Arroyo de que se sume al PRO y compita con Vilma. No fue el único que quiso sumarlo: algunos sectores del Frente Renovador también lo tentaron. Callado, con un estilo hosco, Arroyo se convirtió en la figurita difícil de las elecciones. Y sus acciones empezaron a subir.
Pocos días antes del cierre de alianzas, Arroyo confirmó que competiría dentro de la Paso de Cambiemos. Giri, con el apoyo de María Eugenia Vidal y Jorge Macri, fundamentalmente, convenció al PRO que tener dos candidatos fuertes en Mar del Plata era positivo, aunque uno de ellos quede fuera de carrera en agosto. Y así fue. El resto es historia conocida: el triunfo en cómodo en las Paso y en las generales frente a Pulti que le dieron al macrismo el primer intendente en Mar del Plata. Y a Arroyo, el sueño hecho realidad.
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