En la mayoría de los casos, los diplomados en esa especialidad ocupan los principales cargos ejecutivos, lo cual para algunos es bueno y, para otros, no tanto.
La abogacía sigue siendo la profesión que más hombres aporta a la arena política. En las próximas elecciones locales, por caso, cuatro hombres de leyes se posicionan como precandidatos a intendentes: Marcelo Feliú, Iván Budassi, Raúl Woscoff y Dámaso Larraburu.
Todos los presidentes desde 1983 -Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández- son colegiados de esa profesión, mientras que en nuestra ciudad lo fueron Juan Carlos Cabirón, Cristian Breitenstein y Gustavo Bevilacqua.
La participación de los abogados en asuntos del Estado fue cuestionada desde la época de la colonia. Santiago de Liniers, el héroe de las invasiones inglesas de 1806, nunca se llevó bien con los hombres de leyes. Recordó que los Reyes Católicos habían prohibido su entrada en América "para preservar la salud y tranquilidad de los pueblos" y aseguró que eran personas "particularmente dotadas para promover discordias, antes que neutralizarlas".
Si bien existe una estrecha relación entre la política y el derecho, hoy se reconoce que no es indispensable ser especialista en leyes para gobernar y mucho menos para hacerlo adecuadamente.
Luis María Esandi, abogado, docente e hijo mayor de Luis Esandi, quien fuera intendente en la década del '60, sugirió que su profesión puede resultar útil a un intendente considerando que toda labor ejecutiva es, básicamente, "la aplicación del derecho".
Marcó como positivo que esa formación adiestra para identificar "muchos estados de cosas posibles", eligiendo "la más probable, menos onerosa y más beneficiosa".
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