Cuidate, changuito

Cuidate, changuito

Carrefour amenaza con cierres y despidos. La multi francesa en la Argentina, del auge a la retirada. Tarifas, inflación, merma del consumo: mezcla que les pega hasta a los grandes. Triaca, un partícipe necesario. Luis Caputo, otro funcionario con dos sombreros. Vistazo sobre Brasil.

 

Por Mario Wainfeld

En junio de 1969, semanas después del Cordobazo, se produjeron 13 atentados simultáneos contra supermercados Minimax. Recibían así la visita de Nelson Rockefeller, enviado del presidente norteamericano Richard Nixon para entrevistarse con el dictador Juan Carlos Onganía. Los incendios, que causaron daños enormes a las cosas y no víctimas fatales, escogieron un blanco simbólico, una multinacional yanqui. A nadie se le hubiera ocurrido cometerlos contra Carrefour, porque es francesa pero, antes que nada, porque no había desembarcado en la Argentina.

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La multi francesa aterrizó acá en 1982, creció y se multiplicó. Pasó a formar parte de paisajes urbanos y consiguió una consagración popular: ser inmortalizada en cánticos tribuneros. Los destinados a “gastar” a San Lorenzo cuando el super intrusó el predio donde estuvo el inolvidable Gasómetro de Avenida La Plata. Los hinchas de otros clubes repararon en que los colores de Carrefour, rojo y azul, son también los de la camiseta “cuerva”.

Los super ascendieron a híper en la década del 90. El estado neoconservador no es ausente sino activo, a favor de determinados sectores.

La competencia damnificó a los pequeños comercios de barrio a los que Carrefour “desafiaba” a igualar sus precios, confiando en las ventajas de escala, de dumping, de influencia sobre medios y funcionarios.

Los comercios más chicos, “Express” o “Mini”, reproducen la contienda en el siglo XXI, ahora contra los queribles “chinos”, casi siempre cercanos, abiertos y con cambio.

Con su super matriz en las afueras de París, cerca de Roland Garros, Carrefour se expande en 33 países, dando trabajo a alrededor de 390.000 personas. Cifras aproximadas, como la de 19.000 laburantes en la Argentina. Las versiones patronales calculan 2000 despidos, sin pestañear, como quien saca de las góndolas mercadería en mal estado.

En un tránsito que muchas películas galas han narrado muy bien (arquetípica “Recursos humanos” dirigida por Laurent Cantet) la empresa cambió su CEO en nuestro país. El nuevo virrey, Rami Baitieh, llega con directivas precisas: inició procedimiento preventivo de crisis (PPC) ante el Ministerio de Trabajo.

La herramienta es lícita, fue pensada para frenar decisiones empresarias inconsultas y abrir tratativas. Claro que la herramienta funciona según quien la blande. Es esencial el rol del Ministerio de Trabajo, “patronal friendly” de modo creciente, desde que está al mando Jorge “la c… de tu madre” Triaca (h).

El procedimiento tripartito se desvirtúa porque la patronal se sienta de facto en dos vértices: el propio y el estatal mientras los representantes de los trabajadores quedan en minoría. Con esa correlación de fuerzas el PPC abre paso a suspensiones, morigeraciones o aboliciones de derechos laborales.

La empresa aduce pérdidas en los últimos tres años. El presidente Mauricio Macri está por cumplir dos años y cinco meses en la Casa Rosada.Las causas de la malaria, según los franceses, son la reducción del consumo, la inflación y el aumento de las tarifas. Para cualquier agentino, déjà vû.

Cargill, multinacional alimentaria, amenaza a su vez con ahuecar el ala, valga la expresión. En alarde de prepotencia despide cientos de trabajadores y suspende a quienes paran en solidaridad con sus compañeros.

