La vicepresidenta está reorganizando todo su sistema de poder y elabora una nueva identidad
“No hablen más de unidad”. Varios dirigentes del círculo íntimo de Cristina Kirchner recibieron esa instrucción en las últimas semanas. Con un gobierno declinante, al que desde el kirchnerismo reprochan falta de sensibilidad social, como hizo anteayer Andrés “Cuervo” Larroque, la unidad se ha vuelto tóxica. No facilita el acceso al poder. Al revés, lo dificulta. La vicepresidenta mueve las piezas para reconstruir Unidad Ciudadana. Fue el vehículo político al que recurrió en 2017. No fue un instrumento pensado para triunfar, sino para resistir. Es la hipótesis realista con la que ella trabaja para 2023.
La estrategia de la señora de Kirchner se proyecta en distintos planos. Tuvo una manifestación, anteayer, en la provincia de Buenos Aires, su principal base de poder. Máximo Kirchner presentó el nuevo rostro del Frente de Todos, con una dirección oficializada. Una puesta en escena que no estuvo destinada a mostrar las presencias tanto como las ausencias. Figuras relevantes del oficialismo bonaerense no fueron convocadas. Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta, por ejemplo. Mucho menos se invitó a dirigentes sin distrito, como Victoria Tolosa Paz o Santiago Cafiero. O a líderes de movimientos sociales como Emilio Pérsico o Fernando “Chino” Navarro.
El diputado Kirchner podrá alegar que esas expresiones peronistas están representadas por él como presidente del partido. Flatus vocis. Lo que se exhibió en La Plata es una nueva delimitación del Frente de Todos que excluye a quienes responden a Alberto Fernández. El eje principal de esa fuerza pasará ahora por el kirchnerismo ortodoxo, encarnado en La Cámpora, los intendentes que se le subordinan, y el Frente Renovador de Sergio Massa. La presencia de esa fuerza, representada por Malena Galmarini, también fue una novedad: hace un mes Massa había dejado trascender que, si no ocurría una reconciliación entre la señora de Kirchner y el Presidente, su Frente abandonaría la coalición. Hasta le había puesto fecha a la ruptura: el fin de semana que pasó, en un congreso a celebrarse en Mar del Plata. No hubo congreso ni ruptura. Tiene lógica. Entre el anuncio y su supuesta realización pasaron cuatro semanas. Una eternidad durante la cual Massa puede cambiar cien veces de ocurrencia.
El conglomerado bonaerense que se presentó anteayer es de la máxima importancia para Cristina Kirchner. Conviene anotar un pormenor. El senador provincial por Juntos por el Cambio Joaquín de la Torre presentó ayer un proyecto para que las elecciones del distrito se separen de las nacionales. El oficialismo mira con simpatía esa iniciativa, porque espera negociar una modificación: que, en el límite de lo razonable, también la elección para senador se realice separada de la presidencial. La vicepresidenta y sus seguidores tendrían la oportunidad de replegarse en la provincia y desentenderse de la suerte del gobierno nacional. Es una alternativa a discutir. Ella aun no decidió si quiere ser candidata a senadora o competir por la Presidencia de la Nación. Entre una y otra actividad hay muchas diferencias. Entre otras, vivir con fueros o estar a la intemperie.
El Presidente responde al menosprecio de sus antiguos promotores organizando su propia campaña en el conurbano. La semana pasada visitó la universidad de José C. Paz para dictar una clase de derecho penal en la cátedra de la doctora Luciana Seput, y se sumo a una reunión de punteros de Mario Ishii, en la que, dicho sea de paso, había una muy llamativa ausencia femenina. Ayer visitó Florencio Varela. Son incursiones sorpresivas, sobre las que no están avisadas las autoridades del partido. Favor con favor se paga
La presentación del nuevo Frente de Todos, del que el núcleo del gobierno nacional queda segregado, hace juego con otros episodios. Uno de ellos es la acusación de Larroque, quien señaló a Martín Guzmán y su programa de carecer de representación social. El argumento general es que Fernández toma decisiones en un entorno cada día más hermético. Citan el documento de los intendentes bonaerenses que, hace más de un mes, pidieron ser sumados a la fallida guerra contra la inflación. No tuvieron respuesta. Alegan también que desde el interior varios gobernadores reclaman más apertura. Entre ellos, uno muy ligado a Cristina Kirchner, el chaqueño Jorge Capitanich, quien hace quince días produjo una exhibición similar a la de anteayer en la provincia de Buenos Aires. No hay derecho a dudar de la sinceridad de esos pedidos de participación, aunque muchas veces suelen preconstituir la prueba de un divorcio.
