La vice prepara un despliegue en el tramo final de la campaña de las PASO frente a un escenario incierto sobre el resultado. La matemática que hace el ministro-candidato sobre qué escenario espera para el 13-A. Los fiscales de Milei, la resiliencia de Bullrich y la mega encuesta, casi mitológica, de Rodríguez Larreta que lo da ganador en la interna de JxC. Doble click sobre Santa Cruz, donde los Kirchner arriesgan tanto, o más, que los Macri en CABA. Curiosas miradas comparativas entre la crisis del 2001 y la de 2023. Los chats de Fernández con Georgieva y los dilemas de Massa para compatibilizar campaña y acuerdo con el Fondo.
Por: Pablo Ibáñez.
En el tramo último, Cristina Fernández de Kirchner se prepara para un intenso sprint de campaña junto a Sergio Massa. La suerte electoral de Unión por la Patria (UP), quizá la última aventura con la vice como demiurgo político, pende de un hilo fino y frágil: que el ejército de desencantados en que se convirtieron los votantes peronistas, y/o filo peronistas, encuentre alguna motivación para ir a las urnas el 13 de agosto y que, de hacerlo, no manotee en el cuarto oscuro la colectora de Juan Grabois, más amable para muchos paladares K.
Cristina es la única entidad nítida en el segmento electoral que conforman los sectores bajos. Pero la vice -su nombre, su foto- no aparece en la boleta y lo que expresa es un capital inmanente, difícil de transferir. Cristina está dispuesta al sacrificio, a una cruzada aunque asume que puede ser insuficiente. Arrastra, con justicia o no, la experiencia de 2015, que instaló el regusto de que ni ella ni La Cámpora hicieron todo lo que era necesario para que Daniel Scioli derrote a Mauricio Macri. “No quiere que digan que abandonó a Sergio como le dicen que abandonó a Scioli”, explican a su lado.
Juan Grabois es el destinatario de una interrogante con respuestas múltiples. ¿Suma votos, retiene votos que sin él podrían fugarse o solo divide los votos que UP tiene garantizados?
A la mesa de arena de la vice llegó un diagnóstico tremendo, que sugiere que la próxima elección puede ser la peor del peronismo en los últimos 40 años. Nunca, de 1983 a la fecha, victorioso o perdidoso, el PJ sacó menos de 37 puntos en una presidencial. Tuvo derrapes, muy por abajo de ese número, en legislativas como la de 2009 y 2013. El ejercicio de imaginación de estos días, en el búnker de UP sobre la calle Mitre, consiste en construir argumentos que permitan sostener a rajatabla que el peronismo tiene un piso irrompible de 30 puntos. Se abrazan a ese dogma como a un salvavidas de plomo. “No podemos hacer peor elección que en 2009”, reza un operador. ¿No?
Derivadas
A la confusión se anexa el asunto Grabois, destinatario de una pregunta de respuestas múltiples. ¿Suma votos extra PJ, retiene votos que fugarían a otras ofertas o simplemente divide votos que ya tiene UP? Una tesis cristinista, que parece pecar de voluntariosa, sugiere que Grabois arrima al espacio votos que podrían ir a la izquierda. Otra, más difundida, advierte que sirve para que no se fugen votantes de digestión sensible a la candidatura de Massa. La preferida en el PJ es que, simplemente, divide lo que UP tiene, eso que llaman cazar en el zoológico. Que Axel Kicillof, intendentes del PJ con sintonía K o dirigentes de La Cámpora, como Juan Ustarroz, hermano de crianza de Eduardo “Wado” De Pedro, campañeen con el candidato bis valida la dos hipótesis iniciales: suma o retiene. Un informe de Taquion alimenta esa lectura: exploró entre los votantes K y encontró que un 40% le hubiese gustado que los candidatos sean “Wado” De Pedro o Daniel Scioli. Es Massa.