La principal accionista de Ingenio Ledesma,de capitales extranjeros, es otro ejemplo, similares en sustancia con particularidades en cada caso. Los ligan factores comunes potentes: la inversión extranjera, la longevidad de los emprendimientos, el hecho de estar vinculadas al consumo popular, con entendible énfasis en los alimentos.

Carrefour no menciona la práctica ausentista de tantos funcionarios nacionales que prefieren tener su plata afuera. La reproduce, tout court.

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Impresiones e índices: Los indicadores oficiales detectan suba del empleo; si los mira bien se refieren al informal. La tendencia recesiva es palpable, no sólo por las reacciones de grandes jugadores.

Los gobiernos nacional y provincial desmantelan al INTI y al Hospital Posadas, prescindiendo de personal con luenga antigüedad y altas calificaciones profesionales. El declive es innegable, imposible vaticinar cuán bajo llegará.

El gobierno aumenta “casi todo” lo que se traslada a precios e indexa la economía. Una secuencia clásica de la política económica criolla.

Combustibles, transportes, electricidad, gas, impuestos inmobiliarios o sucedáneos, peajes. El director del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), Jorge Todesca, ensaya malabares para disimular la sostenida escalada inflacionaria. Matufia un cachito, insinúa cambiar las series estadísticas o cerrar el Indec para reemplazarlo por un Frankenstein de contornos imprecisos. El hombre se cuelga del travesaño, agarra de las camisetas en los corners… de cualquier manera los números dan fatal.

La “segunda” meta de inflación, el 15 por ciento anual, pasó de ser una cifra criticable a una irónica, luego sarcástica, ahora cínica. Las consultoras afamadas adecuan sus previsiones para 2018, siempre un pasito p’alante. Se quedan cortas, lo saben mientras siguen recalculando.

En el ideario macrista solo los salarios deben quedar afuera del frenesí indexatorio. Pagan una culpa falsa y una mentira ajena: son, para el manual neocon, la principal (o única) causa extramonetaria de la inflación.

El salario real de los trabajadores formales bajó desde diciembre de 2015, aunque menos que el de compañeros de clase, los desprotegidos.

La combatividad es una virtud distribuida muy desigualmente entre los sindicatos pero todos cuentan con la cobertura legal de las convenciones colectivas anuales. La enjundia en la acción directa cuenta pero el armazón institucional gravita más, tutelando hasta a los complacientes o colaboracionistas.

Los docentes y los bancarios protagonizan dos paritarias-testigo, que el Gobierno y establishment consideran estratégicas. En el caso de los maestros, los gobernadores pueden valerse del argumento-atenuante-bolazo (mezcle usted y elija las proporciones) de la gravitación el “gasto social” y del “contagio” a otros estatales.

La resistencia de patronales privadas, estatales y de los gobiernos nacional y bonaerense a pactar un aumento lógico a los bancariosno se apoya en ningún fundamento racional. El sector financiero es uno de los pocos que crece con el modelo, de modo exponencial. Cero problemas de solvencia, nulas dificultades de coyuntura.

El Banco Provincia lo confiesa, implícitamente, en una solicitada en la que cuestiona las demandas gremiales y niega que haya intenciones de reconvertir, cerrar sucursales o despedir personal. “¿Para qué, si nos va de rechupete?” alega con otros vocablos. El argumento merece darse vuelta: ¿por qué retacear a los empleados incrementos similares a la inflación y la, equitativa, cláusula gatillo?

La respuesta es simple: para no conceder a los gremios combativos, cuyo ejemplo podría cundir. Ojo al piojo, no están clamando por participación en las ganancias, consagradas en la Constitución desde hace más de sesenta años. Es letra muerta desde entonces, nadie fantasea que Macri la resucite. Lo exigido, en buena ley, es empardar a la inflación, el pecado es oponerse al programa económico social M.

La garantía de no cerrar, cesantear etcétera, además, debe tomarse con pinzas. El ejemplo de Fabricaciones Militares en Azul (Fanazul) es didáctico y cercano. El alcalde de Cambiemos y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, (per)juraron en campaña que habría continuidad plena. Cerró sus puertas, a cal y canto.