Otro gesto de Cristina Kirchner va en la misma dirección: elaborar una nueva identidad. Es la reunión con la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur del sistema de Defensa de los Estados Unidos. El encuentro se celebró en la presidencia del Senado. Como cuando se recibió la visita del embajador norteamericano, Marc Stanley, los registros fotográficos oficiales omitieron mostrar la bandera de los visitantes. El personal de ceremonial jura que estaba en el despacho. Distracciones.
Los medios afines al kirchnerismo se empeñaron en informar que la entrevista había sido pedida por Richardson. Sin embargo, desde el Ministerio de Defensa trascendió que la solicitó la señora de Kirchner, lo que obligó a superar alguna incorrección protocolar por la disparidad de jerarquías. La contraparte de Richardson es el jefe del Estado Mayor Conjunto, teniente general Juan Martín Paleo. Por una deferencia hacia el poder de los Estados Unidos, la recibió también el ministro Jorge Taiana. Es lógico que Richardson no haya pretendido ver a la vicepresidenta.
Alberto Fernández, mientras tanto, cultiva su propia agenda internacional. Tiene previsto visitar España, Alemania, Francia y Bélgica entre el 9 y el 16 de mayo. En las embajadas argentinas ante esos países todavía carecen de una agenda para organizar las eventuales entrevistas. Una gira que la diplomacia clásica califica como “vi luz y entré”. Fernández piensa ir acompañado por Santiago Cafiero, Matías Kulfas, Gustavo Beliz y Katopodis. Todavía no está definido si viajará Guzmán. ¿Kirchneristas duros? Abstenerse.
El encuentro con la generala Richardson es parte de un juego más amplio de la señora de Kirchner: ha desistido de depender de otros para reconectar con sujetos y lugares con los que ha estado distanciada. El encargo a Fernández de esa tarea no funcionó. Y salió carísimo. Ella se encarga de repetir ahora lo que dijo en 2020 durante un acto en el conurbano: “Para mí las relaciones internacionales son relaciones de intereses. No de ideología. China y Rusia son inversores en la Argentina. Por eso hay que estar en contacto con ellos. Pero yo he pasado muchos años de mi vida visitando los Estados Unidos”. Estas afirmaciones no son accesorias en alguien para quien el supuesto lawfare se orquesta desde Washington.
Se presentan aquí algunas novedades con un aire de familia con la estrategia que Lula da Silva adoptó para Brasil. Lula seleccionó como candidato a vice a un hombre de la socialdemocracia paulista, Geraldo Alckmin, para dar garantías desde la centroderecha a quienes temen una radicalización rupturista. Parece un modelo más eficaz que la malhadada postulación de Fernández para la Presidencia. Lo que importa: Cristina Kirchner está reorganizando todo su sistema de poder.
A esa reorganización corresponde también la división del oficialismo del Senado, donde ahora Unidad Ciudadana ya cuenta con un bloque propio. Esa segmentación, un ardid a través del cual el kirchnerismo suma a un representante más en el Consejo de la Magistratura, produjo una pequeña crisis en la oposición de Juntos por el Cambio. La conducción de esa fuerza celebró ayer una reunión muy poco feliz. En principio, porque emitió un insólito comunicado cuya figura central fue Javier Milei. La crítica más sensata a esa declaración fue planteada por Mauricio Macri: “¿Para qué vamos a rechazar la incorporación de alguien que no quiere incorporarse?”.
