Su ausencia en las listas electorales no omite, ni remotamente, la decisiva participación de Cristina Kirchner en la definición de las nóminas del Frente para la Victoria, gesto que sin decirlo expresa alta confianza y optimismo vía nombres leales a toda prueba a la presidenta que hasta podrían incluir a su propio hijo, Máximo, precandidato a diputado por Santa Cruz.
Con una competitividad impensada, después de doce años de gestión, Cristina conduce una oferta electoral cuyo repaso hubiera causado rechazo, hace sólo un puñado de meses. Por contrapartida, las fuerzas opositoras, la UCR, el macrismo y el massismo, ofrecen listas que son el contraste, aparecen incrédulas, poco convencidas de su fortaleza.
El dato saliente del cierre es el alto nivel competitivo con el que llega el FPV, y aunque es negado por la prensa concentrada, golpea como una pesadilla en todo el espectro opositor, que esperaba otro clima después de dos años difíciles para el oficialismo, incluida una derrota en las elecciones legislativas de 2013.
Con Axel Kicillof, Eduardo Wado de Pedro, Andrés Larroque o Diego Bossio, pero también Julio De Vido, Nilda Garré o José Luis Gioja en la cámara baja, Cristina tendrá lealtad multi generacional asegurada, una garantía de custodia de las políticas llevadas adelante desde 2003.
Para si mismo fin al Senado irán la mendocina Anabel Fernández Sagasti, la pampeana María Luz Alonso, ambas de La Cámpora, pero también lo intentará Omar Perotti, que con sus acciones en alza en Santa Fe disputará su escaño con figuras ya opacadas como Carlos Reutemann y Hermes Binner.
El general Perón solía recordar que su postulado de trasvasamiento generacional no implicaba ‘tirar todos los días a un viejo por la vantana’. Cristina, que admira al Perón conductor pero quiere más a Evita, parece ir delineando lo que la tragedia interna del peronismo en los ´70 impidió.
Comentá la nota