El Presidente pidió por una asistencia récord, superior al 83. ¿Le alcanza para ir a segunda vuelta? Todas las cuentas.
Desde Sáenz Peña, Chaco, y mientras el PJ celebraba el Día de la Lealtad en la capital pampeana, Mauricio Macri dio indicios de la proeza estadística y política que necesita para forzar un balotaje. "Tiene que ser la votación con mayor asistencia desde 1983, la más importante de la historia", arengó el Presidente.
Macri sabe de qué habla. El proceso electoral de 2015, que terminó consagrándolo en segunda vuelta, tuvo una salto clave en el presentismo entre la primaria y la elección general: se sumaron 2 millones de votantes y la asistencia pasó del 74,91% al 81,07%. Eso terminó explicando en gran parte el triunfo del líder de Cambiemos. ¿Se puede repetir aquella experiencia?
El desafío para el Presidente es claramente hoy más complicado. No sólo porque en las PASO de este año el porcentaje de asistencia fue superior al de 2015 -76,42%- sino porque su rival, este vez, ya consiguió el número necesario para ganar sin revancha.
Una primera cuenta ayuda a traducir el objetivo que planteó Macri. Alberto Fernández sumó el 11 de agosto 12.205.938 votos, que representaron el 49,5% -sobre 24.660.382 votos afirmativos excluyendo blancos y nulos-. El domingo 27, con llegar a 45% le alcanza. Justamente para que el candidato del Frente de Todos baje su porcentaje, una de las claves es que se amplíe la base con nuevo votantes.
Puesto en números: si Fernández mantiene esos 12.205.938 votos, la base de afirmativos tiene que crecer el domingo 27 a 27.184.718 sufragios para que en lugar del 49,5% de las PASO representen el 44,9%. Serían 2.524.336 votos afirmativos (electores) más. A ellos apunta el Presidente en sus discursos motivadores.
De concretarse ese movimiento, el presentismo el 27/10 se acercaría al 84%, un número sólo alcanzado en dos elecciones presidenciales: la del 83 que citó Macri, cuando se produjo el récord de 85,61% de asistencia; y la del 89, que quedó apenas abajo, con 85,31%. En el 95 y el 99 rondó el 82%, y entre 2003 y las PASO de 2015 estuvo en los 70 y pico. Recién en la general y el balotaje del último comicio presidencial volvieron a superarse los 80 puntos de asistencia.
La cuenta no es lineal porque siempre depende de lo que hagan los electores que vayan a votar. En las últimas PASO, por ejemplo, entre blancos, nulos e impugnados hubo 1,4 millón de votos "no positivos". Si esos mismos votantes optan ahora por algún candidato, la base de afirmativos se amplía sin que tengan que sumarse nuevos electores.
Claro que nada garantiza que no se dé un proceso contrario: que votantes de algún candidato en las primarias ahora no elijan a ninguno. Por eso, como número general, se toma la referencia de los al menos 2,5 millones que deberían agregarse para sostener el sueño oficialista del balotaje. Serían unas cinco marchas del "sí se puede" en el Obelisco juntas.
Pero además de bajar Fernández a menos de 45%, Macri debe crecer. La otra regla constitucional que consagra a un presidente en primera vuelta es la que declara ganador al que llega a 40% y le saca más de 10 puntos al segundo. Si Macri repitiera sus 32,9% de las primarias, al candidato K le alcanzaría con un 43%.
Por eso, de mínima, se especula con que el postulante de Juntos por el Cambio tendría que crecer a 35 puntos. ¿Que implica eso? Que de los 2,5 millones de nuevos votos que tendrían que sumarse para ampliar la base de votos afirmativos, no sólo ninguno debería ir a Fernández, sino que más de la mitad tendría que optar por Macri.
El Presidente debería crecer de los 8.121.689 sufragios de las PASO a cerca de 9,5 millones. Con matices, en 2015 se dio un fenómeno de este tipo: hubo 2 millones más de votantes entre las primarias y la elección general y Macri creció 1,8 millón de votos entre ambas tandas.
En una escala menor, hay cerca de 300 mil votos de las PASO que resultan una incógnita: son los que en agosto optaron por cuatro candidatos que no pasaron el filtro para competir en octubre. ¿Qué ocurrirá con esos seguidores de Manuela Castañeira, del nuevo MAS; de José Antonio Romero Feris, del Partido Autonomista; del filonazi Alejandro Biondini; o del ignoto cordobés Raúl Albarracín?
En caso de no haber un aluvión de nuevos votantes, el Presidente depende de martingalas aún más complicadas: que una porción de votos de Alberto Fernández de las PASO tendría pase a Macri en la general, para hacer bajar a uno y subir al otro con un solo movimiento. Más variantes, acaso remotas, de un comicio que se presenta cuesta arriba para el oficialismo.
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