El sacerdote que trabaja en Sierra Leona, Liberia y Guinea para más de 1.500 niños víctimas de la epidemia, relató a PERFIL cómo es el día a día de la lucha contra la enfermedad.
“Fue en los últimos años del secundario. Ya tenía inquietudes de trabajar con los más pobres, y colaboraba en tareas de asistencia”. Fue entonces cuando un joven Jorge Crisafullidescubrió que una voz, “una fuerza especial” –como la define–, lo “invitaba a dejar todo, especialmente mis proyectos personales, para seguir el sueño de Dios como salesiano de Don Bosco. Siempre he creído que Dios no tiene ni manos ni pies, y que nos puso en el mundo sin decirnos previamente que nuestra felicidad depende exactamente de hacer felices a los demás”, cuenta ahora vía correo electrónico desde algún punto de Africa Occidental, la sección del continente más afectada por el virus del Ebola, que ya comprometió a 10 mil personas, se cobró 5 mil vidas y dejó a unos 4 mil niños huérfanos.
El padre Crisafulli vive desde hace veinte años en Ghana, adonde llegó “con 34 años y un montón de ideales que siguen hoy más vivos que ayer”, dice. El primer impacto de su desembarco sigue claro: dice que es un país donde el fútbol gusta tanto como en la Argentina y que, más allá del clima extremo, “recuerdo el calor humano, la hospitalidad, la cercanía de la gente. Los africanos sonríen. Sonríen siempre. No miden el tiempo como lo hacemos nosotros. El tiempo es para ser vivido y compartido con los demás. Tienen una enorme capacidad de estar alegres en medio del sufrimiento”, dice.
En cuanto se desató la epidemia que tiene en vilo al continente africano, a Crisafulli lo convocaron de los gobiernos de Sierra Leona, Liberia y Guinea: “En este momento hay1.500 chicos en cuarentena, sospechados de estar infectados con Ebola en Sierra Leona” (N. de R., de donde venía al momento de la entrevista con PERFIL). “En ese mismo país ya hay 530 niños que perdieron a ambos padres, y 180 que perdieron a uno de los dos”, detalla. Para hacerse cargo de esa situación, transformaron una de sus escuelas en un orfanato, un “centro de atención interina al niño en riesgo”, explica: “No queremos llamarlo ‘hogar de niños huérfanos del Ebola’ por temor a que la gente tome represalias contra los misioneros y quieran destruir las instalaciones que hemos montado. Los chicos llegan traumatizados por la pérdida, a veces, de toda la familia, por haber estado infectados o recuperados y, a veces, además, por estar acusados de brujería, de haber sido ellos la causa de la muerte de toda la familia. Para algunos, es inexplicable que ellos se hayan salvado cuando toda la familia murió”.
Atravesar el duelo. “Los niños llegan confundidos, sintiéndose abandonados, discriminados, solos y tristes. Pero una semana más tarde los vemos cambiar, como renacer. Hacen clases durante la mañana y a la tarde hay deportes, juegos, huerta, musicoterapia, danza y grupos de trabajo para compartir la vida y experiencias”. Hay algo que les falta, según el padre Crisafulli: “Necesitamos psicólogos que los orienten en la elaboración del duelo y la pérdida de la familia, pero en Sierra Leona no hay. Así que abrimos el llamado a quienes sientan que pueden venir a dar una mano con la misión”, pide.
“El Ebola es una enfermedad que no tiene fronteras –explica– y no discrimina países ni personas. Es como un león rugiente que anda buscando a quién devorar, y si no se toman las precauciones del caso y te alcanza, hay un 90% de probabilidades de que termine comiéndote. Por eso hay que prevenir, decirles a las grandes potencias que el Ebola es una amenaza real, y no sólo para el Africa”.
Consultado acerca de si es posible que se expanda rápidamente, contesta que “pienso que sí, aunque con buenos controles en aeropuertos y fronteras y con un buen sistema sanitario para prevenir y atender casos no creo que sea posible una rápida expansión del virus en otros países más desarrollados”.
Para el sacerdote, la clave está en que donde ya está instalado se apliquen “campañas de prevención y educación de la gente. Hacen falta más hospitales, más camas, más laboratorios, más doctores, enfermeras y técnicos de laboratorio”. En estos momentos, en Sierra Leona hay entre ochenta y cien nuevas infecciones diarias. Es por esto que creo que estamos perdiendo la batalla. Estas epidemias hay que pararlas cincuenta años antes, ayudando a estos países a crear la infraestructura necesaria, hospitales, clínicas, formando médicos, enfermeras, en buen número. Desafortunadamente, la humanidad sigue reaccionando contra estas catástrofes. Deberíamos ser mucho más proactivos si queremos evitar estas situaciones en el futuro”
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