El otro episodio que merece pasar al olvido es la larga explicación de Gerardo Morales acerca de que él no negoció con Sergio Massa la integración del Consejo de la Magistratura. De nuevo fue Macri quien aconsejó lo obvio: “Gerardo, no te enredes más con Massa”. La advertencia del expresidente tiene un trasfondo en los antecedentes de Morales, quien ordenó que los diputados jujeños votaran en contra de su propio bloque el presupuesto nacional de 2021 o la quita de fondos a la Ciudad de Buenos Aires, donde la UCR cogobierna.
Morales debió explicar ayer su negociación con Massa alrededor del Consejo de la Magistratura. Varios funcionarios del oficialismo sostienen que el presidente de la Cámara de Diputados estaba inquieto por la presión del kirchnerismo para que, imitando lo que había sucedido en el Senado, divida el bloque mayoritario para quedarse con un consejero que correspondería al radicalismo. Esos dirigentes sostienen que, durante una reunión celebrada en Olivos y encabezada por el Presidente, sobre la que informó en su momento Paz Rodriguez Niell en LA NACION, Massa comunicó una conversación con Morales. Explicó que, si se le respetaba esa silla a la UCR, el gobernador de Jujuy se comprometía a buscar los votos para aprobar la ley de reforma del Consejo de la Magistratura que está en trámite en el Congreso, con sanción favorable del Senado.
Morales admite esa negociación. Pero aclara que él se comprometió a buscar apoyo a la reforma del Consejo, pero votando a favor del proyecto de la UCR, que, entre otras prescripciones, concede la presidencia a la Corte. Massa, según Morales, admitió ese curso de acción. Esta versión del presidente de la UCR cobija una noticia interesantísima: Massa estaría dispuesto a rechazar una propuesta del Poder Ejecutivo, avalada por Cristina Kirchner, quien la hizo aprobar por el Senado, para favorecer un proyecto de la oposición que mantiene el poder de la Corte. Si esto fuera cierto, a Morales habría que enviarlo ya a Kiev a negociar con Vladimir Putin: lograría que Ucrania se quede con Rusia. Porque en sus tratativas con el pródigo Massa, habría conseguido no sólo que el oficialismo acepte como consejera a la santacruceña Roxana Reyes, sino que, además, adhiera al diseño del Consejo que ideó la oposición.
Para despejar, para usar palabras de Macri, el enredo entre Morales y Massa puede apelarse a dos hipótesis. O se trata de dos pícaros que se prometen cosas que no están dispuestos a cumplir, o el entendimiento pasó por otro meridiano. Para esta segunda posibilidad hay que observar dos detalles. El primero: Morales dijo ayer, en una entrevista con Jorge Lanata en Radio Mitre, que él estaría dispuesto a votar un proyecto de composición del Consejo de la Magistratura “donde tenga presencia la Corte”. No dijo “presidido por la Corte”. Es posible que ese proyecto esté en gestación. Quien sostiene que la Corte debe estar pero no presidir, es la diputada Graciela Camaño. ¿Habrá un nuevo “enredo” de Massa con Morales aprovechando un proyecto de Camaño?
Las versiones de un acuerdo de Morales con el oficialismo se alimentan en otro motivo de negociación. En Jujuy sigue vacante el codiciadísimo juzgado federal con competencia electoral, clave para cualquier gobernador. En el concurso celebrado para cubrir la vacante, los dos candidatos a los que Morales mira con simpatía, Mariano Zurueta, que es el procurador general de la provincia, y Esteban Hansen, que subroga ese tribunal, quedaron rezagados. Una especulación que circula en estas horas es que Morales negoció la cobertura de ese juzgado estratégico. Pero existen voces independientes que sostienen que el concurso en el que Hansen y Zurueta quedaron desplazados debe ser anulado porque fue manipulado en detrimento de esos candidatos. De todos modos, esa explicación no obliga a descartar una negociación, por supuesto, inconfesable.
El entredicho en el seno de Juntos por el Cambio revirtió sobre el oficialismo. Allí, sobre todo en la Casa de Gobierno, reprochan la filtración de esas conversaciones al rector de la Universidad de Lomas de Zamora, Diego Molea. Es un exradical, compinche del binguero Daniel Angelici, que milita con Massa, responde a Máximo Kirchner, y en la política referida al Consejo se alinea con la Corte. Todo junto, sin enredarse.
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