Informe Taquion sobre "lista mayoritaria" en UP
Un estudio nacional que consumen en el primer anillo K, de esos que no se difunden y que los operadores susurran con secretismo, ubicó a Massa con 23 puntos y a Grabois con 4, pero sondeos parciales indican que en las últimas semanas el dirigente social creció en los territorios, al menos los más urbanos. Parece una encerrona para Cristina: un score bajo del dirigente que tiene como terminal a Máximo Kirchner puede interpretarse como un fracaso del voto puro y duro, pero un resultado demasiado bueno perfora la legitimidad de Massa y pone en crisis la matemática electoral del 13-A a la que se aferra el oficialismo -y que consiste en que el ministro termine como el candidato individualmente más votado, en una foto ideal 10 puntos arriba (el +10 de Massa) del ganador/a de la PASO de Juntos por el Cambio (JxC)-. Con 23%, esa foto mágica aparece borrosa.
Milei juntó a sus candidatos, les trasmitió que LLA tiene 40 mil fiscales para las PASO y estimó, sobre encuestas ajenas, que sacará entre 22 y los 24%. A su lado, son menos explosivos y preparan festejos si termina arriba de los 15 puntos
El ministro-candidato irradia otra cosa: se multiplicó el consumo de informes de opinión pública que, en general, coinciden en que UP está por encima de los 30 puntos, unos puntos abajo de JxC y bastante más arriba de Javier Milei, cuyo derrotero electoral es otra incógnita. Este viernes, el libertario juntó a sus candidatos, les trasmitió que tiene 40 mil fiscales para el día de las PASO y estimó, en base a encuestas ajenas, que su proyección está entre los 22 y los 24 puntos. A su lado, son menos explosivos y creen que si La Libertad Avanza termina arriba de los 15 puntos es un golazo electoral.
Los consultores maistream coinciden en que, primero Milei se estancó y luego bajó, pero no se derrumbó. La estadística general, según un compilador de encuestas que armó Federico Tiberti y ajustó, en la variable indecisos, Rodrigo Quiroga, el escenario de tercios se desdibujó y el mapa muestra a las dos coaliciones principales arriba de los 30 puntos -algunos puntos mejor JxC- y a LLA cerca de los 20.
Plot encuestas de Tiberti y Quiroga
Larreta le reza a una leyenda urbana, la de las mayorías silenciosas, la de una marea moderada y autogestiva que irá a las urnas solo para impedir que gane Bullrich como, en Santa Fe lo hicieron para evitar que Carolina Losada sea la próxima gobernadora
Es portfolio de encuestas no incluye ni las que lee Cristina ni las que hace Horacio Rodríguez Larreta, en particular ese mitológico sondeo de 3500 casos nacionales y presenciales que confecciona un equipo que responde a Federico Di Benedetto, y que ubica al jefe de gobierno 2 puntos arriba de Patricia Bullrich en las PASO de JxC. Ese estudio muestra otras postales: que Milei se estabilizó entre los 18 y los 20 puntos, que La Piba está congelada hace tiempo y que Larreta, luego del shock negativo de la fallida incorporación de Juan Schiaretti, registra un leve y sostenido repunte.
El mandamiento mayor del larretismo es que Bullrich ya capturó todo el voto macrista puro y duro, y que ese insumo pierde incidencia a medida que aumenta el caudal de electores -encuestados- al acercarse la fecha electoral y reducirse el universo de indecisos. Larreta le reza a una leyenda urbana, la de las mayorías silenciosas, la de una marea moderada autogestiva que irá a las urnas solo para impedir que gane Bullrich como, en Santa Fe, lo hicieron para evitar que Carolina Losada sea la próxima gobernadora. Lo que Larreta espera para la PASO, Massa lo espera para el balotaje.
La exministra es un enemigo ante el que el peronismo no sabe maniobrar. Una consigna básica, esa línea de “conmigo esto se acaba”, le alcanza como abracadabra genérico. Massa se abraza a los focus y estudios cualitativos que lo presentan como un dirigente con mayor aptitud para enfrentar una crisis, y de ahí sostiene la variable de un balotaje con Bullrich pero hay un escenario temerario, y no improbable, de que JxC termine las PASO por encima de los 35 puntos y eso pueda inducir al votante rabioso de Milei a hacer un voto estratégico, si la candidata es Bullrich, para resolver la elección en primera vuelta. Taquion midió un dato áspero para UP: 6 de cada 10 votantes declarados de Milei aseguran que votaría a Bullrich, porcentaje que baja a 22% sobre Larreta y a 5% con Massa. Los datos son parecidos al cuadro de migración de voto de Inteligencia Analítica de Marcelo Escolar que se mencionó en elDiarioAR la semana pasada.
