Apunta a obtener los 7.500 millones de dólares pendientes de pago. Intentará, además, ganarles tiempo a los vencimientos futuros tratando de renegociar el cronograma 2023.
Alejandra Gallo
Hoy a la noche, la sobremesa del ministro de Economía, Sergio Massa, será en un avión volando rumbo a Washington donde encarará 48 horas de vertiginosas reuniones con un objetivo troncal: obtener la venia política del Fondo Monetario Internacional para que llegue el próximo desembolso para garantizar los pagos de la deuda hasta las elecciones.
Massa viaja con dos yapas en mente. Por un lado obtener un poco más de los 7.500 millones de dólares pendientes de pago: Pretende ir por cerca de 10 mil millones de los que quedaría poco y nada para el frente doméstico pero relajaría la exigencia de divisas sobre las ya exhaustas reservas del BCRA.
Intentará, además, ganarles tiempo a los vencimientos futuros tratando de renegociar el cronograma 2023.
En la comitiva secundarán al titular del Palacio de Hacienda, Leonardo Madcur, Ricardo Casal y Marco Lavagna.
Si bien el plato fuerte de la visita será el miércoles cuando Massa se reúna cara a cara con la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, mañana también podría anunciar más fondos para la Argentina porque se entrevistará con Anna Bjerde, directora gerente de Operaciones del Banco Mundial y, luego, con el brasileño Ilan Goldfajn, timonel del BID que supo mostrar generosidad hacia Argentina en los anteriores encuentros, en especial para fondos destinados a obras de agua potable y cloacas.
Por la noche se reunirá con funcionarios del gobierno de Joe Biden y con Brian Nichols, funcionario para asuntos latinoamericanos el miércoles por la mañana. Un sector del oficialismo es crítico con los vínculos que el ministro de Economía sostiene con funcionarios estadounidenses a quienes, el tigrense admite conocer desde muchos años antes de que tanto él como con quienes se reúne ocuparan posiciones de decisión política. El timonel del gabinete económico (y candidato) prefiere sostener que llevará mensajes de tranquilidad sobre la gobernabilidad en tiempos de estupor por los últimos resultados electorales en las PASO.
No por eso evitará tragos amargos como los cuestionamientos que, se descuenta, recibirá el equipo económico por los niveles de emisión, de inflación (que en agosto transita turbulencias severas), y el delicado nivel de reservas del BCRA que algunas consultoras, como Ecolatina, ubican (para las netas) en más de 9 mil millones de dólares en rojo. La visita a los EE.UU. tiene, además la necesaria complementación con el paquete de medidas pro consumo que el ministro quiere lanzar a su regreso. Volverá a Buenos Aires, el jueves.
Sin tener garantizado el plano externo, el ministro no podrá avanzar en los anuncios domésticos que considera clave para amesetar la escalada de precios y, sobre todo, las expectativas inflacionarias de acá a octubre. Muchas consultoras elevaron a 200% la inflación anual debido a las remarcaciones que tuvieron productos de la canasta básica como la carne que subió 25% o la leche y el pan que acusaron hasta un 30%.
Lo que se discute es alguna mejora en las jubilaciones, probable bono para trabajadores y beneficiarios sociales así como estímulos para las pymes. La letra chica de ese paquete que apunta a aminorar el impacto de la devaluación del 20% en los bolsillos de cara a las elecciones, corre por puño y letra de Guillermo Michel (titular de Aduana) y del viceministro, Gabriel Rubinstein, quien esta vez no se subió al avión.
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