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Los invertebrados: Las víctimas de los tarifazos son minorías numerosas (oxímoron solo en apariencia) no organizadas, en general. Van articulando con vecinos o cercanos. La lista se conoce: particulares de medianos o bajos ingresos, pymes, organizaciones sociales, clubes de barrio, pequeños comercios. Un ramillete de intendentes se suma a las protestas, en particular en ciudades de mediano porte en las que la bronca vecinal “hace número” y podría incidir en las elecciones.

Este colectivo diseminado supo hacerse sentir en 2016 pero desde entonces pesa menos en la acción directa. Observan con desconfianza a la dirigencia política más conocida y no se percibe, a grandes rasgos, que nuevos militantes de los partidos tradicionales sumen “por abajo” cooperando en la autoorganización.

El Gobierno macanea sobre la cantidad de beneficiarios de tarifas sociales o con el real gasto en el transporte público… de cualquier modo la incidencia de los tarifazos acumulados es mayúscula y creciente.

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Usar sombreros, saber política: Triaca es uno de tantos funcionarios que se acodan a la mesa de negociación llevando el sombrero de una de las partes. Como el ministro de Finanzas, Luis Caputo, formado y enriquecido en “los mercados”.

Voceros oficialistas de distintas profesiones lo describieron como inexperto en política tras su intervención ante la Bicameral. Lejos de ser una crítica, funciona como eximente. La circunscriben a sus dificultades para discutir, persuadir y, en el extremo, convencer a la opinión pública. Son carencias groseras, pero no las más importantes ni expresan la totalidad de sus contradicciones.

Es un pasable orador, disimula parcialmente la soberbia que le brota por los poros, se victimizó al modo de Cambiemos. No estuvo torpe en esas facetas

La floja o nula idoneidad de Caputo se proyecta a (o es la causa principal de) su rol de negociador con los acreedores o prestamistas extranjeros. Uno de ellos, que habla como un par, piensa con similar ideología. Por ahí no es, estrictamente un ignorante, pero su perfil es pésimo para actuar como funcionario de un estado soberano.

La historia o la imaginería, munificentes, ofrecen algunos ejemplos de conversos que cruzaron de vereda para siempre y jugando a fondo “para los buenos”. San Agustín, Lawrence de Arabia, el sargento Cruz. Los casos se valorizan en proporción directa a su escasez. Caputo no cambió de bando, por eso es tan necesario y coherente en el elenco oficial.

Su patrimonio, la decisión de mantener la plata afuera, la defensa de las offshore (mecanismo de elusión, solo en el mejor de los casos) trazan su autorretrato. Un lobo de Wall Street que se disfraza de cordero.

El Frente para la Victoria pisó el palito cuando cooperó con el afán conjunto del funcionario y del senador José Mayans. Lo que más convenía a la oposición era que el muchacho se explayara, preconstituyera pruebas políticas o (acaso) penales en su contra para el futuro. Deja huellas cuando contesta.

El escandalete, la gritería, el cierre bullicioso benefician al oficialismo que ganó las dos últimas elecciones y es favorito para las próximas: embarra al conjunto, empareja para abajo.

La deuda externa es el salvavidas del modelo, que hace agua, anche en la apreciación de los inversores extranjeros. Los nuevos retacean presencia, los viejos (como se reseñó arriba) agravan la crisis.

Las huelgas se suceden: bancarios, docentes, seguirán las firmas… Abril, cualquiera lo intuye, transcurrirá con intensas movilizaciones, Lloverán amparos judiciales por los aumentos de tarifas, alguno prosperará.

Mensaje para los apocalípticos mediáticos o quienes exageran la importancia de las “cortinas de humo”. El debate sobre la despenalización del aborto avanza en el Congreso pero no obstruye ni detiene el devenir de la política ni el activismo la sociedad civil.

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