Radiografía del voto libertario según Taquion
Massa mira otros registros en los que hay un porcentaje de votantes libertarios, un 30% aproximadamente, que se asume estadocéntrico porque asume que el Estado lo asiste de alguna manera. En la ecuación de campaña del ministro, hay un nervio por tocar entre esos votantes si se los interpela desde la posición de Bullrich, con historia en recortes. Tampoco está claro cuánto sirve de aquello o si solo sensibiliza a los que ya están sensibilizados. A algo más de 20 días de las PASO, se volvió un insumo en todas las mesas la descripción de los nichos electorales y si resultan eficaces o no algunos focos de campaña.
“Bullrich se comporta como si tuviese 40 puntos de intención de votos y tiene 18, menos que Massa y menos que Milei”, observa un consultor. ¿Cómo se define la base electoral de un candidato si llega, eventualmente, a presidente? Una lectura lineal apunta a que Bullrich es primera opción para menos de 1 de cada 5 votantes, más allá de que en una general pueda capturar los treinta y algo que pueda tener todo JxC. El número inicial puede interpretarse, entonces, como el núcleo convencido del plan Bullrich, a simple vista muy poco para luego tener volumen político para avanzar. Aparece, sin embargo, el registro de los 22,3% que obtuvo Néstor Kirchner en 2003 y maniobró sobre esa debilidad inicial.
Pasados
Massa mira a Bullrich como rival, pero busca antagonizar con Milei, para darle volumen para que no pierda más votos. De ahí sale su propuesta de debate que el libertario, muy dado al show, quiere hacer en el Luna Park. ¿Cuánto funciona, si es que funciona, vincular a Bullrich con el gobierno de Fernando De la Rúa? La respuesta puede sorprender a más de uno. Un estudio de Trespuntozero, de Shila Vilker, junto a Alaska, la consultora del exconsultor frentodista Juan Courel, hizo zoom en la percepción de la crisis 2023, comparada con la del 2001, ya que esta última es insumo de campaña del peronismo para cuestionar a Bullrich. El primer dato es que, para un 60% de los consultados, la crisis actual es peor que la que terminó con el gobierno de la Alianza. Esa percepción se potencia entre los votantes de Mauricio Macri en 2019. Además, 8 de cada 10 consultoras conocen que Bullrich fue funcionaria de De la Rua y, incluso, portavoz de medidas como el recorte de 13% a los jubilados y estatales. El hallazgo, según este informe, es que la mirada sobre la Alianza está muy parcelada y no es genéricamente mala.
Comparativo de crisis 2001 vs 2023
Imagen de la Alianza según votante de JxC, UP o Milei
La percepción parece ser traicionera: resulta curioso que los hechos del 2001, con muertos en las calles, protestas masivas y hasta riesgos de descomposición institucional, se asuman como menos graves que la crisis actual, que presenta otros males como la inflación e inseguridad, pero está lejos de aquellas postales feroces. Por lo pronto, ese pasado no parece dañar a Bullrich aunque el oficialismo quiera linkear aquel ajuste con el ajuste que propone la exministra de Seguridad. El dato más visible es que, en la música de la opinión pública, el Gobierno es visto como ajustador, sobre todo a partir de la pérdida de poder adquisitivo que supone la inflación.
Courel interpreta que “la recuperación post 2001 fue la columna vertebral de la narrativa peronista de los últimos 20 años”, pero que la eficacia de ese argumento solo interpela al núcleo duro kirchnerista, que ronda el 30% y que es, aquí y ahora, el piso electoral de Massa. En 2015, la campaña del balotaje de Scioli contra Macri giró en torno a volver o no al neoliberarlismo y el PJ perdió por pocos puntos, pero ya en el 2019, con el registro del cuatrienio macrista, la crisis del 2001 quedó demasiado lejos. ¿Porqué temer a partícipes de otras crisis cuando, aquí y ahora, hay una crisis presente? De aquella crisis se salió: de esta no se sabe cómo ni cuándo.
Otras batallas
“Sergio negocia con el FMI como si estuviera poroteando una lista en el conurbano”, dice un dirigente de consulta de Massa. Sintetiza la dualidad de Massa que mientas busca el premio mayor, ser presidente, se enroscó en una disputa de pago chico, en Tigre, donde Malena Galmarini quiere ser intendente. La PASO del 13-A presenta para Massa, Cristina Kirchner y Máximo Kirchner, otras batallas de alto impacto. ¿Es inocua para Massa una eventual derrota en Tigre contra Julio Zamora? Quizá nadie deje de votarlo por el resultado en su dominio, pero el efecto simbólico queda latente.
Más lineal asoma el 13-A para los Kirchner, en dos planos diferentes. Uno ligado a La Cámpora, su primer y último continente emocional de Máximo. La cruzada que encaró, con todo el arsenal de poder institucional camporista, en Hurlimgham contra “Juanchi” Zabaleta expone una dimensión de tirria personal pero, sobre todo, pone en juego la capacidad o no del camporismo de salir del micro mundo propio y lograr ser competitivos. “Tu pelea es la de nosotros”, le dicen intendentes y dirigentes del PJ del conurbano a Zabaleta. Vale la anécdota de Ringo Bonavena sobre que, cuando suena la campana, te sacan el banquito y quedás solo arriba del ring.
Así como la interna de JxC en CABA, el apellido Macri pone en juega su supervivencia electoral y el control del territorio primal del macrismo, algo parecido ocurre con los Kirchner en Santa Cruz. Alicia Kirchner, afectada como muchos gobernadores del PJ, renunció a la reelección y el PJ expone una oferta triple para la ley de lemas de la que, hasta acá, Pablo Grasso, intendente de Río Gallegos aparece como favorito ante Javier Belloni, intendente de Calafate. La amenaza la expresa la oposición, que anudó a todas las versiones menos la radical, y donde el principal competidor es Claudio Vidal, un sindicalista que en 2019 fue por dentro del dispositivo FdT y luego se desmarcó. Como diputado tuvo conexiones con Massa y mantuvo, hasta el final, la puerta abierta para una negociación con el PJ, cuestión que ahora es factor de reproches cruzados en el peronismo. Santa Cruz elige gobernador, con boleta despegada de la nacional, el 13 de agosto en simultáneo con la PASO nacional. Máximo está, hace 10 días, en la provincia, pero más en plan familiar que político, cuentan a su lado, lo que lo mantiene alejado, a su vez, de la campaña bonaerense donde encabeza la boleta de diputados de UP.
La referencia a Massa, el conurbano y el FMI pone la lupa sobre un asunto más impreciso, referido a qué pretende el ministro del Fondo. En el PJ hay dirigentes que no tienen claro si Massa quiere cerrar el acuerdo ahora o simplemente está jugando con la expectativa y negocia un entendimiento parcial para que el FMI le libere siquiera parte de los fondos que tiene que pagar el 31 de julio. Está, ahí, la lectura de que a EEUU no le agrada que Argentina vuelva a pagar con yuanes. Sobre los tiempos de Massa, la pregunta es si le conviene cerrar antes o después de las PASO. Cualquier acuerdo será malo y el ministro, en modo candidato, levantó el tono de maldiciones contra el fondo. ¿Cómo seguir la campaña si firma un acuerdo que, aun comparativamente mejor que el actual, seguirá siendo conceptualmente negativo?
“Si la PASO sale bien, puede mejor en mejores condiciones”, apunta una fuente que conoce el proceso. A juzgar por los movimientos de Alberto Fernández, que la semana pasada estuvo en contacto con Kristalina Georgieva, la urgencia del gobierno es cerrar antes del 31 de julio cuando debe hacer un pago oneroso. Volvieron ahí los ruidos o los teléfonos mudos: Fernández le pidió a Georgieva que el FMI deje de dilatar la negociación, que no repita el formato que aplicó en febrero del 2022, cuando el negociador era Martín Guzmán. La intervención presidencial fue observada en silencio, con inquietud, desde Economía al igual que la participación del embajador en Washington, Jorge Argüello.
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